No me refiero a
la fantástica película, sino a la tradicional intervención del jefe del Estado
la víspera de navidad. Desconozco lo sucedido ayer en cada hogar, pero en mi
casa, del discurso del
rey nadie ha estado pendiente. Es más, en casa ni tan siquiera
estaba puesta la televisión mientras se emitía. La realidad es que por mucho empeño que pongan los
medios en destacar los contenido de este mensaje, a los ciudadanos de a pie, este tradicional discurso, cada vez interesa menos.
Hoy en los
medios si he podido ver algunos
contenidos: que en esta España cabemos todos, que asume las exigencias de dar ejemplo
que la sociedad le exige, que para hacer frente al problema
de la independencia de
Cataluña hay que recurrir a la generosidad, y una obviedad
como que para salir de
la crisis hay que acabar con el paro.
Lo primero que se
me ocurre como valoración del discurso, es lo fácil que debe resultar pedir esfuerzos a los demás,
cuando esto se hace desde una situación de solvencia económica, sin posibilidad
de que te lleven ante un tribunal, y sobre todo desde la jefatura de un estado.
Así es capaz de dar consejos cualquiera, pero darlos
en esa posición no deja de ser cuanto menos, chocante.
Por mucho empeño que pongan en hacernos ver a la Casa Real
como preocupada por nuestros problemas, basta un vistazo a los medios escritos
para apreciar que deben dedicar su tiempo a hacer frente a sus propios
problemas (una hija en vías de imputación, un yerno
procesado, un pasado de Letizia que choca con sus creencias que defienden, o
las cacerías del propio monarca). Suficientes motivos para estar preocupados.
Sobre el asunto de Cataluña, más le valdría actuar
discretamente, que hablar. Lograr acuerdos con los partidos
catalanes mientras esté el PP en el gobierno del estado no es factible, y todos
sabemos que esta asunto tiene una duración a medio plazo, que habrá que esperar
a una composición más moderada del Congreso de los diputados para intentar
llegar a acuerdos razonables. Si
tanto le respeta el PP, debería utilizar esa ascendencia para hacerles ser
generosos como nos pide a los españoles en general.
Sobre la situación del país, estoy
convencido de que no se
arregla, no porque no exista solución, sino porque esa solución pasa por reconocer
que es el sistema esta corrupto, y en
esa situación, este mensaje es más de lo
mismo, es decir continuismo. Mientras no se reconozca el
problema para poder solucionarlo, estaremos alimentando la corrupción, que es
lo que por desgracia abunda.
Sobre la justicia. Es difícil que alguien que dice que todos somos
iguales ante la ley y después se conocen las trabas que encuentran quienes intentan esclarecer asuntos que directamente le
afectan a él y su familia, pueda tener ante la mayoría de los ciudadanos la
credibilidad necesaria para que una palabra suya oriente un cambio de rumbo.
Todo el mundo
tiene derecho a rectificar,
y si quiere puede recuperar credibilidad convocando a todos los partidos
políticos para un gran acuerdo por la igualdad entre ricos y pobres, reduciendo
los gastos de la Casa Real a la mitad, haciendo pública la contabilidad de su
familia, o pidiendo la actuación de oficio de la justicia contra la corrupción.
Tal vez con una
iniciativa de este tipo, retrasase que cada día aumente el número de españoles
convencidos de que ha
llegado el momento de recuperar la república.
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