Las encuestas deberían estar
prohibidas ya que sirven de orientación a todo aquel que no sabe qué mano es la
derecha y cual la izquierda. Y es que se mire como se mire, muchas encuestas se
están convirtiendo en instrumentos de poder y de propaganda, y por eso sus resultados deben ser tenidos en
cuenta pero no deben creerse a pies juntillas. Cada vez es más constatable que
desde los medios de comunicación, información objetiva no recibimos, y si
quieres comprender la verdad que hay detrás de una noticia política, tienes que
saber de qué tendencia es el medio que la pública, que intereses económicos hay
detrás de ese medio, quien es su redactor, etc. Todo esto es imprescindible
para al final lograr sacar en claro tus
propias conclusiones.
No me creo las encuestas, que ya
parten de un sesgo como es asumir que los partidos tradicionales cuentan con
una base de incondicionales, que en los nuevos esa base está más difuminada, y
es el resto del electorado el que se ve condicionado por las informaciones que
percibe, y ese es el que hace que se produzcan oscilaciones. Las que hemos
conocido estos días son una clara muestra de que intereses se mueven en la
trastienda de cada una de ellas, puesto que claramente pretenden crear un
estado de opinión que apunta a que la formación de Rivera será decisiva. No
importa que se desconozca su programa, o que lo que se conozca de él apunte
hacia más recortes sociales, porque los propietarios de los grandes medios de
comunicación (o sea el poder económico), han decidido vendernos que son modernos y que mantendrán a
España unida. Por ahora ya han conseguido
que todos nos creamos que en manos de Ciudadanos está la decisión de quien
será el próximo presidente de gobierno.
Curiosamente sin embargo, esas encuestas
obvian que los partidos tradicionales siempre conservan el llamado voto oculto,
y ese voto oculto también puede encontrárselo Podemos. Tampoco parecen reflejar
que en los resultados finales influirán los entornos, y Ciudadanos apunta a
conseguir un electorado de zonas urbanas, mientras que las zonas rurales son
más proclives a los partidos tradicionales que disponen ya de una estructura
local implantada que consigue sus votos, de las que Ciudadanos en esas zonas
carece, como se ha demostrado en las recientes elecciones catalanas en sus
zonas más rurales.
Nadie duda del gancho de su
candidato, o sus dotes para fajarse en los debates, o su estrategia electoral
para presentarse como la derecha amable y civilizada, ni del impulso que han
supuesto para Ciudadanos sus resultados globales en Cataluña. Su crecimiento en
intención de voto de los últimos meses, ha hecho que en ese juego por el poder,
ya no parecen contar para los medios ni Podemos (que quiso y no pudo), ni la IU
de Garzón, que bastante tiene con levantarse poquito a poco del golpe que le
asesto Podemos. Un cumulo de circunstancias están consolidando a Ciudadanos a
dos meses de las elecciones.
Al dato de la emergencia por la
estrategia propia de Ciudadanos, se le debe sumar el cansancio que de los
partidos tradicionales se respira en la calle. Por un lado la calle está
cansada de un PP inmovilista, pero le mantiene un apoyo alrededor del 25 %.
Este dato consolida la idea de que la cuarta parte de españoles aman la
corrupción o la toleran, lo que solo es explicable si se alimentan de ella y
por eso pueden creer que el PP puede resolver el problema económico. Solo si es
así, pueden creer que estamos en el inicio de una recuperación en grandes
cifras, y por su buen estatus personal, no percibir la disminución en picado de
la calidad de vida que hemos sufrido el conjunto de los españoles.
Y algo parecido le ocurre al PSOE
que sigue perdiendo votantes por ambos lados, por la izquierda con votantes que
se acercan a Podemos, y por el centro con votantes que se van a Ciudadanos.
Gran parte de este sangrado de votos se debe a que sus dirigentes no han
desechado muchos complejos adquiridos en las legislaturas pasadas, lo que les
han impedido abordar una absoluta regeneración interna de todas las estructuras
del partido, y a la vez se ha obstinado en continuar con la estrategia de
“todos contra el PP” que se ha demostrado errónea, y ahora le hace aparecer
como una alternativa al PP poco creíble.
Sociológicamente los españoles
somos conservadores si las cosas van bien, y en esos momentos tenemos el
sentimiento de propiedad y nos volvemos egoístas. Si nos van mal nos volvemos
exigentes y revolucionarios, pero en cuanto empiezan a mejorar ya exigimos pero
queremos revolución pero poquita, no
vayan a quitarme lo mío. Ese es el caldo de cultivo perfecto para una formación
como Ciudadanos.
La gran incógnita que plantea
Ciudadanos se resolverá después del 21 de Diciembre, porque si de verdad quiere
consolidar su discurso de que son un partido de centro, no puede dejar gobernar
al PP de Rajoy, pero habrá que esperar a ese día que será cuando Albert Rivera
deberá quitarse la máscara.
A quienes no creemos en la bondad
de Ciudadanos, siempre nos queda la esperanza de pensar, que aún quedan muchos
días hasta las elecciones, y que al contrario que en otras elecciones, el voto
todavía es bastante volátil.
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