En solitario en el Congreso, el PP ha aprobado su
reforma del Código Penal. Con esa aprobación, hace caso omiso al
manifiesto elaborado por más de sesenta catedráticos de derecho que se oponían
a los contenidos de esta reforma, al entender ellos, que atenta contra la
dignidad humana. Pero poco importa la dignidad humana a Rajoy y los suyos en
año electoral, si con esta maniobra pueden asegurarse un buen puñado de
votos.
La gran novedad es la figura de la “prisión permanente
revisable”, forma descafeinada de llamar a la cadena perpetua. El texto
considera los supuestos en que será aplicable, denominándolos “casos de
excepcional gravedad”. Tales serían los asesinatos especialmente graves,
homicidio de jefes de Estado, genocidio y crímenes de lesa humanidad. En
estos casos, la pena puede ser revisable a los 25 o 35 años, pero lo verdaderamente
perseguido con la reforma, es que sea posible el internamiento de por vida.
Nadie puede garantizar la imparcialidad de esa revisión,
siempre a expensas del momento político y social en que se realice. Basta con
ver, como con los recientes asesinatos yihadistas en París, o el 11 M y ETA en
nuestra memoria, para entender que esta medida puede parecer adecuada
y contar con un amplio apoyo ciudadano hoy, que seguro no tendría en
otras circunstancias. Esta cadena perpetua ligth es una vieja aspiración
del PP, que ya en la última reforma del Código Penal se abstuvo, precisamente
porque este planteamiento no se contemplaba.
Sus promotores están pensando en que les reporte réditos
electorales. Tanto acusar de demagogia o populismo a todos los planteamientos
de la oposición, cualquiera que fuese el contenido de sus propuestas, cuando
el PP sabe que no hay nada tan “populista” como endurecer las penas de cárcel en
año electoral, con la sangre aún caliente. Cualquier país serio, antes de
darse nuevas leyes, haría bien en cumplir y hacer cumplir las que ya tiene,
de lo que el nuestro no es precisamente el mejor ejemplo.
Una ley de esta importancia se debe intentar que sea
fruto de un consenso, y no una imposición del gobierno de turno. En tres
años de legislatura del PP, casi todo lo importante lo ha hecho en solitario,
lo que demuestra que con ellos el consenso solo se puede alcanzar, si se
acepta hacer lo que ellos quieren hacer. Gobernar con encuestas de
opinión de cada momento, es la mayor forma de desgobierno, y una muestra
clara de absolutismo populista.
Si la Constitución del 78 (esa que el PP no quiere
modificar) dice que el objetivo de nuestro sistema penal es reeducar para la
reinserción social, podría ocurrir que el Tribunal Constitucional tenga que
pronunciarse, porque seguro que alguien recurrirá la reforma, y de ser
declarada inconstitucional, las sentencias en las que se condenase a
esta pena ahora aprobada, podrían ser declaradas nulas y poner a esa gente en
la calle. Precisamente lo contrario que con la reforma se persigue, una
gran paradoja.
Cualquiera conoce, o hasta ha sido víctima indirecta de
ellos, delitos que a primera vista son merecedores de castigos ejemplares.
Incluso son conocidos los casos de gente que condenados y cumplida la pena, han
salido para volver a delinquir, y vemos que en esos casos existe una verdadera
incapacidad de reinserción. Pero esos casos son minoría, y no se puede
legislar para una minoría ni sobre casos concretos, porque un Estado de
derecho debe legislar para todos fijando sus normas, pero no haciéndolo
sobre lo excepcional. Una democracia siempre tiene alternativas, sino no es
democracia, y la prisión permanente revisable no es imprescindible.
Si ejercer la oposición es el arte de prometer aquello
que el gobierno no puede asegurar, el PP se está haciendo oposición a sí mismo
porque no puede garantizar que esa reforma se aplique. El PP está tan pendiente
de lanzar sus mensajes electoralistas en los medios, que se olvida de que puede
tener los días contados en el ejecutivo, y reformas no consensuadas
pueden ser papel mojado en noviembre. Esperemos el dictamen del Senado pero
me temo que no cambiará nada, y que tras las elecciones estaremos en un “vuelta
a empezar” para los cansados y sufridos españoles.
En todo caso, este gobierno en sus tres años, resulta
casi tragicómico. Si a la “emigración de jóvenes” la denominó “movilidad
exterior”, y ahora a lo que es “la cadena perpetua” ha decidido
bautizarla como "prisión permanente revisable", cualquier día
puede llamar a la “pena de muerte” algo así como “viaje
intergaláctico sin retorno”. Produce risa, pero es para llorar.
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