Difícil es defender aquello en lo que uno no cree. Creerse a
pies juntillas, que Diaz, Puig o Fernández Vara, creen de la noche a la mañana,
en el nuevo modelo de PSOE salido del 39 Congreso, que ellos son ahora sus cabezas
visibles regionales, no es fácil, aunque lo sean porque sus militantes así lo
han decidido. Algo similar puede ocurrir en Aragón y en Castilla La Mancha,
donde también son candidatos a continuar
en sus respectivas Secretarias Generales regionales, tanto Lambán con Garcia
Page.
Pero eso, en una primera fase, no lo deciden los militantes,
sino en los despachos. Toca ver el “si te vas, yo también me voy. Si me das yo
también te doy”, aunque la decisión que allí se adopte, diste mucho del sentir
general, luego se moverán los hilos para hacer confluir esa decisión con la
opinión mayoritaria, y así quedará bendecida. Cuando quien lo lidera ni se ha
creído, ni cree en el proyecto, difícilmente será santo y seña del mismo, y
entre la militancia, en lugar de provocar dolor de pies o de corazón, acaba
haciendo que duela la cabeza.
Ver que no han existido alternativas a la continuidad de los
anteriores secretarios regionales, o que si las ha habido, no han contado con
todo el apoyo que desde la nueva Ejecutiva de Sánchez ellos esperaban (a mi
entender), no invita al optimismo de que las haya en otras regiones. Dar el paso
para ser la alternativa a Lamban o a Garcia Page, no es algo fácil para quienes
se lo deberían y se lo podrían plantear, sino que les envuelve en la duda de si
deben hacerlo. Los militantes desean elegir, pero las posibles alternativas, sopesan
lo que les supondría la derrota, para sus actuales cargos de responsabilidad.
Pero lo que pocos dudan, es que de no aparecer una
alternativa a los actuales dirigentes regionales, por parte de los que apoyaron
a Sánchez en esas regiones, dará la sensación entre los militantes, de que la
política ha perdido la espontaneidad y la sana ingenuidad, y que sigue en manos
de verdaderos profesionales de la misma, gentes capaces de mantenerse en el
cargo del que viven, haciendo uso para lograrlo, de todas las componendas a su
alcance. La falta de alternativa será un nuevo motivo para perder de nuevo la
ilusión, que creían recuperada tras las primarias.
Esta situación me sugiere el concepto de complicidad, de la
cualidad de cómplice. No presentar alternativas, convierte a todos los
militantes en cómplices, en actores solidarios con quienes ya están, en los
mejores conocedores de ellos, de sus debilidades, y de sus fortalezas. No mover
un dedo, otorga el papel de cómplices mentales, de entendedores del porque
continúan, de ser el complemento a su continuidad incluso sin saberlo, sin ser
conscientes de que por nuestro silencio somos autores directos del hecho, aunque
solo admitamos ser cooperadores necesarios. En realidad nuestro papel es imprescindible
para que eso ocurra.
Un líder para serlo, requiere de una serie de seguidores (aunque
algunos parezcan súbditos) a los cuales guiar, sobre los que imponer su mandato.
Pero para que eso ocurra, tan necesarios como él, son quienes se sienten cómodos
de seguidores, personajes que necesitan ser guiados por un individuo más
seguro, más determinado que ellos, alguien que les indique con claridad el
camino que han de recorrer, para así no tener que trazarlo por ellos mismos.
Aunque no lo admitamos, los humanos lanzamos más mensajes
con los silencios que con las palabras. No necesitamos comentar nada, porque nuestros
silencios dicen mucho más. En este asfixiante mes de agosto, algunos han
decidido que toca hablar con el silencio, aun siendo algo muy incómodo, sobre
todo en el interior de un partido político. Saben que el militante escucha el
silencio, pero que también sabe que en los despachos se sigue hablando. El
calor puede hacer olvidar que hay silencios que son mentira, que engañan. Pero desde
luego, el único silencio que no es normal en estos casos, es el de la calle. No
puede entenderse que también en la calle se calle.
Demasiados años en este partido, para hacer mi silencio
cómplice, con la desilusión que empieza a notarse en muchos militantes. Que agosto
sea mes de vacaciones, no hace obligatorio a los militantes tener que estar todos
contentos, ni embobados. Me pregunto, ¿Hasta cuándo se puede permanecer callado
en política? Si la pregunta se hace en Albacete, la probable respuesta será, hasta
después de feria.
¿Y mientras? Ya me contareis.
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