martes, 15 de agosto de 2023

NO ES LIBERALISMO SINO NUEVO FASCISMO


El nuevo fascismo del siglo XXI avanza. Se camufla con el aspecto amable de la defensa de nuestras tradiciones y de un liberalismo que se nos vende en los medios como más atractivo cuanto más radical. Pero eso no es liberalismo, un liberal es abierto y tolerante, respeta la democracia, paga sus impuestos, no intenta derribar a un gobierno elegido democráticamente, y no promueve a puestos de decisión a quienes viven exclusivamente del cuento o su gran mérito es proceder de lo que conocemos como noble alcurnia. Ser fascista o reaccionario es todo lo contrario a ser liberal.
Lo que estamos viviendo es una cierta nostalgia franquista basada en las mentiras y en un falso relato de nuestra historia reciente. Nos presentan dirigentes con caras amables pero que solo son las terminales mediáticas de sistemas urdidos por estrategas ultraliberales que en muchos casos llevan a sus espaldas condenas por corrupción, injurias u otros delitos que no pueden dar la cara porque espantarían a sus electores. Son auténticos impostores, son peligroso. Se aprovechan de la connotación positiva del concepto “liberal” y con ello ocultan un ideal reaccionario. El ejemplo más claro lo vemos en Vox, pero también en el PP donde encontramos a Ayuso y MAR, pero no son los únicos.
Promueven el involucionismo de las libertades y de los derechos conquistados. No necesitan canticos de himnos o demostraciones paramilitares, porque les basta con aplicar políticas contra los diferentes por motivos de raza, religión o tendencia sexual. Les estorban los pobres, los inmigrantes, el sindicalismo, el feminismo, LGTBI. Les sobran los discrepantes, los pensadores, los intelectuales, en resumen, todos los que puedan elaborar una respuesta coherente contraria a sus principios. Persiguen su eliminación de la escena pública por tierra mar y aire, para evitar que alguien los escuche. Por eso su ideología es tan clara: la pobreza no existe, y si son pobres es porque son unos vagos, y no buscan trabajo; la ayuda sociales fomentan el desempleo; ayudar a los refugiados solo sirve de reclamo para la inmigración ilegal; hay que perseguir la ideología de género y a la LGTBI para facilitar que haya más nacimientos; las políticas de igualdad son machistas y alimentan la violencia contra las mujeres; sanidad y educación deben ser cada vez más privadas; eutanasia y el aborto atentan contra el derecho a la vida; subir las pensiones según IPC pone en peligro el sistema de la Seguridad Social.
Y es en materia económica donde plantean con más descaro sus intereses particulares: las empresas deben pagar sueldos mínimos porque si no, no pueden crear empleo; pagar por despido improcedente es provocar el cierre de las empresas; el estado no debe intervenir nunca en el mercado; hay que rebajar los impuestos a los más ricos, para que creen riqueza y así ayudar a todos; limitar los alquileres atenta contra el derecho a la propiedad. Lo proponen convencidos de que el mundo es su finca particular, y los ciudadanos sus lacayos, destinados a servirles y contribuir a llenar sus bolsillos, no las arcas del Estado.
No cesarán en su empeño por conquistar el poder del estado, y para convencerte de que ellos siempre estarán a tu lado, te sonreirán, harán y dirán todo lo necesario hasta que creas que son tus amigos. Es el fascismo del siglo XXI, parece nuevo, pero es el de siempre. El problema no es su ideología, sino la gente que les vota a pesar de las barbaridades que proponen y de que van contra ellos.

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