Asistimos a una tendencia preocupante: el aumento de diagnósticos de cáncer en personas menores de 50 años. Los estudios internacionales confirman este fenómeno, evidenciando un crecimiento del 79% en la incidencia de cáncer de inicio precoz entre 1990 y 2019. Investigaciones recientes, como las publicadas en The Lancet Oncology concluyen que la incidencia de cáncer de colon (el más frecuente) ha aumentado en los pacientes jóvenes en muchos países occidentales. Nueva Zelanda o Reino Unido registran, junto a Chile y Puerto Rico, los ascensos más pronunciados de un grupo de 50 países.
Oncólogos españoles advierten que los casos de cáncer en personas jóvenes están creciendo, especialmente en los últimos años, y suelen diagnosticarse en fases avanzadas. Esto se debe, en parte, a que ni médicos ni pacientes suelen asociar síntomas en personas jóvenes con cáncer. Además, factores como el sedentarismo, la obesidad y los cambios en la dieta podrían influir, aunque todavía se considera multifactorial. Se barajan hipótesis relacionadas con la microbiota intestinal, factores genéticos y un mayor acceso a diagnóstico.
El cáncer en jóvenes tiene implicaciones únicas. Personas diagnosticadas a los 39 años con un tumor de cuello uterino, viven con secuelas físicas y emocionales tras los tratamientos, y muchas participan en ensayos clínicos que le permiten controlar la enfermedad, aunque su calidad de vida esta menoscabada.
Algunos oncólogos también alertan de que los cambios en los patrones reproductivos podrían influir, ya que tener hijos tempranamente puede proteger frente al cáncer de mama. Sin embargo, el miedo a la recaída persiste, y destacan la importancia de vivir el presente.
El cáncer precoz en jóvenes plantea desafíos médicos, sociales y económicos, y exige un enfoque multidisciplinar para abordar las necesidades especiales.
Existe una gran preocupación por el aumento de los casos de cáncer y las posibles causas relacionadas con el estilo de vida moderno, la exposición a químicos y contaminantes, y las prácticas de la industria alimentaria y farmacéutica. Debmos criticar la presencia de aditivos como nitritos, nitratos, bisfenol A, glifosato y microplásticos en alimentos y productos de uso diario porque estas sustancias tienen efectos cancerígenos que no han sido suficientemente regulados debido a la presión de los lobbys.
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