martes, 28 de abril de 2020

Diario del coronavirus 85

Buenos días.
Parece que nuestra España sigue siendo la reserva espiritual de Occidente. Sobre todo si se escuchan, leen o ven las opiniones de algunos opinadores, empeñados en ser creadores de opinión. Ni la santa Inquisición se atrevió a tanto como algunos "balconers".
Tenemos gente a la que le estorba todo el que no tenga asumido, que hay que hacer las cosas como ellos quieren. Vamos, lo que ellos definen como Dios manda. Hay que gobernar como ellos quieren, escribir sólo lo que a ellos le gusta leer; el policía o el militar, tienen que ser anti comunistas o no son ni policía ni militar; les estorban los científicos que no afirmen que el gobierno se equivoca; y hasta los jueces que no condenen a prisión permanente irrevisable, a la panda de rojos que por hablar o actuar, a ellos les molesta que exista.
Son los abanderados de la intolerancia, y en el confinamiento, han encontrado su púlpito para predicar en los balcones. A ritmo de cacerolas, han puesto de moda las salidas de tono, el insulto, la mala baba, la agresividad, la tontuna y hasta el exceso de garrafa. Todo en un escenario aromatizado con un perfume irrespirable, desde donde claman arrojar a los leones a todo disidente. Mientras, como parte del decorado patrio, lucen chorreones de mezquindad en sus fachadas.
Y tras sentirse auténticos novios de la muerte, a veces, cansados se duermen...no hay problema, tienen su tonto de guardia. Ese Manolo, capaz de llamar asesino al presidente o pendón a una ministra, mientras reclama un plan de reconstrucción nacional post pandemia. Eso si, elaborado a base de féretros, banderas a media asta, crespones negros y misas de réquiem. No hay que asombrarse, que para eso son de rezo en domingo y fiestas de guardar. Son ellos, los que gracias al hambriento en la puerta de la iglesia, hacen de la limosna su solución hidroalcoholica para desinfectar conciencias.
En esta inmensa botica que precisa nuestro país, deberemos disponer de fórmulas magistrales, y será necesario tener siempre el botiquín post pandemia repleto. No pueden faltarnos los fármacos clásicos: Tranquilil comprimidos, para los másteres de la crispación; Perdonal cápsulas, para los que se pasan la vida ajustando cuentas con el otro; o Amorfiel solución, indicada para quienes esparcen el odio; o Jodedol supositorios, especial post sodomía. Y además un sinfín de pócimas y brebajes, para esta post pandemia.
Pero me temo, que para la peor secuela de esta enfermedad de país, el odiotismo, no será suficiente con toda esa farmacopea. Vamos a necesitar también, desinfectantes para tratar a quienes infectan las relaciones entre vecinos; basureros para recoger y arrojar al vertedero tanta inmundicia como hay en las redes sociales; y electricistas que nos den luz en esta oscuridad.
Así que mientras paciente espero hacerme el test que yo ya quiero, al despertarme he sentido la necesidad de haceros este post como de un Jorge Javier
Perdonadme un despertar de martes, el día marcado en el calendario para que los Reyes toledanos nos traigan la mascarilla autonómica de regalo.
Buenos días

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