Hay otra ley universal en la política española: siempre que alguien del PP está en el disparadero, es otro quien paga el pato.
El primer dimitido por el Prestige fue un diputado del PSOE, por bromear con la tragedia. El primer dimitido por la Gürtel fue el ministro socialista Mariano Fernández Bermejo (y poco después cayó Baltasar Garzón, el primer juez que investigó esta corrupción). El primer dimitido por las comisiones del hermano de Ayuso fue Pablo Casado. Y el que más problemas tiene hoy con la Justicia por el fraude de la pareja de Ayuso es el fiscal general del Estado.
Los precedentes son muy claros. Y puede volver a pasar porque es la norma, no la excepción. Es la táctica habitual de la derecha. Así que no descartes que la primera gran víctima política de la tragedia valenciana sea alguien sin ninguna responsabilidad en la negligente gestión de la emergencia: la vicepresidenta Teresa
¿La responsabilidad de Ribera en esa emergencia? Ninguna. Sirva como ejemplo lo que ha ocurrido esta semana, con la segunda DANA en Andalucía, Catalunya y Comunitat Valenciana. Esta vez sí, se hizo caso de las advertencias meteorológicas. Se mandó a la gente a su casa y se cerraron los colegios en las zonas de riesgo. Se prohibió el tráfico rodado. Se enviaron a tiempo las alertas a los teléfonos móviles. Y todo esto lo hicieron los respectivos gobiernos autonómicos, no ningún ministerio: porque es su responsabilidad y porque también son las autonomías quienes cuentan con las herramientas para ejercerla.
Si se hubiera gestionado igual la primera DANA en Valencia, si se hubieran tomado entonces esas medidas, ¿cuántas víctimas se habrían evitado?
Nadie se acordó de Teresa Ribera ni el martes de la tragedia, ni el miércoles, ni el jueves… No fue hasta el pasado fin de semana –poco antes de la masiva manifestación en Valencia contra Mazón– cuando el PP empezó a lanzar el fango contra ella.
Nacho Escolar
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