Hemos cambiado las deidades a las que encomendarnos. Ni Cristo, ni Mahoma, ni Buda son tan importantes para muchos jóvenes, y no tan jóvenes, como lo son hoy los llamados dioses modernos. El móvil, el espejo y el gimnasio son la nueva santísima trinidad.
En este siglo ha surgido la nomofobia, un trastorno derivado de la globalización y los avances tecnológicos que hemos vivido en el ámbito de la comunicación. Es un trastorno provocado por el miedo a no tener a mano el teléfono móvil. Mas de 3.000 millones de personas tienen, al menos, uno. Pero esa facilidad para acceder a información con cualquier fin trae consigo efectos negativos para la salud, especialmente cuando se transforma en una adicción. Muchos la sufren sin ser conscientes de ello.
Sus consecuencias son muy diversas, y van desde trastornos físicos a psicológicos, empeorando la calidad de vida. Entre las físicas podemos empezar por la vista, porque la luz que emiten estos dispositivos la deterioran, sobre todo porque provocan un acercamiento de los ojos a la pantalla y el impacto de la luz aumenta pese a los filtros, afectando a las células retinianas, dañándolas en ocasiones de manera irreversible. También están descritos problemas musculares en espalda y cuello por provocar tensión al tenerlos en las manos de manera continuada y en posturas poco adecuadas, y en muchos casos provoca tendinitis.
Los daños psicológicos van desde el aumento de la ansiedad, la sensación de depresión, estrés y aislamiento social, pasando de relacionarnos físicamente a hacerlo digitalmente. En muchos casos es una verdadera adicción o dependencia del móvil. Disponer de conexión a internet o disponer de aplicaciones de mensajería en redes sociales se ha convertido en algo imprescindible para algunas personas, y ya existen centros de rehabilitación en algunos países.
Ese dios moderno, el teléfono móvil, se ha vuelto tan indispensable que a veces nos es difícil darnos cuenta de que estamos abusando de su uso. No se trata de no usarlo, sino de hacerlo de manera racional y responsable. El tiempo de su uso lo decides tú.
El segundo dios moderno, el espejo, lo es por la obsesión de mirarse continuamente en él, con la intención de encontrar defectos físicos y corregirlos. Ese trastorno es la captotrofilia. Es la patología de quienes buscan adecuarse al falso ideal de belleza centrado en los rostros y los cuerpos perfectos, que impera en la sociedad actual. Son personas quienes la sufren con una alta inseguridad, baja autoestima y patologías de la personalidad. El ejemplo más habitual es el de quienes se arreglan en exceso, pero nunca están conformes con su apariencia.
Es conocido como síndrome del espejo o trastorno dismórfico Corporal y se caracteriza por la observación obsesiva de defectos al mirarse al espejo. Pueden ser reales o imaginarios, pero este trastorno genera niveles excesivos de ansiedad, llegando a generar una insatisfacción que llega a depresión y que afecta la relación con el entorno. La creación de un tipo de belleza a través de las redes sociales, ya que en ellas estamos en una es el origen de este trastorno constante visualización de imágenes irreales, induciendo a pensar que las personas son más valoradas por su juventud o por su delgadez. La mayoría de las personas nos vemos, nos queremos y nos valoramos, pero creer que solo existe un tipo de belleza nos convierte en autocríticos y eso nos genera comportamientos negativos y autodestructivos, mostrando síntomas ansiosos-depresivos, de aislamiento social y trastornos alimenticios, como anorexia, bulimia, e incluso, adicción a las cirugías plásticas.
Este trastorno solo se puede superar asumiendo que tenemos prejuicios sobre lo que es la belleza, aprendiendo a reírnos de nosotros mismos, asumiendo que somos únicos y no comparables, y concentrarnos en nuestra salud y bienestar. La belleza surge de las diferencias, y aceptarnos como somos nos libera de una carga emocional que es dañina.
Y el tercer dios moderno es el gimnasio, no como lugar para mejorar nuestro cuerpo a través del ejercicio, sino el lugar donde satisfacer nuestra obsesión por ganar masa muscular. La conocida como vigorexia, es un trastorno mental cuya denominación correcta es dismorfia muscular. Quienes lo padecen, experimentan una distorsión de la imagen corporal, y nunca se ven lo suficientemente musculados o fuertes. Está asociada no solo a un ejercicio compulsivo de levantamiento de pesas, sino también a alteraciones alimentarias orientadas a conseguir un mayor volumen muscular, pero no es un trastorno alimentario, aunque comparte con estos la preocupación obsesiva por la figura y sufrir una distorsión del esquema corporal. Es más frecuente en los hombres y se suele iniciar en torno a los 18 años.
Este trastorno no tiene una única causa, sino que es multifactorial, y afecta en mayor medida a personas con baja autoestima, perfeccionistas o personas con excesiva autoexigencia, con dificultades en las relaciones interpersonales, con deficiente regulación de sus emociones, obsesivos, con antecedentes de sobrepeso u obesidad, que han sufrido acoso o bulling por su aspecto físico en la infancia. Suele acabar convirtiéndose en un estilo de vida, en una obsesión que implica un distanciamiento de las labores cotidianas, y en ocasiones es causa de abandono del trabajo o de las relaciones sociales.
Las pautas principales para prevenir este trastorno suelen sen practicar el ejercicio en grupo y a través de actividades lúdicas de las que el gimnasio sea un complemento. La supervisión de un entrenador personal que paute un programa de ejercicios que se adecuen al nivel físico de esa persona y evitar la sobreexposición a ciertos contenidos de internet y las redes sociales. Puesto que estamos ante un trastorno cuyos principales factores desencadenantes son de tipo cultural, social y educativo, su abordaje debe ir enfocado a modificar la conducta y la perspectiva que tienen los afectados sobre su cuerpo. Un entorno afectivo que brinde apoyo cuando intentan disminuir su programa de ejercicios a rutinas más razonables es imprescindible. La alimentación es otro campo para analizar, ya que es muy frecuente que estas personas consuman muchas proteínas y carbohidratos, pero poca cantidad de grasa en su intento por favorecer el aumento de la masa muscular,
El consumo de anabolizantes suele estar presente, porque solo buscan aumentar el rendimiento físico, sin conocer que su utilización produce diferentes trastornos en el organismo: masculinización e irregularidades del ciclo menstrual en las mujeres, o acné, atrofia testicular y disminución de la formación de espermatozoides en los varones. Además son muy frecuentes los problemas de retención de líquidos, y provocar insuficiencia renal y hepática, y aumentar significativamente el riesgo de infarto y de accidente cerebrovascular.
Tres dioses modernos, a los que un profesar un culto desmedido perjudica tu salud.
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