Desescalar
en atención primaria
Es fácil
criticar las medidas de desescalada que plantean las administraciones. Es más
difícil imaginar cómo debería hacerse la desescalada, plasmarla en un documento
y elevarla a las autoridades para que la tengan en cuenta. Si no nos hacen caso
a nuestras propuestas, tendremos todo el derecho a criticar las que nos
impongan. El asunto es lo suficientemente serio como para que no valga el no,
sin alternativa.
La
atención primaria hemos tenido que adaptar nuestra manera asistencial a la realidad
de esta pandemia, y cambiar nuestra organización de consultas e incluso innovar
en algunas cuestiones. Toca plantear como volvemos a un trabajo más cotidiano y
menos excepcional, lo que no puede entenderse como volver exactamente a lo de
antes. Toca adaptarnos a una nueva realidad, que no a una nueva normalidad.
Imprescindible
mejorar en recursos y cambiar dinámicas que la pandemia ha demostrado
obsoletas. Innegociable garantizar el poder protegernos, no solo por nosotros,
que también, sino por el papel que desempeñamos en esta sociedad.
Ya no
volveremos a la sala de espera repleta de pacientes. Será la evolución de los
contagios la que nos diga cómo organizarnos: si seguir con guantes, gorro y
mascarilla; si los pacientes de patología respiratoria deben tener un circuito de atención distinto; si al
paciente lo atiende un solo sanitario a más de uno; que quienes atendemos a mayores en residencias
o en domicilios, tenemos que protegernos porque será la manera de protegerles a
ellos; que si siguen llegando pacientes con contagio por Covid, todo tendrá que
extremarse; y otras muchas cuestiones, que será necesario estudiar y decidir en
cada caso y en cada momento.
Lo que sí parece claro, es que hay que empezar
a avanzar progresivamente, y volver a orientar nuestro trabajo a la atención de
las patologías crónicas y recuperar algo que parece hemos olvidado: hacer
prevención. Posiblemente la tele consulta que hemos practicado en esta
pandemia, deba empezar a convivir con la asistencia programada porque se ha
demostrado de utilidad, antes que volver a la consulta de demanda. El teléfono
para concertar la consulta va a seguir siendo una pieza clave de esa nueva
reorganización.
Habrá
que hacer una clasificación o triage de la demanda antes de atenderla y eso
requerirá personal para hacerlo bien. Puede que incrementar las visitas a
domicilio programadas también ayude a esa menor demanda y a que sea menor el
número de pacientes en la sala de espera. Esa organización será como un camino
intermedio entre el antes y el después.
Los
ciudadanos deberían ser educados en cómo hacer la demanda de servicios. No todo
síntoma es para acudir a consulta o demandar
asistencia. La urgencia es una situación que debe obligar al profesional
a dejar todo para atenderla, pero eso al ciudadano le obliga a saber cuándo una
urgencia lo es, y eso se debe enseñar y se debe aprender. Mejorar la empatía
sanitario paciente siempre ayuda, y más si se potencia el uso de la relación
tecnológica entre ambos.
Nos toca
organizar nuestro trabajo adaptándolo a la demanda de cuidados que nuestros
pacientes tienen y no a lo que nos guste hacer. No podemos generarnos consultas
nosotros sin que sean imprescindibles, ni hacer al paciente acudir un día a
enfermería y otro al facultativo cuando se puede coordinar todo en un solo
horario y día. Hay que dejar de hacer cosas innecesarias que solo sirven para
generarnos más trabajo. Toca enseñar al paciente en el autocuidado.
Hay que minimizar
riesgos y saber lo que rodea a cada paciente, que en los pueblos es más fácil
que en las ciudades, donde toca avanzar en ese conocimiento. Que el que está sano llame, pero no venga a la
consulta. Que un problema se resuelva en ese momento y no lo convirtamos en
varios momentos en días diferentes.
Y hay
que creerse de verdad que debemos trabajar en equipo, y no solo en el Centro de
Salud, sino también en equipo con los compañeros de hospitalaria. El hospital
no puede ser un sitio donde enviamos al paciente para que otro le resuelva el
problema, sino un apoyo para que juntos resolvamos el problema del paciente, y
eso no siempre implica que tenga que acudir al hospital de referencia. Eso
implica revisar y volver a definir el reparto de tareas y hacerlo correctamente
y en conjunto entre todos.
Igualmente
debe existir un cambio en la actividad del personal de administración. No solo
se debe encargar de atender al teléfono, sino implicarse en atender con empatía
y ser capaz de solventar problemas que es innecesario que generen una consulta
asistencial. Y también habrá que recuperar actividades que los recortes nos
quitaron a la atención primaria, como los cuidados paliativos, porque son de
quienes más cercanos estamos de los pacientes, apoyados sí, sustituidos no.
Hay que
plantear una nueva manera de gestionar las bajas laborales. Diferente, no
seguir siendo imprescindible emitir informes a los que se puede acceder
informáticamente si se adecúa el programa para hacerlo sin vulnerar el derecho
del paciente.
Algo que quizás se deba de tomar como
aprendizaje obligatorio de esta pandemia, es la necesidad de modificar la atención
a los centros de mayores que no pueden ser un apéndice asistencial, sino una parte
muy importante de la asistencia desde el Centro de Salud. Son pacientes con la
cartilla adscrita a un cupo médico, desde el que se le hacen las recetas, y a
los que solo se les atiende en urgencias, porque hay un facultativo contratado
que acude de manera esporádica. Eso debe revisarse con urgencia.
Y no se
pueden olvidar la necesidad de volver a recuperar los Consejos de Salud de zona.
O los cuidados de salud son comunitarios, porque en ellos participa toda la
comunidad, u organizar una respuesta a situaciones como la que nos ha traído la
pandemia, se complica porque nadie se siente parte de la respuesta, sino que
atribuye a otros la obligación de dar respuesta, que otros asuman la
responsabilidad y así se elude la propia.
Los
sanitarios, además de denunciar las carencias que sufrimos y lo mal retribuidos
que estamos en este país, tenemos que asumir que si el Covid ha cambiado la realidad
social, también ha cambiado la realidad asistencial. Nos toca revisar la forma
de trabajar, sin miedo, sabedores de que los cambios siempre cuestan.
Yo lo
veo así, dispuesto a que una propuesta mejor me convenza.
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