Mariano comparece, pero a la
vez que calla. Los demás son para él unos inquisidores que no buscan la verdad,
que solo quieren obligarle a comparecer. Sabe que debería explicar lo que sabe
de la Gürtel, pero siempre le dio buen
resultado limitarse a criticar a la oposición, No piensa en responder, sino en debatir
con quien le interpela. Al menor descuido, hasta les dará un mitin. Dirá que está cansado de comparecer, pero no se
cansa de decir, porque nunca dice nada. Le pedirán que dimita, pero no les
escuchara.
Hoy se ha mostrado como un auténtico
maestro del arte de no parar de hablar para no decir nada claro. Su defensa inexpugnable:
una mayoría de los españoles me apoyan en las urnas, chúpate esa. Por eso se
muestra chulesco, él puede reírse de los de a pie, no le importa saber que lleva
razón la oposición y que tendría que haber dimitido. Para eso están las
falacias. Falacia tras falacia. Y si no Hernando vendrá con más falacias
todavía.
Esquivador de asuntos,
saliendo por peteneras. Sabedor de que a su favor juega una televisión de contenidos
insulsos que funciona mañana, tarde y noche. Solo le molesta que, pese a todo, no
puede evitar que la sospecha recaiga sobre él y sobre su partido, Pero no
importa porque esto es su España, la una, grande y libre, la diferente. No le
importa que en cualquier país con una democracia de calidad, un partido con
tantos rincones oscuros como el suyo, ya estuviera ilegalizado. Aquí no, esta
es su España.
Ya se sabe que el acostumbrarse
a mentir, enseña a no decir nunca la verdad. Ya se sabe, que si aplaudes al
criminal, seguirá cometiendo crímenes. Pero aquí parece que no se sabe. Puede
parecer vomitivo por tolerante, o vomitivo por ser un inútil que no se entera. Puede
ser mentiroso por faltar hasta a su propia verdad. Puede ser un testigo
corrupto porque miente. Pero le veremos prepotente,
soberbio, presidente de una mala democracia en la vieja Europa, donde siete
millones de votantes han llegado a ver como cosas normales la financiación
ilegal, el lavado de dinero, los sobresueldos en negro. Por eso se permite dar lecciones
de legalidad y democracia en sus viajes por lo largo y ancho de este mundo
(siempre le gusto más el Capitán Tam que Locomotoro).
Esa es su estrategia, la del “no
me acuerdo, no era mi labor, lo desconozco, etc.”, Siempre le ha salido bien, y
no le importa aparecer como un impresentable, cínico, que nos avergüenza a todo
el país hasta a quienes le votan. Su estrategia es la buena, que para eso le
nombraron jefe de sala de un chiringuito
infame. A veces se da cuenta que empieza a mostrarse un tanto mediocre, pero no
le importa, convencido de que en política el fin justifica los medios. Con su
estrategia ha convencido a muchos de que en política todo está corrompido, y él
se ha visto obligado a transitar por ese camino.
Por eso no se siente
responsable de que se robe dinero público, o se destruyan discos duros, o se
recorten los brazos de la justicia, o se
dificulten las investigaciones policiales, o de que sus amigos paseen en los paraísos
fiscales. No le importa que el mundo vea una España triste y corrompida, todo
vale si él es el presidente. No admite que un niñato le llame indecente, aun
sabiendo que se ríe de esa España y de los españoles. La respuesta es mostrarse
arrogante, considerar que toda la oposición es una panda de pardillos, faltos
de estrategia e inteligencia.
Él es Rajoy, el registrador
de la propiedad. Y siempre ha tenido muy claro, que la sinceridad en España está
sobrevalorada. No es capaz de imaginarse un país donde todos sus políticos digan
la verdad- Tampoco necesita imaginarlo, porque sabe que los votos que recibe, sirven
para taparlo todo, hasta sus vergüenzas.
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