domingo, 6 de agosto de 2023

Hasta 24 julio 2022

Parece que es un pecado mortal, solo pensar en poner impuestos a las grandes empresas españolas, muchas de ellas multinacionales. Siempre se argumenta con que al hacerlo, se provoca que se lleven su dinero a otros países. Pero la realidad es que no es necesario ponerles impuestos para que lo hagan.
Este comentario viene en relación con la noticia de que la Agencia Tributaria ha aflorado 5.578 millones de euros mediante inspecciones sobre la tributación internacional de las grandes empresas multinacionales. Esto obedece a la regularización de las bases imponibles (resultado a partir del cual se calcula el impuesto) tras 112 actuaciones inspectoras llevadas a cabo por el fisco durante el pasado año. Supone un crecimiento de más del 80% en las cantidades regularizadas respecto a lo que se logró en 2020 gracias a una actuación concreta que no identifica el organismo.
Y mientras, los simples mortales con nómina, pagando hasta la tercera parte de nuestros ingresos en IRPF para sostener el país. Poco me parece la fiscalidad que soportan esas grandes empresas porque sus beneficios después de impuestos siguen siendo un insulto a la inteligencia del común de los mortales. Eléctricas, petroleras y bancos, pobrecitos.


Hace unos días leía en la Vanguardia una entrevista a Eduald Carbonell en la que afirmaba que la globalización era el mayor error de la historia de la humanidad. Eso lo dice alguien que se dedica a la arqueología, lo que me llamó la atención, y he buscado información sobre lo que el concepto “globalización” implica hoy para los ciudadanos.
Basta mirar las redes para darnos cuenta de que se nos han vendido la globalización como la gran panacea de nuestro tiempo. No podemos negar su dimensión ni su calado social. Ni tampoco que representa la consolidación de los vínculos económicos entre países, y eso implica (para bien y para mal) que lo que sucede en otro territorio tiene una repercusión sobre el otro. Y que por mucho que algunos se empeñen en convencernos de que es Pedro Sánchez el que hunde la economía mundial, lo cierto es que la economía globalizada es la que puede llevarse por delante a Pedro Sánchez, acierte o yerre en su gestión del gobierno.
Pero, sobre todo, la globalización aparece como el paradigma en el que se apoyan los intercambios financieros, y es la mejor justificación para deslocalizar las producciones, para transformar los mercados de trabajo, para cambiar los sistemas educativos, y para transformar lo que entendemos como ocio y como cultura. Parece algo que está ahí y que no va con nosotros, pero en realidad condiciona todas nuestras actividades. La globalización está consolidando las desigualdades entre países. Los ricos son cada vez más ricos porque acumulan, y los pobres lo son cada vez más, porque cada día son más explotados, tanto sus recursos materiales como humanos.
Tal vez debería cambiarsele el nombre. No es acertado el concepto de “global” ya que al generar desigualdad se convierte lo global en algo parcial, puesto que beneficia a unos pero no a todos, y mejor la deberíamos llamar “parcialización”. Aunque si son globales algunos de sus elementos como las nuevas tecnologías, las telecomunicaciones y la informática. Pero en realidad está provocando que el progreso de determinadas zonas del planeta sea a costa de un retroceso para otras. La globalización, como todo, es imperfecta e implica errores, y además contiene siempre una actitud egoísta por parte de los ya poderosos que siempre quieren más.
Entre sus errores está que se ha desterrado la participación de los ciudadanos en la política. Ahora somos habitantes de un país y no sus ciudadanos. Se nos dice que un mundo globalizado permite un desarrollo sostenible, pero lo sostenible implica mejorar la calidad de vida y la igualdad entre las personas, y nada más lejano de la realidad que se está provocando.
La globalización la hemos asumido como algo tan simple, que nos ha impedido damos cuenta de lo compleja que es su repercusión sobre nuestro día a día. Y lo peor, a estas alturas, parece que carecemos de capacidad de reacción, y que nos hemos acostumbrado a la manipulación que ejercen sobre todos los individuos sus componentes. Además, se nos ha impuesto también un monopolio informativo, donde ningún medio es neutral, sino que obedece al poder político o al económico, con la carga ideológica que eso implica para legitimar la posición social de quienes los controlan. Han conseguido que el pobre no pelee por dejar de serlo, sino por parecerse al rico que le ofertan como modelo.
Pasan los siglos, la arqueología nos descubre las antiguas civilizaciones, pero la sensación es que, en el fondo de la cuestión, todo sigue igual. Seguimos sin ejercer la contrapropaganda, y da igual si la información nos llega de primera o de segunda mano, porque lo que es innegable es que ya está manipulada desde su origen.
En los países no hegemónicos, sus ciudadanos somos un granito de arena en una inmensa playa sin mar, que diría Sabina.


Toma de posesión de Moreno Bonilla en Sevilla. Un acto que se quizo convertir en una teatralización de hermandad, en una escena de ensalzamiento de la cercanía al celebrarlo a pie de calle. Toda una puesta en escena que debía rezumar moderación y responsabilidad, virtudes tan alejadas del tradicional partidismo visceral, habitual en su partido. Una auténtica lavada de cara del PP en público.
Ese era el guión escrito hasta que ella abrió la boca. Y eso que empezó modosita: “Juanma, gobierna para todos los andaluces, de izquierda a derecha". Pero esa aparente institucionalidad solo fue un espejismo, porque enseguida entró en su línea habitual. “los españoles van a pagar los impuestos a la banca, por una coalición con la que nada puede ir ya a peor en España”. Al final esta señora siempre acaba todo con la misma cantinela: Sánchez es el causante del apocalipsis de los tiempos; nada es responsabilidad por los errores propios, porque sus errores no existen. O mejor dicho, sabe que mete la pata a diario, que a veces resulta más simple que el asa de un cubo, pero carece de capacidad para la autocrítica.
La estrategia de MAR es muy sencilla. Todo consiste en echarle morro y jeta a las cosas de la gestión pública. Sí van bien en algún lugar del país, el mérito es nuestro y es el resultado de nuestra gran política; si no van tan bien, siempre tendremos a Sánchez sentenciado ya desde antes de empezar a hablar, como culpable de todo. ¿Serían alguien IDA o MAR si Sánchez no existiera? Seguramente serían poquito, porque entonces no tendrían nada que decir.
Es como un deja vu, como si esto fuese ya antiguo. Como si MAR fuese la televisiva Mari Carmen con sus muñecos, y Ayuso su Doña Rogelia. Ella es la que aparece para decir todo, pero es el otro el que maneja los hilos y pone las palabras. El ventrílocuo puede atiborrarse de cubatas, y hasta resultar feo o cansino (la cara la pone Rogelia) pero siempre será imprescindible porque sin él no hay escena. Lo triste es que entre tanta falsedad, tanta manipulación, y tanta actuación televisada, al final consigan su objetivo de arrasamiento de la izquierda, lo que no sería muy meritorio, porque la izquierda de hoy no necesita ser arrasada, ya se hace ella solita el harakiri a la menor oportunidad.
Lo que no es descartable es, que si eso no ocurre pronto y las encuestas empiezan a no ser tan favorables, a la diva madrileña se le acaben viendo sus carencias y miserias, y que eso en la mente del ventrílocuo desencadene la idea de que la solución es comerse al nuevo jefe, al gallego de los ojos llorosos, como antes se comió al abulense Casado, que acabó de ellos más que cansado.
Al menos Feijoo ya tiene los ojos vidriosos, y eso a Abascal se los pone brillantes y risueños. Al tiempo
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