domingo, 6 de agosto de 2023

Día de la Constitución

Día de la Constitución
6 de diciembre. Conmemoración de la fecha en que se aprobó nuestra Carta Magna, esa fórmula mágica para la convivencia, que somos incapaces de reformar.
Hoy es un buen momento para darnos cuenta de que no avanzamos, sino, muy al contrario, que retrocedemos. La ideología del país involuciona, estamos imitando al cangrejo. No es una cuestión de verlo desde la óptica del progresismo o del conservadurismo, sino de ver como se ponen trabas a todos los avances sociales. Tu avance recorta mis privilegios, deben pensar muchos que ven un texto inmaculado. Reina el involucionismo en todos los rincones, y sin que se pueda generalizarse, no es difícil confundir a algunos representantes públicos con esos podencos de las realas de los cuadros de caza mayor, dispuestos a morir por matar.
El bulo, la mentira, la murmuración son el dardo nuestro de cada día. Nunca es el momento adecuado para acordar. Que una parte de nuestro Congreso se comporte como una jauría (eso sí, encorbatada) nunca va a posibilitar un encuentro. Deben creer que lo soez no quita lo valiente. Lo montaraz, lo malsonante, lo poco educado, lo feroz y grotesco, no cambian la verdad, pero no dejan oírla y la silencian. Perder los papeles es nauseabundo y a diario algunos los pierden convirtiendo el Congreso en un estercolero. A degüello con el rival, que no es rival sino enemigo. Pero ¡Ojo! también para el amigo los hay que guardan la puñalada trapera, el golpe por la espalda, aunque la lucha interna siempre pase factura.
Chantajistas que tratan de borrar del mapa a los chantajeados. Políticos desacreditados que desacreditan las instituciones en las que pacen. Empesebrados por un salario, por un boato, y por un reconocimiento social y personal. Estrategas en el secuestro de nuestra democracia, trabajando cada día para hacerla inservible. Nos hablan de Constitución desde sus privilegios, no desde el corazón de este país. Y en la calle cada día más frio, más pobreza, más desigualdad. Miles de ciegos negados a reconocer que no ven, a admitir que no hay una única verdad, aunque hacerlo les esté matando. Reina la hipocresía, triunfa el engaño. Les escuece la coalición gobernante, que no el gobierno gobierne.
Poco importa la opinión pública a sus señorías, porque solo creen en la opinión publicada, esa que prefiere inhumar ministras que exhumar dictadores. Porque quieran o no sus señorías, es impresentable que en el siglo XXI los discapacitados sean disminuidos cuatro años más, que nuestros hijos vean los espectáculos permitidos en el Congreso, que se consolide el principio de que el varón prima sobre la mujer en la corona, o que pueda perpetuarse el boqueo del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial por los propios jueces, y que esos órganos del Estado estén colonizados por los partidos políticos. Es impresentable que no se reforme la Carta Magna para evitarlo.
Nada hace pensar que sea posible una reforma que la ponga a punto. Prefieren mantener un texto ya enfermo por el paso de los años. Pero por muy alto que griten, y defiendan su contenido, aunque la incumplan por sistema, no es de recibo que se crean más españoles y constitucionalistas, solo porque gritan ¡Viva España!
Es otro año más perdido sin reformarla, y sin cumplir el espíritu de la Constitución

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