Nuestra situación política como país es bastante compleja. También lo es la social.
En la política. Aunque la presunción de inocencia es un principio fundamental del sistema judicial, en la práctica, la opinión pública tiende a formarse rápidamente juicios basados en información y prejuicios previos. El caso del novio de la muñeca diabólica y l de la mujer de Sánchez son un ejemplo.
González Amador ha sido acusado de fraude fiscal, pero ha decidido convertir su situación en un negocio. Se ha querellado contra un montón de gente, y la cantidad que les reclama por difamación supera la cantidad que se sabe que defraudó, lo que sugiere una estrategia de defensa agresiva por parte de su abogado. Es el ejemplo perfecto del emprendedor. La novia es siempre la víctima del pérfido gobierno del Estado, mientras deslegitima a las instituciones. Según la señora, reconocer la culpabilidad es una estrategia necesaria para negociar con la Agencia Tributaria, aunque esto contradice la lógica de quienes se consideran inocentes.
Esta situación es la prueba de la doble moral en la aplicación de la presunción de inocencia, porque mientras se exige respeto por el novio, la esposa de Sánchez, es objeto de ataques sin pruebas concretas de la supuesta utilización de su posición para beneficio personal que le atribuyen. O la manipulación mediática, dando cifras exageradas sobre la fortuna del hermano de Sánchez, difundidas sin fundamento y contribuyendo a la desinformación. Es la estrategia del ventilador para desviar la atención y confundir al electorado, lo que permite que Ayuso y su entorno presenten a Amador como víctima de una persecución política.
En este contexto es imposible que los votantes puedan discernir la verdad en medio de la confusión, lo que les permite cuestionar la credibilidad de las instituciones, sin pensar en el daño que hacen al sistema político español del que ellos forman parte y que un día puede vivir la misma situación que los han creado ahora contra el gobierno y sus aledaños.
Y en la social no estamos mejor. La muerte repentina de la actriz Marisa Paredes ha conmocionado a la sociedad española, que le reconoce su trabajo en diferentes películas y en teatro, y que fue galardonada con el Premio Nacional de Cinematografía en 2006 y el Goya de Honor en 2018. Su fallecimiento ha generado diferentes reacciones. La izquierda destaca su influencia en la cultura y su compromiso con la igualdad. Pero ni la Casa Real, ni Feijoo, ni Ayuso, ni Almeida han emitido mensajes de condolencia. Una cosa es que Paredes en su activismo social haya criticado a los gobiernos del PP en Madrid y apoyado causas progresistas, y otra que se comporten ante su muerte de una forma tan. miserable.
Cuando un artista adquiere el nivel de Marisa Paredes, solo se puede honrar su legado. Ya ocurrió con Almudena Grandes, pese a que ambas se reivindicaron como orgullosas madrileñas. Que la tierra le sea leve a una gran dama de nuestra cultura.
Política y socialmente la situación es compleja. Judicialmente mejor ni hablamos.
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