sábado, 18 de abril de 2015

RATO ERA UN SER HUMANO DE LOS NORMALES


Dice Rajoy que existen dos tipos de seres humanos: los normales y los otros. Los primeros son los que le votan a él y su partido. Los otros, los raros, somos todos los demás, por no reconocerle como el autor del gran milagro económico del mundo mundial en el siglo XXI, al lograr que este mes en las cidras del paro, solo figuren ciento dieciocho mil inscritos más que cuando él llego a la jefatura de gobierno.

Cada vez somos más los seres humanos raros, esos que creemos que son reales los miles de familias que se han visto desahuciadas, o los que pensamos que son ciertas las cifras de hambrientos que dice el informe de Cáritas, o los convencidos de que nuestros sistemas sanitario y educativo están peor desde que el gobierna, o que creemos que los contratos basura son ya la mayoría, o que pensamos que los miles de jóvenes exiliados al extranjero no lo han hecho por voluntad propia. Es la consecuencia de que no profesamos la fe mariana de los seres normales.

Pero estos días, no todos los seres normales andan satisfechos, porque a Rodrigo Rato, un ser humano normal de los más ilustres, lo han “pillao con el carrito del helao”. Y como en todas las ocasiones en que se han destapado asuntos turbios de su partido (y son ya muchas), Rajoy ha intentado ponerse de perfil intentando así eludir sus responsabilidades. No parece darse cuenta de que con esa actitud no solo daña a su partido (es muy libre de hacerlo), sino que también deteriora la imagen de las instituciones en las que ejercen o han ejercido los corruptos, y para eso no es libre, sino que debe responder (eso si nos afecta a todos). No todo vale para mantenerse en el poder, y menos si con ello se cuestiona la confianza ciudadana en el sistema democrático.

En teoría, todos somos iguales ante la ley, los normales y los raros, pero eso no significa que todos tengamos la misma responsabilidad. No es solo cuestión de esperar a la actuación de la justicia, en paralelo están las responsabilidades políticas, y de esas, el máximo dirigente del partido de gobierno debe rendir cuentas ante los ciudadanos. No es de recibo la estrategia de Rajoy de que cada vez que aparece un problema en el PP, él se limita a esconder la cabeza, ni que su partido pretenda aparecer ante los medios como el que ha puesto ante la justicia a los corruptos.

Pero esa estrategia es de todos los responsables de su partido. Ejemplos de esto son como primero negaron la Gürtel y luego Aguirre se colgó la medalla de haber sido ella la que había destapado el caso. Por eso, si ahora en el caso Rato hemos visto a Rajoy mirar para otro lado, no debería sorprendernos que pronto se arrogue el mérito de ser él quien destapó el caso. Otros miembros del PP, de los llamados de segunda fila,  defienden a su partido afirmando que sus corruptos a quien le hacen daño es al PP. Parecen olvidarse de que a quienes primero han hecho daño sus corruptos ha sido al conjunto de los ciudadanos con sus maneras alégales de  actuar.

Quienes calificaban de error, que lo fue, la amnistía fiscal de épocas socialistas, son los que a su llegada al gobierno pusieron en marcha una nueva amnistía, y mientras  realizaban los recortes a los ciudadanos no se preocupaban de si las fortunas amnistiadas habían sido obtenidas impúdicamente. Su gran preocupación era obedecer, como alumnos aventajados, las decisiones de Merkel, y para nada ocuparse de averiguar de qué alcantarilla salía perfume hediondo. Muchos votantes del PP piensan que eso ha llevado a su partido a encontrarse hoy enterrado en basura.

Rajoy confía su futuro a que un gran sector de la población se alimenta políticamente de la fe en su partido y no de los análisis ni de las pruebas acreditadas, y de que para ellos, la verdad es la que escuchan o leen en el medio de comunicación del que son seguidores. Solo eso puede justificar que las encuestas aún den al PP como el partido con mayor intención de voto pese a ser  un trufado por personas que han ejercido cargos de responsabilidad y que hoy están incursos en escándalos de corrupción. Su gran esperanza es que el electorado conservador ha demostrado, elección tras elección, que soporta todo, hasta alguien que no toma decisiones como presidente.

En el PP confían en que ni una hecatombe electoral en las próximas municipales, provocará que su electorado cuestione a sus dirigentes. Intentan basar todo en su política económica, y en los halagos que esta recibe por parte de la Troika, del BCE y del FMI. Deben pensar que los ciudadanos creemos a esas instituciones ajenas a la reforma laboral y los recortes, y que las vemos como autoridades económicas fiables. Se equivocan, porque puede que un muy mal resultado no cuestione a sus dirigentes, pero si provocar el anticipo de las generales.

Con este panorama político, es una lástima que los partidos que hoy son la oposición, en lugar de encontrar puntos de encuentro entre ellos y con los ciudadanos, estén más preocupados en adquirir su propia dosis de protagonismo. Es triste ver como en la situación de deterioro del gobierno, esos partidos a través de sus dirigentes, dan muestras de unas dosis de prepotencia y de falta de generosidad que aleja a los ciudadanos de sus opciones. Y si esa actitud resulta grave en las cúpulas estatales, en las direcciones provinciales, de unos y de otros, es para ingresar en la UVI.



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