viernes, 10 de abril de 2020

Diario del coronavirus 46

Buenos días.
Empiezo el día, haciendo un resumen de la visión que se tiene desde fuera, de la situación que vive nuestro país ante la pandemia global.
Ayer jueves, el New York Times publicaba un extenso artículo, firmado por su colaborador David Jiménez, bajo el titulo "El secreto letal de España: no teníamos “la mejor Sanidad del mundo”. En el argumenta, que se tardó en adoptar la medida del confinamiento, y que una excesiva confianza en nuestro sistema sanitario hizo el resto para traernos donde estamos hoy. Afirma que hemos despertado del falso sueño de creer que teníamos el mejor sistema sanitario del mundo, y que lo hemos hecho en medio del dolor.
Me permito resumiros su contenido, porque creo que nos aporta una visión que no difiere mucho de la que día tras día intento haceros llegar. Espero que sea de vuestro interés.
En el artículo se afirma, que los sanitarios llevábamos tiempo desmintiendo el mito de la gran sanidad española y denunciando sus graves carencias. Por desgracia teníamos razón. Muchos no engrosarían hoy la larga lista de fallecidos, si se hubiese escuchado ese lamento, en lugar de limitarse (en el mejor de los casos) solo a oírlo. El sistema de salud ya estaba al límite antes de que llegara el primer paciente COVID-19.
Señala las causas. La falta de personal, la precariedad de sus contratos, o consultas donde un solo facultativo tiene que atender hasta 60 pacientes al día. Una población envejecida, la cercanía social tan mediterránea. Todo junto ha convertido a nuestro país en el epicentro de la epidemia. Señala que las decisiones que han mermado la respuesta sanitaria, fueron tomadas con las políticas de austeridad impuestas por la crisis de 2008, que duró una década, con restricciones presupuestarias fijadas por la Comisión Europea, que recortaron el gasto en educación, asistencia social y sanidad. La desigualdad y la pobreza aumentaron en nuestro país. Todo ha sido tan denunciado, como ignorado.
Describe la situación que esos recortes provocaron. Menos médicos, menos camas hospitalarias han tenido un resultado letal. Solo el sacrificio de los profesionales ha mantenido en pie el sistema. Personal mal pagado, contratos temporales, todo tan precario como incompatible con la responsabilidad que se nos exige. Nuestras enfermeras ya formadas, emigradas a Reino Unido, Francia o Alemania, y si no te ibas, a conformarse con un salario de 1000 euros mensuales y si quieres mejorarlo obligadas a hacer noches.
El gobierno se ha visto obligado a llamar a jubilados y estudiantes de medicina para cubrir la escasez de personal en mitad de la emergencia. Tres generaciones de sanitarios juntos. Todo eso con unas listas de espera inmensas, que van a seguir aumentadas tras la pandemia. Se desconoce cuántos pacientes han fallecido realmente por el virus, pero también cuantos lo han hecho o han empeorado por no poder ser atendidos por la sobrecarga de la pandemia.
Hace una comparación. La pandemia ha puesto a prueba a todos los sistemas sanitarios del mundo. Salvo la excepción de Alemania, la mayoría no estaban preparados. Ellos tienen el triple de UCIs que España, suficientes respiradores para poder asumir una demanda imprevista, laboratorios con capacidad para pruebas masivas y una dirección política empeñada en mejorar la atención sanitaria, que aquí no hemos tenido.
Revisa lo acontecido ahora. Señala que España no ha sido capaz de coordinar una respuesta conjunta entre sus diferentes regiones. Ahora están bajo un mando único, tras la declaración del estado de alarma, pero hasta entonces, políticos de diferentes partidos tomaron decisiones dispares, compitiendo entre ellos y enviando a la población mensajes contradictorios. Al gobierno central le llevó tiempo poner orden y dar coherencia a una respuesta que reconoce que ha mejorado en los últimos días.
Analiza causa-efecto. El exceso de confianza en nuestras capacidades sanitarias hizo el resto. El error, equiparar la calidad del sistema sanitario con la esperanza de vida. Un error que se ha pagado a un alto precio por la ensoñación. Asegura que es el momento de construir un modelo que sea capaz de afrontar las necesidades de una población cada vez más envejecida y vulnerable.
Indica un camino a seguir. El sistema público de salud, hoy fragmentado en diecisiete modelos regionales, requerirá una revisión y reformas para coordinarse mejor, tras la creación de una comisión parlamentaria que investigue los fallos cometidos. Y nuestros sanitarios tendrán que ser dotados, si no con los medios de “la mejor sanidad del mundo”, al menos con los que corresponden a una nación europea y desarrollada. Esta vez nadie dirá que no lo merecen. Hay que aprender la lección, que los más débiles terminan pagando los recortes de servicios esenciales. Y termina señalando que las decisiones que tomemos para superarlas, definirán el destino de las próximas generaciones.
Espero que os haya gustado. A mí me parece bastante ecuánime su análisis y muestra que no solo algunos creemos, que a los errores cometidos por todos los países, comenzando por la OMS y siguiendo por el nuestro, se le añaden lo que han mermado nuestra sanidad, los recortes realizados por quienes hoy se proclaman salva patrias. A eso se le ha sumado una población convencida, en su mayoría, de que pese a esos recortes, todo funcionaba estupendamente. Grave error que no se solucionará con aplausos a las ocho, sino exigiendo que se dote adecuadamente el sistema. Gobernar es marcar prioridades, y si hoy alguien ha errado, antes alguien también lo hizo. Al final, paganos los de siempre. Por una sanidad pública, universal y gratuita.
Luego comentaré los datos del día, y antes de que llegue el momento de su aplicación, os intentaré explicar en que consiste eso que se denomina “plan de desescalada”.
Vamos por el viernes.

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