¿Alguien recuerda qué fue de aquel supuesto espionaje a Isabel Díaz Ayuso por parte de personas contratadas en el Ayuntamiento de Madrid?
Fue en 2022, coincidiendo con la noticia de que el hermanisimo de Ayuso había cobrado una comisión de 283.000 euros a través de un empresario amigo que le facturó a la Comunidad que preside la hermanisima. A consecuencia de ese asunto mataron a Casado y nadie habló de la comisión del hermanico.
El inventor de los espías fue MAR, ese señor que por 100.000 euros anuales se dedica a amasar fango. Hace unos meses inventó otra novela de aventuras, la del novio perseguido, y ayer conocimos que en España tenemos el primer caso de defraudador a Hacienda de la historia, donde todos son sospechosos menos el delincuente pese a ser confeso. Todo fue tan sencillo como que Hacienda detectó facturas falsas, los testaferros declararon que no había trabajos, y Hacienda denuncia ante la Fiscalía.
Pero Ayuso siguió palante, y culpó al Gobierno de Sánchez por querer acabar con ella. Todo el mundo sabía que eso era falso, que lo que sucedía de verdad es que tenía un chorizo en la cama. Los correos lo demostraban, pero su MAR continuó con su cuento y le ordenó que por desvelar sus mentiras, la pareja de Ayuso denunciara al fiscal por revelación de secretos. A MAR no le pareció bastante trama aún, e inventó periodistas encapuchados para reforzar la película. Había que conseguir que le ruido tapase el fraude fiscal del amadisimo, y de paso que nadie hablase de la casa donde su muñequita tiene el nidito de amor, por cierto, que nadie sabe quién la ha pagado.
Estamos ante una autentica novela de espías con sus muertos y todo. Primero murió Casado, y ahora quieren muerto al Fiscal general. Todo para que nadie se fije en lo que hacen ellos.
La única esperanza que nos puede quedar a los espectadores, es que sabemos que a cada cerdo le llega su san Martin, y aquí no hay un cerdo, sino toda una piara.
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