lunes, 14 de agosto de 2023

EL PP, CATALUNYA Y LA INVESTIDURA DE FEIJOO.

Aprovechando que es domingo para darle al teclado.
EL PP, CATALUNYA Y LA INVESTIDURA DE FEIJOO.
En Génova 13 no quieren asumir de una vez que, aunque sean el partido más votado, carecen de apoyos para una investidura, y harían bien en reconocer cuanto antes, que su estrategia de investidura se ha desplomado, y no pueden seguir en una huida hacia adelante negando la realidad. Otra cosa será si Sánchez lo consigue o no, pero que ellos no pueden lograrlo, ya es incuestionable.
Nos pongamos como nos pongamos, nadie se acuesta fascista y se levanta abrazado a la democracia. Lo que está demostrando el PP es que tienen dificultades para asumir las reglas de juego de nuestra democracia, no solo porque por partidismo tratan de darnos una versión interesada de una Constitución que no es interpretable. (por ejemplo, que somos una democracia parlamentaria no presidencialista), sino porque con actuaciones como su negativa a renovar el Poder Judicial, durante más de cuatro años, dan una prueba evidente de que presumen de su constitucionalismo, pero a la vez incumplen la Constitución.
Su relación íntima con la extrema derecha no le ayuda en absoluto a transformarse en una derecha moderna y europeísta. El PP aporta los votos, pero Vox impone la ideología. Eso mantiene al PP como una versión rancia de un franquismo al que no acaban de enterrar, y que hace que le hace continuar caminando por la senda del trumpismo, mientras que blanquean a la ultraderecha. Detrás de su neoliberalismo y de una pretendida defensa de la libertad, ocultan sus políticas de pérdida de derechos y precariedad económica. Ensalzan la libertad, pero en realidad impiden el ejercicio de esa libertad a quien no comulga con sus principios.
Desconozco de quien es la frase, pero en ella afirmaba que la derecha gobierna para doscientas familias de nuestro país y con eso, al estar en un sistema democrático, no le otorga los votos suficientes para gobernar, lo que la obliga a que, si quiere ganar unas elecciones, solo puede hacerlo mintiendo. Y es que gobernar para las clases privilegiadas requiere contar con el control absoluto de la información, de la justicia, de la cultura, y sobre todo de la política. En ese convencimiento está instalado el PP actual, necesitado de un ambiente ultraconservador que impida que sus iniciativas puedan cuestionarse y sus mentiras resulten creíbles.
Sirva como ejemplo lo que ocurre en nuestras grandes ciudades donde gobiernan, porque resulta paradójico, que mientras en las grandes ciudades europeas se apuesta por el ecologismo y los avances sociales, aquí se plantean no luchar contra las emisiones o la especulación inmobiliaria antes que la protección del clima y el medio ambiente, el bienestar de las personas o la lucha contra la desigualdad social. Con ese entorno social que ellos mismos han propiciado y estimulado, no pueden enfadarse porque los otros partidos, en especial los independentistas, no quieran, ya no sentarse a hablar, sino que ni tan siquiera se molesten en descolgarles el teléfono.
El PP parece no haberse dado cuenta aun , de que quien siembra vientos recoge tempestades. Si un asunto se judicializa, luego es difícil encontrar soluciones por la vía del dialogo. Todos sabemos que cuando entre dos vecinos hay una denuncia, luego resulta muy difícil que sus relaciones vuelvan a un cauce sereno. Eso es importante tenerlo en cuenta cuando desde el PP tratan de encontrar una solución al problema de su relación con Catalunya, y para entender como han llegado hasta aquí. Antes de intentar buscar soluciones, es importante saber la situación de partida y a dónde y hasta donde se quiere llegar con ellas.
La ideología democrática del PP se cuestiona por falta de credibilidad y de coherencia. Un partido de estado, como su líder dice que es el PP, no puede tener como programa electoral solo un punto: quítate tú que me ponga yo, porque en eso se resume su “derogar el sanchismo”. Y tampoco negarse a hablar con todos, pero de hacerlo, ir predispuestos a asumir las posiciones de los demás, aunque no se compartan.
Mientras no se planteen que se están equivocando en su forma de actuar, van a aferrarse solo a una posibilidad de seguir en esa línea: que el rey le encargue a Feijoo que intente la investidura. Así van a poder decir que ellos son los únicos que intentan evitar unas nuevas elecciones, porque aprovecharían su candidatura como primer mitin por si se repiten, o como su primer discurso de oposición si Sánchez lo logra. Deberían medir el escaparate al que se exponen, porque se les verá solos y con el único apoyo: la ultraderecha. Más de lo mismo.
Puede que el rey lo haga y le encargue a Feijoo formar gobierno, pero aceptarlo a sabiendas que no puede lograrlo, es todo un símbolo de lo contrario a lo que implica un verdadero proceso de modernización de la derecha de nuestro país. Pueden mirar lo hecho en Finlandia o Suecia como referencia. No es difícil de entender que su actitud con Catalunya en el pasado les cierra todas las puertas hoy, pero si quieren volver a abrirlas, deben acometer sin demora ese proceso de autocrítica y modernización. Pero la actual cúpula del PP, con los Ayuso, Pons, Bendodo y el propio Feijoo, no lo hará, porque está más próxima a la rancia ultraderecha que a una derecha moderna europea.
Nadie puede ignorar que el problema de las relaciones con Catalunya es muy antiguo, pero tampoco que posiblemente el punto de inflexión más cercano en nuestra historia reciente es la sentencia que tiró por tierra un Estatut que fue aprobado por el pueblo catalán con un 74% de votos a favor. Si el PP no es capaz de asumir que fue un error la recogida de firmas que realizó contra ese Estatut, para luego interponer un recurso de inconstitucionalidad, es que no tiene voluntad de encontrar un punto de encuentro para empezar de nuevo a construir su relación con Catalunya. Ellos rompieron los puentes, y la sentencia a su recurso hizo lo demás. A partir de ese momento solo ha habido desencuentros, protestas e indignación por ambas partes, que no les han conducido a nada bueno.
Mientras a la derecha le interesen más los territorios que las personas, porque antes que catalanes son personas, difícilmente el PP va a conseguir que los partidos catalanes se le pongan al teléfono, y no podrá ser investido Feijoo por mucho que repita que el suyo es un partido de Estado. Están mareando la perdiz y lo saben, pero siguen su hoja de ruta hacia un nuevo fascismo disfrazado de ultraliberalismo económico, pero que nos vuelve al pasado en derechos y libertades. Hoy, investir a Feijoo, es respaldar esa ideología, la de un partido que ve normal que, en la Jornada Mundial de la Juventud, sean noticia los canticos de su eslogan por algunos jóvenes españoles: “que te vote Txapote”, o que vociferen el “cara al sol”. Son la nueva cara del fascismo, pero resultan muy antiguos
Feliz domingo

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