miércoles, 20 de mayo de 2020

Diario del coronavirus 129

A pesar del dolor por los ausentes, toca seguir.
Ayer, mientras caminaba por el campo, me encontré con una persona votante de la derecha, en el pueblo en el que vivo (aquí nos conocemos todos), y hemos caminado un buen tramo charlando. Eso sí, guardando la distancia física recomendada.
Me he dado cuenta, que el contenido de su discurso, no era algo solo escuchado en la televisión, o a alguien, sino que realmente estaba convencido, de que el actual gobierno, a los votantes de la derecha les reprime, y que ellos son ahora los perseguidos en España. El gobierno lo ha hecho mal si o si.
No reconoce la legitimidad del gobierno, aunque se la haya otorgado en una elección democrática, por la suma de escaños. No cree que sean mentira muchas de las cosas que le llegan por las redes, ni que sean auténticos bulos. Como votante de derechas, se siente obligado a defenderse porque este gobierno a ellos les ataca, les arruina, y hasta les engaña con un virus que no existe.
Siempre le consideré una persona sensata, buena gente, generoso, trabajador. Pero parece miembro de una secta, en la que no valen las razones, sino las emociones, el sentimiento de que su ideología le hace superior a los demás, la palabra de sus lideres. Ignora la realidad, aunque esté ante sus ojos: ha perdido un familiar por la pandemia; tiene dificultades para llegar a fin de mes con su pensión; el gobierno le está arruinando, aunque cobra su pensión cada 25 de mes. Ya más distendida la conversación, me ha confesado que algunos días se ha saltado el confinamiento, pero aunque le vieron, le advirtieron que no debía hacerlo, pero no le multaron, dice que por ser él.
Pero insiste en que el gobierno le reprime. Da igual que yo le explicase, otra visión, le argumente con datos, citas, y ejemplos, daba igual porque no era cierto lo que yo afirmaba. Que el gobierno estaba respetando los derechos de la gente, y que en nuestro país, si no se respetan podían ser denunciados, tampoco valía. Le he comentado que, como sanitario, veía un problema, que en una situación como la que estamos viviendo, su ideología estaba siendo más negativa contra la unidad de todos, que a favor de todos juntos hacer frente al problema. Y que si habían disminuido los fallecimientos era por haber decretado el estado de alarma y confinarnos.
Ninguno de mis comentarios le ha hecho cambiar su postura, ni reflexionar. He tenido la sensación de que, no es que sienta vulnerados sus derechos, sino que considera que los derechos de quienes opinan como él, están por encima de los de los demás que no lo hacemos.
No sé si es un retrato de una mayoría de votantes de la derecha, o solo es el retrato de mi interlocutor. Pero yo me he quedado con la sensación, de que además de odiar una ideología que no es la suya, hay un odio a las personas que la representan. Es inevitable, que entre los humanos haya quien es más feliz odiando, que disfrutando de lo que la vida le otorga. Es imposible esperar de quienes así piensan, un gesto de comprensión hacia un gobierno que se ha encontrado en la obligación de gestionar el mayor problema que hemos sufrido los españoles en nuestra historia reciente.
Seguro que el gobierno ha cometido errores, como todos los gobiernos de todos los países, porque ninguno supo calibrar la dimensión del problema que se nos venía encima. Todos los gobiernos han tenido que conducir sin un mapa que les permitiera elegir la dirección correcta, con la necesidad de inventar nuevos caminos, teniendo que adentrarse en terrenos desconocidos. Todo eso siempre obliga a cometer errores y a rectificar.
En el estado donde debe imperar la presunción de inocencia, no solo el gobierno ya es presunto culpable, sino que para algunos, ya ha sido condenado en firme. Hace falta no querer pensar, para haber callado cuando te recortaban los servicios públicos, o cuando te han precarizado tu trabajo, o te han conculcado tus derechos, o han desahuciado a un familiar, o has labrado las tierras del señor por un sueldo de miseria, y hoy no recordarlo, ý sentirte ahora feliz al verte con una sartén en las manos (la cacerola es más de capital) golpeándola con fuerza, porque el gobierno te quita tu libertad.
¿Quiénes son «los tuyos»? ¿los que las pasan canutas para llegar a fin de mes, o los que comparten contigo el ir a misa, si luego tú te vas a tu casa a comerte el chusco, y ellos tienen el plato en la mesa, ese que les ha puesto una sirvienta? Y surge la gran pregunta, ¿Qué habremos hecho mal la sociedad española en la transición, para que esto sea hoy posible?
Miércoles 20 de mayo. A veinte días de quitarnos el sayo

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