Una conversación grabada hace una década entre Villarejo y el exsecretario de Estado de Seguridad Francisco Martínez revela cómo el comisario, que se jactó de manejar a Manos Limpias, facilitó al Gobierno de Rajoy datos sobre supuestos negocios del suegro de Pedro Sánchez y que Interior planeó poner a policías a investigarlo para hacer llegar la información a Rajoy y usarla “cuando haga falta”.
Me niego a aceptar que por esta cacería que se han organizado entre ultraderecha, derecha, medios de comunicación a sueldo y jueces que interpretan la transición como algo que afecta a los demás pero a ellos les permite seguir ejerciendo los métodos del franquismo más recalcitrante, el presidente de un gobierno democrático en una de las cuatro economías más fuertes de la UE pueda tener que aparcar su carrera política para proteger a su familia.
Asistimos a una cacería, al (negado por todos) lawfare de una justicia al servicio de unos pocos. Los demócratas tenemos la obligación de preguntarnos cómo debemos actuar para expulsar de nuestro sistema y de una forma irreversible este golpismo de cuello blanco, corbata y toga. De no hacerlo, lo pagaremos muy caro y más pronto que tarde.
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