Domingo 29 marzo
Ha muerto Sara, una médica de Atención Primaria. Tenía 28 años, era asmática, trabajaba de refuerzos en el centro de salud de Mota del Cuervo en Cuenca. La trasladaron al hospital de Alcázar donde ha fallecido. Es la segunda víctima entre los sanitarios castellano manchegos después de ayer fallecer Santos Julián en Albacete. Tengo otro compañero, Fernando, también médico de familia y todo un experto en diabetes, ingresado y peleando por vivir en la UCI del hospital de León, trabajaba en un pueblo de esa provincia .
Creo que he puesto varios datos hoy en este muro y no hablaré de nuevo de números, porque temo no equivocarme como ocurrió con los que anuncié ayer y que se han confirmado hoy. No espero buenos datos hasta el martes, y ahí si me gustaría no equivocarme.
No sé si será por los fallecimientos de gente conocida compañeros de profesión o de otras personas a las que conocía, o por la situación que pasan amigos y conocidos ingresados, aislados y sin poder ser atendidos y apoyados por sus familiares, pero hoy noto una atmósfera rara. Lo mismo es por el cambio horario que se produjo anoche.
Desde que un turista alemán llegó a Canarias con el virus no ha pasado mucho tiempo pero son más de cinco mil fallecidos, y sigo convencido de que son todos los que están pero no están todos los que son. En el mundo se han superado los treinta mil fallecidos, y aún algunos niegan que este problema llegará a todos los rincones del planeta, si su negativa sirve para salvar la economía. Que importa un muerto más o menos por el virus, si cada día mueren 6500 niños por la hambruna y como no salen en los telediarios no existen. Los que el virus mate en África, Asia o partes de América Latina, tampoco estarán engrosando esas estadísticas. Pretenden transmitir una normalidad, que resulta difícil de creer.
No se puede negar que el bicho nos está haciendo una cicatriz, tanto social como económica, que tardará en curar cuanto más tarde en acabar la alarma. Pero nadie sabe cuándo acabará, ni los de las soluciones mágicas. Toca ser fríos, resistentes, flexibles, prácticos. Todo porque la situación lo requiere. Posiblemente ayer, hoy y mañana estemos viviendo el peor momento de la pesadilla. Nuestro país tiene demasiados frentes abiertos, y he dicho el país, no he dicho el gobierno que también. Aún recuerdo cuando parecía de locos suspender el Mobile de Barcelona o las Fallas o la Semana Santa.
Recuerdo cuanta gente quería volar a Italia a ver qué es lo que pasaba allí, y hasta estaban dispuestos a quemar Barajas si se suspendían los vuelos y no se podía ir a ver el fútbol. Pocos quieren recordarlo ahora, cuando el problema que ven es que no se ha declarado el estado de sitio, y algunos exigen, porque las medidas adoptadas les parecen poca cosa. Eran esos días donde solo querían hablar de Venezuela porque quienes morían eran chinos. Ahora ven correcta la decisión de un gobierno autoritario como el Chino (ellos así lo califican) y débil la de los demócratas occidentales. Claro que en eso se les ve el plumero.
Hay una palabra que resume todo: miedo. Al abismo de la economía. Miedo a que las UCIs se desborden como está ocurriendo en seis CCAA que las tienen al límite, y sino se frena ese dato, se incrementará el número de fallecidos, porque no podrán ser atendidos como requieren. Miedo a que los pacientes que van a la UCI no salen con dos días, sino que necesitan un periodo de tratamiento más largo. Y miedo a los contagios, que es de donde parten los candidatos a poder saturar las UCI. Ahora, todo tiene que ir dirigido a evitar nuevos ingresos y eso solo es posible con una mayor rigidez en los aislamientos, que es lo que se ha hecho desde hoy. Las cifras totales son enormes y faltan días para que cambien.
Aunque en Albacete la sensación es que la presión en el hospital parece no haber aumentado (puede que porque la atención primaria está atendiendo y manteniendo en sus domicilios aislados muchos casos), es nuestra región la que evoluciona de una manera más preocupante, porque preocupante es que tengamos 26,5 muertes por 100.000 habitantes.
Y entre todo esto, los sanitarios seguimos, seguro que más afectados por el cansancio físico que por el psicológico. Es muy duro saber que muchos de nosotros están aislados, bastantes ingresados, y algunos no lo contarán. Una compañera me preguntaba ¿Qué le contaremos a nuestros hijos de lo que estamos viviendo? Le respondí, que le contaría, lo que cualquier obrero de hace una generación, le contaba a sus hijos, que trabajabas en lo que te gustaba, pero para un empresario que no lo merecía. Los sanitarios hemos dejado de ser los brujos de la tribu, para convertirnos en mano de obra barata. Pero se lo contarás, porque tú y muchos pacientes viviremos para contarlo.
Seguimos sin desfallecer. No desfallezcáis ninguno ni ninguna e los que cada día entráis a este muro y seguir en casa.
Buenas noches.
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