domingo, 13 de agosto de 2017

SILENCIOS CÓMPLICES

  
Difícil es defender aquello en lo que uno no cree. Creerse a pies juntillas, que Diaz, Puig o Fernández Vara, creen de la noche a la mañana, en el nuevo modelo de PSOE salido del 39 Congreso, que ellos son ahora sus cabezas visibles regionales, no es fácil, aunque lo sean porque sus militantes así lo han decidido. Algo similar puede ocurrir en Aragón y en Castilla La Mancha, donde también  son candidatos a continuar en sus respectivas Secretarias Generales regionales, tanto Lambán con Garcia Page.
Pero eso, en una primera fase, no lo deciden los militantes, sino en los despachos. Toca ver el “si te vas, yo también me voy. Si me das yo también te doy”, aunque la decisión que allí se adopte, diste mucho del sentir general, luego se moverán los hilos para hacer confluir esa decisión con la opinión mayoritaria, y así quedará bendecida. Cuando quien lo lidera ni se ha creído, ni cree en el proyecto, difícilmente será santo y seña del mismo, y entre la militancia, en lugar de provocar dolor de pies o de corazón, acaba haciendo que duela la cabeza.
Ver que no han existido alternativas a la continuidad de los anteriores secretarios regionales, o que si las ha habido, no han contado con todo el apoyo que desde la nueva Ejecutiva de Sánchez ellos esperaban (a mi entender), no invita al optimismo de que las haya en otras regiones. Dar el paso para ser la alternativa a Lamban o a Garcia Page, no es algo fácil para quienes se lo deberían y se lo podrían plantear, sino que les envuelve en la duda de si deben hacerlo. Los militantes desean elegir, pero las posibles alternativas, sopesan lo que les supondría la derrota, para sus actuales cargos de responsabilidad.
Pero lo que pocos dudan, es que de no aparecer una alternativa a los actuales dirigentes regionales, por parte de los que apoyaron a Sánchez en esas regiones, dará la sensación entre los militantes, de que la política ha perdido la espontaneidad y la sana ingenuidad, y que sigue en manos de verdaderos profesionales de la misma, gentes capaces de mantenerse en el cargo del que viven, haciendo uso para lograrlo, de todas las componendas a su alcance. La falta de alternativa será un nuevo motivo para perder de nuevo la ilusión, que creían recuperada tras las primarias.
Esta situación me sugiere el concepto de complicidad, de la cualidad de cómplice. No presentar alternativas, convierte a todos los militantes en cómplices, en actores solidarios con quienes ya están, en los mejores conocedores de ellos, de sus debilidades, y de sus fortalezas. No mover un dedo, otorga el papel de cómplices mentales, de entendedores del porque continúan, de ser el complemento a su continuidad incluso sin saberlo, sin ser conscientes de que por nuestro silencio somos autores directos del hecho, aunque solo admitamos ser cooperadores necesarios. En realidad nuestro papel es imprescindible para que eso ocurra.
Un líder para serlo, requiere de una serie de seguidores (aunque algunos parezcan súbditos) a los cuales guiar, sobre los que imponer su mandato. Pero para que eso ocurra, tan necesarios como él, son quienes se sienten cómodos de seguidores, personajes que necesitan ser guiados por un individuo más seguro, más determinado que ellos, alguien que les indique con claridad el camino que han de recorrer, para así no tener que trazarlo por ellos mismos.
Aunque no lo admitamos, los humanos lanzamos más mensajes con los silencios que con las palabras. No necesitamos comentar nada, porque nuestros silencios dicen mucho más. En este asfixiante mes de agosto, algunos han decidido que toca hablar con el silencio, aun siendo algo muy incómodo, sobre todo en el interior de un partido político. Saben que el militante escucha el silencio, pero que también sabe que en los despachos se sigue hablando. El calor puede hacer olvidar que hay silencios que son mentira, que engañan. Pero desde luego, el único silencio que no es normal en estos casos, es el de la calle. No puede entenderse que también en la calle se calle.
Demasiados años en este partido, para hacer mi silencio cómplice, con la desilusión que empieza a notarse en muchos militantes. Que agosto sea mes de vacaciones, no hace obligatorio a los militantes tener que estar todos contentos, ni embobados. Me pregunto, ¿Hasta cuándo se puede permanecer callado en política? Si la pregunta se hace en Albacete, la probable respuesta será, hasta después de feria.

¿Y mientras? Ya me contareis.

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