viernes, 1 de mayo de 2020

Diario del coronavirus 94


Desescalar en atención primaria
Es fácil criticar las medidas de desescalada que plantean las administraciones. Es más difícil imaginar cómo debería hacerse la desescalada, plasmarla en un documento y elevarla a las autoridades para que la tengan en cuenta. Si no nos hacen caso a nuestras propuestas, tendremos todo el derecho a criticar las que nos impongan. El asunto es lo suficientemente serio como para que no valga el no, sin alternativa.
La atención primaria hemos tenido que adaptar nuestra manera asistencial a la realidad de esta pandemia, y cambiar nuestra organización de consultas e incluso innovar en algunas cuestiones. Toca plantear como volvemos a un trabajo más cotidiano y menos excepcional, lo que no puede entenderse como volver exactamente a lo de antes. Toca adaptarnos a una nueva realidad, que no a una nueva normalidad.
Imprescindible mejorar en recursos y cambiar dinámicas que la pandemia ha demostrado obsoletas. Innegociable garantizar el poder protegernos, no solo por nosotros, que también, sino por el papel que desempeñamos en esta sociedad.
Ya no volveremos a la sala de espera repleta de pacientes. Será la evolución de los contagios la que nos diga cómo organizarnos: si seguir con guantes, gorro y mascarilla; si los pacientes de patología respiratoria deben tener  un circuito de atención distinto; si al paciente lo atiende un solo sanitario a más de uno;  que quienes atendemos a mayores en residencias o en domicilios, tenemos que protegernos porque será la manera de protegerles a ellos; que si siguen llegando pacientes con contagio por Covid, todo tendrá que extremarse; y otras muchas cuestiones, que será necesario estudiar y decidir en cada caso y en cada momento.
 Lo que sí parece claro, es que hay que empezar a avanzar progresivamente, y volver a orientar nuestro trabajo a la atención de las patologías crónicas y recuperar algo que parece hemos olvidado: hacer prevención. Posiblemente la tele consulta que hemos practicado en esta pandemia, deba empezar a convivir con la asistencia programada porque se ha demostrado de utilidad, antes que volver a la consulta de demanda. El teléfono para concertar la consulta va a seguir siendo una pieza clave de esa nueva reorganización.
Habrá que hacer una clasificación o triage de la demanda antes de atenderla y eso requerirá personal para hacerlo bien. Puede que incrementar las visitas a domicilio programadas también ayude a esa menor demanda y a que sea menor el número de pacientes en la sala de espera. Esa organización será como un camino intermedio entre el antes y el después.
Los ciudadanos deberían ser educados en cómo hacer la demanda de servicios. No todo síntoma es para acudir a consulta o demandar  asistencia. La urgencia es una situación que debe obligar al profesional a dejar todo para atenderla, pero eso al ciudadano le obliga a saber cuándo una urgencia lo es, y eso se debe enseñar y se debe aprender. Mejorar la empatía sanitario paciente siempre ayuda, y más si se potencia el uso de la relación tecnológica entre ambos.
Nos toca organizar nuestro trabajo adaptándolo a la demanda de cuidados que nuestros pacientes tienen y no a lo que nos guste hacer. No podemos generarnos consultas nosotros sin que sean imprescindibles, ni hacer al paciente acudir un día a enfermería y otro al facultativo cuando se puede coordinar todo en un solo horario y día. Hay que dejar de hacer cosas innecesarias que solo sirven para generarnos más trabajo. Toca enseñar al paciente en el autocuidado.
Hay que minimizar riesgos y saber lo que rodea a cada paciente, que en los pueblos es más fácil que en las ciudades, donde toca avanzar en ese conocimiento.  Que el que está sano llame, pero no venga a la consulta. Que un problema se resuelva en ese momento y no lo convirtamos en varios momentos en días diferentes.
Y hay que creerse de verdad que debemos trabajar en equipo, y no solo en el Centro de Salud, sino también en equipo con los compañeros de hospitalaria. El hospital no puede ser un sitio donde enviamos al paciente para que otro le resuelva el problema, sino un apoyo para que juntos resolvamos el problema del paciente, y eso no siempre implica que tenga que acudir al hospital de referencia. Eso implica revisar y volver a definir el reparto de tareas y hacerlo correctamente y en conjunto entre todos.
Igualmente debe existir un cambio en la actividad del personal de administración. No solo se debe encargar de atender al teléfono, sino implicarse en atender con empatía y ser capaz de solventar problemas que es innecesario que generen una consulta asistencial. Y también habrá que recuperar actividades que los recortes nos quitaron a la atención primaria, como los cuidados paliativos, porque son de quienes más cercanos estamos de los pacientes, apoyados sí, sustituidos no.
Hay que plantear una nueva manera de gestionar las bajas laborales. Diferente, no seguir siendo imprescindible emitir informes a los que se puede acceder informáticamente si se adecúa el programa para hacerlo sin vulnerar el derecho del paciente.
 Algo que quizás se deba de tomar como aprendizaje obligatorio de esta pandemia, es la necesidad de modificar la atención a los centros de mayores que no pueden ser un apéndice asistencial, sino una parte muy importante de la asistencia desde el Centro de Salud. Son pacientes con la cartilla adscrita a un cupo médico, desde el que se le hacen las recetas, y a los que solo se les atiende en urgencias, porque hay un facultativo contratado que acude de manera esporádica. Eso debe revisarse con urgencia.
Y no se pueden olvidar la necesidad de volver a recuperar los Consejos de Salud de zona. O los cuidados de salud son comunitarios, porque en ellos participa toda la comunidad, u organizar una respuesta a situaciones como la que nos ha traído la pandemia, se complica porque nadie se siente parte de la respuesta, sino que atribuye a otros la obligación de dar respuesta, que otros asuman la responsabilidad y así se elude la propia.
Los sanitarios, además de denunciar las carencias que sufrimos y lo mal retribuidos que estamos en este país, tenemos que asumir que si el Covid ha cambiado la realidad social, también ha cambiado la realidad asistencial. Nos toca revisar la forma de trabajar, sin miedo, sabedores de que los cambios siempre cuestan.
Yo lo veo así, dispuesto a que una propuesta mejor me convenza.



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