domingo, 31 de marzo de 2013

Contra la corrupción, soluciones, no solo declaraciones


La Semana Santa ha servido de bálsamo al Partido Popular. Un vistazo a los medios de comunicación hace parecer que esta semana solo ha existido la corrupción relacionada con el caso ERE en Andalucía, y que la financiación ilegal del PP es un azucarillo disuelto entre procesiones y tambores. Algunos dirán que antes solo se hablaba de Bárcenas, pero la respuesta a estos es fácil: que exista el caso ERE no ha hecho desaparecer por arte de magia la Gurtel o a Bárcenas.

Hemos visto en días anteriores, como las portadas de los medios de comunicación se olvidaban de la pésima gestión económica de nuestro gobierno para centrar sus titulares en la corrupción política. Ni la prima de riesgo, o la caída del PIB importaban nada ante las cuentas en Suiza. Ahora se ha hecho algo parecido, olvidarse de la banca helvética para machacar a Griñan y a los sindicatos, dando la sensación de que esto es algo que a todos afecta, lo que hace menor el problema del PP. Nuestro sabio refranero dice que mal de muchos consuelo de tontos, y por tontos deben de tomarnos a los ciudadanos y ciudadanas porque este es el método con el que unos y otros tratan de afrontar los casos que les afectan.

Cada vez es más raro, encontrar un ciudadano de este país que no comparta la idea de que la corrupción política es posiblemente el principal factor que nos dificulta la salida de la crisis económica, por la desconfianza que proyecta sobre los gobernantes, y consecuentemente sobre sus acciones de gobierno que pasan a estar bajo sospecha, sean estas cuales sean.

Quizás sea bueno intentar ver las causas que permiten la existencia de la corrupción en nuestro sistema político y administrativo, sin olvidar que también está ligada al sector privado. Con seguridad la primera causa de la corrupción está en la falta de valores y de una conciencia social que preconice el que no todo vale. Estas carencias mezcladas al materialismo y a la baja autoestima personal, conforman un coctel de difícil manejo. 

Pero sin duda, lo que más propicia los comportamientos corruptos y las grandes y pequeñas corruptelas, es el sentimiento generalizado de vivir en la impunidad que existe entre los corruptos. Posiblemente se sienten amparados  en la complejidad de un sistema de administración desconocido para la mayoría de ciudadanos, poco eficiente, poco transparente y donde el funcionario público se ve como poseedor de un poder difícilmente incuestionable.

Otro factor que me parece destacable como causa de la corrupción, es que estamos en un país donde los salarios son demasiado bajos y eso propicia que corruptelas que permitan llegar más holgados a fin de mes, no se entiendan como corrupción sino como parte de nuestra idiosincrásica picaresca hispana.

Se nos repite a menudo a los ciudadanos que son los medios de comunicación los que sacan a la luz los casos de corrupción, lo que resulta cierto. Pero no lo es menos que sobre esos medios existe un control de determinados intereses económicos que propician que a la luz salgan determinados casos, mientras otros son silenciados por esos medios, o aparecen o desaparecen de los noticiarios según las directivas de sus propietarios a esos medios.

En cualquier caso la corrupción socava la democracia, cuestiona el imperio de la ley, erosiona las instituciones, hacer perder legitimidad a los gobiernos, provoca intolerancia entre los ciudadanos, causa ineficiencia en la acción de gobierno, aumenta los costes de servicios e inversiones, o facilita la destrucción del medioambiente.

Últimamente podemos añadir a esta lista de efectos, como también la ayuda humanitaria se ve socavada por la corrupción, y queda limitada a aquellos que tienen conexiones o pagan sobornos, haciendo aplicable el principio de que la corrupción trae más corrupción. Tampoco está exento de corrupción el deporte, ni las organizaciones no gubernamentales, ni las organizaciones religiosas.

Parece por tanto evidente, que para nuestro país permitir que exista la corrupción, es asumir un lastre para la economía y su recuperación. Pero sin embargo no parecen los partidos políticos en su conjunto dispuestos a dar las respuestas adecuadas a este fenómeno. No basta con grandes frases y declaraciones, lo que se necesitan son  soluciones, y no es esa la impresión que se transmite desde los gobernantes a los gobernados.

El tráfico de influencias, o la obtención de favores ilícitos a cambio de dinero u otros favores, suponen la vulneración del derecho a la igualdad ante la ley que tenemos reconocido todos, y una vulneración de los principios democráticos. No sé lo que gustaría hacer a los militantes de otros partidos ante la corrupción propia, pero a todos los socialistas nos gustaría que la lejía y el aguafuerte se usen cada vez que encontremos el menor rastro de suciedad en el nuestro, porque tampoco podemos estar absolutamente exentos de un problema hoy generalizado.

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