domingo, 16 de agosto de 2020

Diario el coronavirus 190

 Llevamos cinco meses desde el inicio de la pandemia, y ya hemos superado los veinte millones de contagios. En Europa tenemos un aumento de casos en varios países. Todos coinciden en la causa: la relajación de las medidas de distancia social. Alemania, Francia, Grecia nos informan de que ellos también afrontan graves rebrotes. No solo ocurre en España, pero aquí sucede en mayor medida.

Del mando único ante la pandemia, a los diecisiete mandos únicos. De las críticas al confinamiento, a plantear la necesidad de confinamientos regionales. Del no a las competencias en el Estado, a las críticas al gobierno del Estado, por no tomar decisiones comunes para las diecisiete CCAA, como si en caso de hacerlo ya no se le criticaría. Curiosos los informativos, donde la prohibición de fumar en la vía pública, no se ve como una medida acertada, sino como un golpe mortal a la hostelería. Curiosas las informaciones, para las que el cierre de los establecimientos de ocio nocturno, son un atentado contra sus propietarios, pero los contagios que en ellos se producen, no son un atentado contra nuestras vidas.
Y qué decir de la asistencia sanitaria. Del aplauso, a la crítica visceral. Ahora, ser atendido telefónicamente, se entiende como la falta de ganas de trabajar por parte de los sanitarios, y no como una forma de evitar que se multiplique los contagios. Algunos olvidan, que quien se siente enfermo por Covid, acude a esas consultas y debe ser atendido, pero sin riesgo de contagio para los otros pacientes, que pueden acudir por otras causas. Otros nos tachan de "quejumbrosos" por declararnos cansados de que se incumplan las medidas, y de que no hacerlo nos conduce a sufrir un mayor riesgo de una nueva oleada. Pues ya está aquí, y los datos de algunos hospitales lo demuestran.
Parece, que de nuevo el Ministerio ha tomado cartas en el asunto con fuerza. Mejor tarde que nunca. Esperar a que la situación fuese irreversible, ante la disparidad de medidas de una CA a otra, era su error. Permanecer impasible, es no ejercer una responsabilidad que los ciudadanos le hemos dado y nuestras leyes le otorgan. La oposición criticaba que el Ministerio interviniese, ahora lo hace porque no ha intervenido. Habla de una irresponsabilidad del gobierno del Estado, sin ver su misma irresponsabilidad en las Comunidades donde la oposición es gobierno, cuando la responsabilidad es idéntica. Pueden ser medidas aún insuficientes, pero la importancia de ellas, es que son comunes en todas las CCAA. Como ya es una costumbre en la pandemia, saca los pies del tiesto la Comunidad de Madrid, de la que es preferible no hablar, para no enfermar. De ella se puede oír una cosa y la contraria, sin pudor por si con ello se está arriesgando la salud de sus ciudadanos. Estaría bien que se realice ese estudio pedido por los científicos, para analizar la gestión de la pandemia. Pero hágase en su totalidad, porque estoy seguro que nos enseñará muchos más errores cometidos en esta fase de gestión autonómica, que en la primera del estado de alarma.
Pueden calificarse estas palabras, como lo deseen sus lectores. Ellos son tan libres de no compartirlas, como yo de escribirlas, aún a riesgo de que molesten, cosa que no deseo. Soy un convencido de que administraciones y administrados, nos hemos confiado en exceso. Que hemos bajado la guardia ante la amenaza. Pero la realidad debería despertarnos de ese sueño placido y devolvernos a la sensación real de que esto no se ha acabado, que el riesgo sigue ahí a nuestro lado. La escalada de contagiados continúa. Y eso no es una cuestión puramente estatal, o puramente autonómica. Es responsabilidad de todas las administraciones, empezando por el municipio más pequeño, las diputaciones provinciales, Comunidades Autónomas, Gobierno y Jefatura del Estado. Últimamente hasta del poder judicial. No nos vale a los ciudadanos él “y tú más” sino “¿Cómo sumó, y como puedo ayudar yo?
Y desde luego, también estamos ante una cuestión de responsabilidad individual. La celebración del cumpleaños de un hijo donde asisten los abuelos. Los besos. Los abrazos. Relajarnos en el uso de las mascarillas. Compartir el plato del aperitivo. Organizar una barbacoa de verano. Una cena entre amigos. Tomar una copa por la noche. Parece que todo eso debería darnos igual, porque somos familia, pero no debe ser así, porque no es prudente hacerlo. Compartir cosas solo con familia y amigos, solo facilita el rastreo si se produce un caso, y aunque en el ocio nocturno, eso es mucho más difícil, lo familiar también comporta riesgo. No hay que renunciar a la familia ni a los amigos, pero si procurar que la prudencia impere en esos encuentros.
Y algo importante que se nos olvida: que nadie en una reunión tenga síntomas, no significa que nadie este contagiado. No es cuestión de pensar en que este país va a tener suerte frente a la pandemia. La madre de la suerte es la diligencia de los gobernantes junto a la responsabilidad de los gobernados.
Buen sábado.

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