Puede que los exabruptos de Milei, nos vengan bien como país. Puede que alguno, contra su costumbre, hasta se ponga a pensar.
El señor de la motosierra nos enseña lo que es el ultraliberalismo. Es el nombre moderno del nuevo fascismo, que ya no necesita engañar a los pobres como antes con ayudas y limosnas para que le apoyen. Ahora les basta con mentirles y manipularlos, convencerlos de que la libertad son las cervecitas en el bar, aunque la gente se esté muriendo en las residencias, porque se tenían que morir. O pueden convencerles de que los inmigrantes son los culpables de todos sus males, aunque ellos los tengan a bajo coste, para sacar del chalet a sus abuelos de paseo.
Cuando el megalómano Milei echa pestes de la justicia social, las está echando de ti y de mí, que no somos ni Florentino ni Amancio, sino insectos minúsculos que sin estado somos hormigas a las que ellos pueden pisar sin ningún reparo. Milei es la voz de las elites económicas a las que les molestan los derechos sociales, tus derechos. Las elites que ven normal masacrar Gaza y consideran a Israel la cuna de la civilización occidental.
Milei se permite el insulto y la grosería como instrumentos para humillar al que no le adore, aunque derrama mucha demagogia e ignorancia en su discurso. Hasta huele a trastorno mental su teatro, sus gestos y mirada. Quiere la vuelta al pasado, donde unos pocos hacen lo que se le antoja con los muchos, a los que tienen a su servicio..Y ahora, ya de vuelta a Argentina, sigue con su guasa de maleducado y de mal gusto en su país, para aprovechar su disputa con el gobierno español y no tener que dar la explicaciones de su fracaso interno en una Argentina hambrienta.
Dice que va a volver en junio, que hoy nada en un mar de lágrimas socialistas, que quiere venir a los toros, y cantar cara al sol en un tendido de las Ventas. Seguro que le invitan. Por eso tal vez Milei ayude a que algunos madrileños se enteren de que a esa corrida le invitan a él, no a ellos. Que puede que esa corrida esté subvencionada con el ahorro de haber cerrado las urgencias de primaria, o con los recortes en alimentación y limpieza de las residencias, o de los recortes en cuidados paliativos.
Claro que todos los afectados por esos recortes deben sentirse contentos porque sus vecinos más ricos ya no tienen que pagar los mil doscientos millones que ingresaba la Comunidad por la bonificación del impuesto de patrimonio. Ya pueden dormir tranquilos sus votantes, porque con ellos en el poder sobrevivir es un derecho de ricos, y hay muchos pobres convencidos de que un día serán uno más de esos privilegiados.
Aunque siempre se ha dicho que trabajando uno nunca llega a rico, algunos se han dejado convencer de que si se puede. Les sobra ambición donde les faltan neuronas.
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