Querido Nacho:
Te has marchado físicamente para siempre. Me resulta extraño hablar o escribir de tu muerte. Cuando te llamé para que vieses unos resultados de pruebas a un paciente, y me dirigiste a otro compañero, me sorprendió. Al día siguiente te pregunte que ocurría, porque tú no eras de los que se cogían una baja por algo banal. Me respondiste “Hombre listo. Pues mira, Antonio. Es que no son buenas noticias”. Me fui a verte al hospital.
Llegué, nos abrazamos, hablamos un rato, y cuando me marche sentí que alguien había venido a tu vida sin ser invitado, y lo hacía en el momento más inoportuno, porque nunca es oportuno. Tu experiencia clínica y tu forma de entender nuestra profesión me hizo pensar que sabías más de lo que contabas. Al salir recordé una frase de no sé qué escritor «el necio teme la muerte y huye de ella, el loco la busca, el sabio la espera». Tu eres sabio, y eras de estos últimos, por eso pienso que, aunque no buscaste la muerte, tampoco la temiste, simplemente la esperaste.
Quise escribir esta carta antes, pero no era el momento. Lo hago hoy, no sólo en homenaje a ti mi amigo, sino porque quiero que muchas personas sepan que nos ha dejado un grande, alguien muy especial, una persona que ha dado a su vida un sentido profundo de lo que son la ética y los valores humanos. Nos dejas físicamente, porque las personas como tú nunca desaparecen, se quedan en quienes te hemos tratado. Siempre habrá un recuerdo bueno al pensar en ti, porque son inolvidables tu carisma y tu grandeza de corazón. Las médicas y médicos de familia de Albacete te debemos mucho. Se que eras consciente del inmenso afecto que te tenemos, por eso no hablaré del sufrimiento y el vacío que tu marcha nos causa.
Respetar la dignidad y la voluntad del paciente en muchas situaciones es inasumible en el entorno asistencial de hoy. En la Gerencia Integrada de Albacete, ese aspecto de anteponer la dignidad y la salud del paciente a la saturación asistencial es posible, en múltiples ocasiones, gracias a la Unidad de Coordinación de Atención Primaria y Medicina Interna, la UCAPI. Una unidad que es fruto de tu valentía, de tu esfuerzo denodado, empeñado primero en su creación, luego en su continuidad, y que con tu esfuerzo y constancia has hecho que se convierta en imprescindible, no solo para los médicos de familia, sino para todos nuestros pacientes cuyas patologías no permiten las demoras que los circuitos asistenciales habituales implican.
Han sido muchos los profesionales de medicina interna que han pasado por ella, y que la han convertido en imprescindible para nosotros, pero quienes hacemos uso de este dispositivo con frecuencia, sabemos que su consolidación como unidad a lo largo de estos años, es en gran medida gracias a ti, su impulsor, a tu tenacidad. Hoy es una unidad con resultados admirables en calidad y cantidad. Lo agradecen sobre todo nuestros pacientes, pero tu nunca mostraste el menor atisbo de vanidad, quizá porque hasta en lo pequeño, conseguías llegar a la excelencia. En pocos meses te ganaste el respeto y la credibilidad de todos por tu sencillez, tu elegancia de comportamiento, tu proximidad y tu actitud servicial. Eras diferente.
Has sido un trabajador de la sanidad pública, una persona integra, con una formación y un conocimiento científico envidiables. Pero, sobre todo, un profesional empeñado en que quien entrara por la puerta de tu despacho se sintiera, ante todo, tratado como persona, y atendido por alguien a quien le importa paliar, si estaba en su mano, su sufrimiento. En ocasiones te llamaba y te encontraba en tu consulta ya fuera de jornada, revisando un caso, buscando como acelerar una exploración necesaria e improrrogable. Un profesional integro e inquebrantable, un espejo en el que mirarse, para el que la dignidad humana está por encima de todo. Alguien a quien la honradez no le cabe en el pecho. Necesitamos más médicos como tú preocupados por la salud de todos, para que el mensaje que implica tu forma de entender la sanidad pública, llegue alto y claro a todos los rincones.
Que toda la sanidad de una provincia te considere un referente, algo conseguido a través de tu ejemplo y trabajo, es un valor que deberíamos haberte reconocido antes de que nos hayas dejado. Has conseguido cargar de conciencia a la medicina a la vez que la llenabas de técnica y de eficiencia. Has creado escuela con tu forma de ejercer la medicina, de tratar al paciente y su familia, con tu asertividad, manera de transmitir un diagnóstico, y en la forma de ayudarnos a todos tus compañeros. Para pacientes y sanitarios, has hecho mejor el Hospital Universitario de Albacete.
Albacete provincia está invadida por esa tristeza que provoca lo injusto que resulta que se nos vayan los mejores. Para muchos se nos va un ejemplo a seguir, un espejo en el que mirarnos. El mejor homenaje que podemos hacerte es demostrar que tu ejemplo ha sido útil, y seguir trabajando para que tus ilusiones se cumplan. Y no hacerlo solo por ti sino contigo, porque tu estarás con nosotros de por vida. Siempre seguirás vivo porque tu grandeza está dentro de cada uno de nosotros, y mereces todo el respeto de una gran persona, uno de tantos grandes profesionales de nuestra sanidad. Qué éxito de vida, amigo Nacho, que haya tantos médicos y medicas que quieran parecerse a ti.
Este es el final de la carta, pero no de esta historia. No me despido de ti, sabes que siempre cuento contigo. Gracias por tanto Nacho, descansa.
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