La política española se hace en las televisiones, lo de las Cortes es secundario. Cambian a Ana Rosa de horario, y que mejor invitado al restreno que una amiga. ¿Qué digo una amiga? La que ayuda a sostener el programa, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Y ella se deja querer, y utiliza el espacio televisivo para lanzar declaraciones polémicas y teorías conspirativas, alegando que el gobierno central conspira para destruirla personalmente.
No tiene ninguna prueba para afirmarlo, pero lo afirma y se queda tan ancha. Afirma, sin pruebas, que Sánchez quiere "acabar" con ella, y dice que le desaparecen mensajes de WhatsApp y que Moncloa está detrás de estos hechos porque a ella la espían. Eso en el programa de Iker Jiménez, igual cuela, pero estas afirmaciones en un programa que pretende ser generador de opinión, hay que recibirlas con escepticismo, cuando no se las considere como para reírse, o para llorar por ser una prueba de que la salud mental en España no está entre las prioridades del sistema sanitario.
También criticó al Gobierno por usar los recursos del Estado contra ella, y para eso mezcla acusaciones personales y políticas con declaraciones triunfalistas sobre su gestión en Madrid. Pero basta contrastar sus argumentos con datos para darse cuenta de que miente en lo de la gestión y desvaría en sus acusaciones. Por ejemplo, busquen los datos de las bajas inversiones en sanidad en la región que lidera y verán donde va su triunfalismo.
En realidad, esta señora luce más de lo que su sesera le permite por la figurar de su teórico líder y jefe de filas Alberto, que lleva tiempo en una estrategia política errática y falta de coherencia. Para ejemplo sus decisiones recientes, como el cambio de postura respecto al decreto ómnibus, que si algo ha conseguido es generar tensiones internas dentro del partido. Esta falta de dirección clara mina la credibilidad de Feijóo y de la oposición en general, especialmente porque en su discurso compiten contra la extrema derecha de Vox, un partido que sigue consolidándose gracias a un discurso provocador, y del que el PP es un mero imitador. En ese charco de ranas Ayuso se sienten la reina.
Lo miremos por donde queramos, el debate político y mediático en España, se caracteriza por la frivolidad, la falta de rigor y la capacidad de ciertos políticos para instalar narrativas absurdas en la opinión pública. Ayuso es el mejor ejemplo de esta tendencia, alguien que utiliza el espectáculo mediático para desviar la atención de las críticas legítimas a su gestión. Solo le importa consolidar su imagen ante sus seguidores, y no le preocupan en absoluto las necesidades de sus gobernados.
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