viernes, 6 de diciembre de 2024

Día de la Constitución

El día que se conmemora la Constitución no viene mal ver como de constitucional es la forma de actuar de muchos. Aquí un extracto de un artículo de José Precedo. Merece la pena responderse las preguntas para entender de qué va esto que llamamos democracia
Claro que el Gobierno de Sánchez, como todos los gobiernos, merece ser fiscalizado y criticado: ahí están todas sus contradicciones con Puigdemont, sus bandazos con la emigración, el abandono del Sahara, sus raquíticas medidas en materia de vivienda que ahogan a una generación entera, y sobre todo el gravísimo caso de corrupción que llegó a alcanzar (presuntamente) en su primer gobierno a quien fue 'número dos' del PSOE y ministro de su departamento más inversor.
Pero antes de fiscalizar todo eso, una mínima cultura democrática obligaría a que la opinión publicada empezase por reconocer la legitimidad del Gobierno, en lugar de intentar derribarlo por lo civil y por lo criminal, incluso alentando y celebrando la violencia física contra sus integrantes, tal y como hemos visto en las últimas semanas en algunas columnas y soflamas radiofónicas.
La coda tragicómica al debate es ese sector del columnismo canalla que imparte lecciones sobre la necesaria distancia con el poder y proclama que en España el periodismo transgresor y el que se la juega de verdad es el que insulta día tras día a Sánchez o a cualquiera que esté a su izquierda. Repiten eso mientras compran toda la mercancía averiada que produce la factoría Ayuso-Rodríguez.
La lista de preguntas que puede hacerse cualquiera que se pare a analizar las escaletas de radio y televisión, los editoriales y portadas de los diarios, es interminable.
¿Puede la opinión publicada asumir como normal que la pareja de Ayuso, más allá del juicio sobre su fraude fiscal confeso, cobre comisiones millonarias de una sociedad administrada por un directivo del grupo Quirón, el gigante sanitario que recibe cientos de millones de euros del Gobierno regional?
¿Resulta creíble escandalizarse con que una asesora de Moncloa mande un correo electrónico a una empresa hablando en nombre de la pareja de Sánchez mientras se acepta con total normalidad que el jefe de gabinete de Ayuso haya asumido sin ningún disimulo la defensa de su pareja comisionista?
¿Qué pasaría si un alto cargo del Gobierno central amenazase directamente al Fiscal General del Estado, tal y como ha hecho en sus redes sociales Miguel Ángel Rodríguez hace solo una semana?
¿Tiene algo que ver su bula en la mayoría de medios conservadores con que sea él mismo quien reparte los millonarios presupuestos de publicidad institucional de la Comunidad de Madrid?
¿Se imagina alguien qué pasaría en España si el presidente del Gobierno se hubiera ido a una comida privada (o pública, en el caso de que lo sea almorzar para ofrecer en persona la dirección de una tele pública que debe adjudicarse por concurso) en lugar de tomar decisiones y alertar a la población en las horas previas a una DANA que se ha cobrado ya 220 vidas?
¿Y si días más tarde el mismo presidente que se niega a dimitir decidiese subir el sueldo a los nuevos consejeros nombrados tras el desastre?
Las diferentes varas de medir de los medios y de cómo la configuración de lo que los académicos llamaron hace décadas “agenda setting” (los temas que elige la prensa para situar en el debate público) no solo no es inocente, sino que tiene una incidencia directa en lo que votan los ciudadanos y, por tanto, en la evolución de las democracias.
En las últimas municipales y autonómicas, por ejemplo, todo el debate político se centró en el papel de Bildu como socio de Gobierno y el famoso “que te vote Txapote”. Esos comicios que decidían los gobiernos de 12 comunidades autónomas y más de 8.100 ayuntamientos se plantearon en muchos medios de comunicación con sede en Madrid como una primera vuelta para hacer caer al Gobierno. Año y medio después, todas las coaliciones de PP y Vox en las autonomías (el modelo que se planteaba como alternativa para La Moncloa) han saltado por los aires y puede que algunos valencianos estén echando de menos ahora que aquella campaña no se hubiera ocupado de asuntos relacionados con la gestión autonómica.
Cualquiera que repase las principales radios, televisiones y diarios puede concluir sin ningún esfuerzo que la agenda setting en España no solo está clamorosamente sesgada hacia la derecha sino que un buen número de medios de comunicación consideran que su tarea más urgente es echar a Pedro Sánchez.

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