miércoles, 13 de enero de 2016

13 de enero.- MEJOR PENSAR QUE HACIENDA SOMOS TODOS


Que te confirmen que la realidad es inerte al cambio, y que todo sigue siendo como ha sido siempre, es una invitación al pesimismo. A ese estado de ánimo negativo contribuye saber, que las primeras leyes no se concibieron para mejorar lo de todos, sino para controlar y castigar a unos pocos que molestaban a quienes tenían capacidad de legislar. Y no hay que viajar atrás en la historia, porque en tiempos no tan lejanos, incluso se ha legislado, no para obligar a repartir a quienes tienen comida de sobra, sino para castigar ejemplarmente al que estaba obligado a comer solo sobras, o a robar para poder comer. 

Eso hace positivo que de vez en cuando, nos golpeen frontalmente con una frase o una imagen que nos devuelva a esa realidad.  Televisión, prensa, escaparates, o publicidad, nos desvirtúan a diario una realidad inaguantable, y así nos hacen ilusionarnos y ver el mundo de un color diferente al absolutamente gris que realmente tiene. Nada cambiará mientras los poderosos permanezcan por encima de esas leyes, que es lo que realmente ocurre. Todos sabemos que no es lo mismo ser ladrón, que ladrón de cuello blanco, o que está más castigado sisar en la compra que recibir comisiones ilegales. La razón de esa diferencia de trato está, en que las leyes sobre la propiedad se han hecho para aplicarlas al que carece de ella (generalmente miembros del pueblo), y no para quienes dominan a ese pueblo.

Para quienes forman parte de una minoría pudiente en el sentido amplio, existe una ley diferente; su propia ley. Son múltiples los ejemplos que conocemos de esa afirmación, y van desde la existencia de un aforamiento para políticos, pasando por una legislación militar específica, hasta llegar a una ley legislación eclesiástica. La mayoría de españoles vivíamos convencidos de que, además de en la muerte, también nos igualaba hacienda. Hasta ayer, en que muchos se sorprendieron con la afirmación de una abogada del Estado en el juicio por el caso Noos, de que la afirmación “Hacienda somos todos” es tan solo un eslogan publicitario.

Lo sorprendente no es que nos digan la realidad, sino que ahora ya nos la dicen a la cara, sin el menor rubor. Pero la abogada tiene su parte de razón, porque en esta época que nos ha tocado vivir, todo es pura propaganda. Hay están frases como “la independencia  de la justicia”, “somos un Estado de derecho”, o “todos somos iguales ante la ley”, que además de ser solo frases falaces, son más un recurso retorico que una realidad.  Se mire desde la óptica que se quiera, hay una clase privilegiada escapa al control tributario en múltiples ocasiones y cuando les pillan siempre les sale barato. Para esos, la multa siempre acaba siendo menor que la rentabilidad económica obtenida, o un año de cárcel les supone una retribución de un millón de euros anual por trabajar como preso.

En este estado de fiscalidad injusta, solo pagan los impuestos que deben, los asalariados con nómina mensual a quienes se les retiene IRPF, o los autónomos que liquidan puntualmente su IVA como buenos creyentes. También hay otras formas de contribuir al erario público, como son el copago farmacéutico, o los impuestos indirectos. Frente a estos “pringaos" por definición, están quienes ejercen algunas profesiones liberales, empresarios, o SICAV. Estos últimos pueden acogerse a unos regímenes fiscales específicos, que les permiten ser un poco menos “hacienda” que los anteriores.

Pocos son conscientes de que dejar de pagar IVA, realizar pagos en negro, u ocultar pequeñas cantidades en la Declaración de Hacienda, solo son minucias frente al volumen de engaño que cada contribuyente soportamos de las grandes fortunas. Y tampoco deben ser hacienda, los beneficiados de amnistías fiscales, o los grandes patrimonios de nuestro país, esos entes al frente de los cuales colocan como sus cabezas visibles, a personajes que se permiten darnos lecciones de decencia, honestidad y patriotismo, mientras ellos se lo llevan calentito a algún paraíso fiscal fuera de nuestro país.

Y como no, tampoco, siempre según la abogada del Estado, puede ser hacienda  la señora de Urdangarin,  aunque posiblemente la letrada le hizo un flaco favor en el juicio con su afirmación. Pese a lo dicho por la letrada, habrá que seguir pensando, que aquello que la hacienda pública no consigue recaudar, va en perjuicio de unos buenos servicios públicos, de tener capacidad para ayudar a los desfavorecidos, o de poder redistribuir la riqueza para hacer frente a la desigualdad social.


Si a alguien le ha convencido la abogada, que realmente lo de “hacienda somos todos” es solo un eslogan publicitario, puede optar entre dos posibilidades: o convertirse en defraudador, o gritar con todas sus fuerzas en la calle, que vive en un Estado tremendamente injusto.

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