Demasiado centrados en las redes sociales a la hora de interpretar los comportamientos irracionales, xenófobos y execrables de muchos que amparados en el anonimato unos, y otros en su pedestal de creerse alguien, se han permitido pasarse cincuenta pueblos con el caso del asesinato en Mocejón. Se nos olvidan los medios de comunicación que parecen hoy correr un túmido velo para huir de cualquier responsabilidad en sus actuaciones e informaciones, mejor harían extrayendo sus propias reflexiones con una autocrítica siempre necesaria, que escurriendo el bulto.
Estamos acostumbrados a ver como los medios convierten las tragedias en auténticos espectáculos televisivos. Lo vimos en el caso del niño que se calló a un pozo en Totalán, en el del “pescadito” en Almería, o con los raptos o violaciones. No puede ser que antepongan sus audiencias al dolor de todos los afectados. No es admisible verlos posicionarse con unos o con otros, tomando posición para que la sociedad considere los hechos reales de una u otra manera según sus interpretaciones interesadas. Ya basta de unos medios informativos que se dedican a a banalizar el dolor y la realiza sin conocer en profundidad lo que realmente hay detrás de los hechos.
En la prensa, como en todos los sectores, anidan individuos que se llaman a si mismo profesionales, en este caso de los medios, pero que en realidad son solo agitadores, algunos auténticos personajes xenófobos y clasistas. Y lo más grave, informadores aficionados a mentir si el morbo que plasman les produce audiencias. Unos medios de comunicación que no parecen ser conscientes de la responsabilidad que tienen con su manera de tratar la información, o que, si lo son, la manipulan sin el menor rubor en busca de un interés en ocasiones inconfesable, son parte del problema con la manera superficial de tratar hechos de esta naturaleza.
Solo la educación puede construir una sociedad libre y justa, y los medios no son un profesor o profesora, pero también educan.
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