En medio de la catástrofe se ha colado Trump. Por mucho que en Vox se alegren de que ha triunfado la "libertad" en EEUU, hoy es un día triste, decepcionante para el conjunto de los humanos.
Trump es sinónimo de tristeza y desasosiego, un personaje estrafalario, mentiroso, racista, machista, putero y corrupto, pero lo han decidido los norteamericanos y hay que respetar su decisión. Otra cosa muy distinta es que debamos alegrarnos por esa victoria trumpista, lo que sería una estupidez, pero ya es sabido que la estupidez es una cualidad sin límites entre los humanos. El resultado de las elecciones de EEUU hoy es un déja-vu, un totum revolutum de trabajadores esgrimiendo banderitas y asumiendo los valores de sus verdugos, junto a progres estiraos que no votan porque hay “matices” que no les convencen, y todos aderezados con machirulos que nunca votarían a una mujer.
Es el tiempo de los defensores de patria y bandera, antes que del otro. De gentes que son capaces de votar contra sus intereses porque comparten los principios ideológicos del candidato, algo que solo puede calificarse de estupidez. Han tenido que decidir entre una mujer o un delincuente condenado, y se han decidido por el segundo, demostrando que les pueden más las tripas que la verdad. Trump será muy patriota, pero está condenado. Solo hay quen reconocerle que ha sabido vender su discurso de perseguido, y se lo han comprado, pero eso no contradice a quienes afirman que algo está fallando. Como afirma Gospodínov, cuando la gente no tiene futuro, vota pasado. Visto esto, no debemos descartar vernos en nuestro propio país a un antivacunas de ministro de sanidad, a un terraplanista de ciencia y tecnología, o a un neonazi de ministro de Interior. Allí hoy lo tienen más cerca y ya se sabe que los americanos marcan tendencia.
Y dejando a USA con sus usos, aquí seguimos con los trabajos de búsqueda de desaparecidos y limpieza de ciudades, intentando recomponer lo antes posible todo lo destruido personal y material. Un periodista buscador de platillos volantes, negacionista de vacunas, pero con programa en Cuatro (llamativo), pregunta en voz alta insinuando culpables estatales ¿Cuántas vidas podrían haberse salvado de haber estado desplegado el ejército en bloque desde el día 1 de la tragedia? Le ha respondido un cocinero: ¡Ninguna! Parece mentira que a alguien que es capaz de creer lo increíble, y hasta de hablar con los difuntos, no le alcance a pensar, que la mayoría de las vidas perdidas lo fueron durante el desastre, no después, y que los responsables de esas vidas pérdidas fueron los que no actuaron preventivamente, no los que acudieron después, pronto o tarde. Otra cosa es que ahora haya que reparar el daño y no se haya hecho todo lo rápidamente que sería deseable. La desgracia en Valencia es la muestra absoluta de la incapacidad política de sus responsables, no de quienes luego han ido a ayudar.
Tanto en EEUU como en Valencia, a veces hay que tocar fondo para despertar. Nunca es tarde, porque siempre da la sensación de que todo tiene que reventar, para que reaccionemos.
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