jueves, 7 de enero de 2016

7 de enero.- Desde Madrid. LA CABALGATA



No vivo en Madrid y la tan comentada cabalgata solo la he visto en algunas fotos. He leído muchos comentarios, de los que concluyo, que nunca pensé que los niños supiesen tanto sobre la moda real de oriente para desatar este seísmo en las redes. También que darle esa importancia viral al comentario de un niño de seis años me parece exagerado. Pero sobre todo me parece mucho más preocupante, que un símbolo navideño se convierta en el motivo para lanzar mensajes de intolerancia, y que en el siglo XXI en el que transitamos, yo calificaría como caducos.
Aunque soy agnóstico, fui educado en colegio de religiosos, y veo en este asunto un enfoque absolutamente al revés a la manera de entender el respeto y la tolerancia que enseña el cristianismo. Y no por verlo así, dejo de considerar que todo es mejorable, incluso la cabalgata de reyes madrileña. Pero de ahí a usarla políticamente para intentar machacar a Carmena, utilizando para ello a los niños, es tan esperpéntico como las obras maestras de Valle Inclán. Y que decir si se comparan estos ataques furibundos, con los dirigidos a Botella por como actúo con el Madrid Arena. Estoy convencido que la no presencia de animales en la cabalgata, y la eliminación de la zona VIP tradicional, era considerada más un ataque a la tradición cristiana, que unos trajes no tradicionales. Todo apunta en esa dirección porque la crítica ya se inició días antes que la propia cabalgata.

Nadie se ha hecho eco de que muchos niños madrileños, y muchos más en toda España, se hayan quedado sin un simple regalo. A algunos les importa más seguir la moda real en Oriente, que un problema mucho más real, como es que la opulencia de unos pocos conviva con miles de niños desfavorecidos, algunos de ellos sin una cama en la que pasar su noche mágica o sin un techo en que cobijarse. Eso sí que no debería ser perdonado jamás, ni a los alcaldes y alcaldesas, y mucho menos a los reyes de carne y hueso. Pero eso importa poco a quien está más preocupado por criticar al nuevo gobierno municipal que por hacer que las cosas sean mejores para todos, y no solo para los de siempre.

Y termino porque este debate no da para más. Ya sabemos que sobre gustos se puede escribir mucho, pero nunca habrá nada escrito. Ni me gustan ni me dejan de gustar los trajes, es una cuestión de gusto estético, como lo es la ropa con la que acude al trabajo (quien lo tiene), o como muchos se visten los domingo. Pero desde luego, este no puede ser un asunto que provoque tal enfrentamiento, con la cantidad de cuestiones que nos enfrentan de verdad y que se deberían debatir para encontrar el consenso.

Seguro que en cuatro años, Carmena meterá la pata en otras cosas más importantes que la elección de unos trajes, y seguro que alguno de esos errores no encontrará tanta respuesta entre estos inquisidores natos, ahora disfrazados de expertos en moda regio-mágica. Lo veremos.

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