lunes, 30 de marzo de 2020

Diario del coronavirus 26

CUMPLIENDO LO PROMETIDO, Y AL FINAL, NÚMEROS CON ESPERANZA
Me comprometí a ello y aquí estoy para intentar contaros como se lo monta el bichito cabrón para fastidiarnos.
Aparte de hundir las economías (lo pongo primero porque parece que es lo que más importa a algunos incluso ahora), nos está machacando a los profesionales de la salud. Ya son 5.400 los sanitarios contagiados y ese dato es menos importante que el de fallecimientos, pero tanto o más importante que el de la economía. Al menos para este que escribe. No voy a usar un lenguaje de médico, sino para que pueda entenderlo cualquiera que lo lea.
Un día, alguien contagiado tose o estornuda. Lo hace sobre su mano o sobre los objetos de a su alrededor. Alguien le toca a él o a esos objetos, luego se toca la cara, y el bicho llega a sus orificios: nariz, ojos y boca. En sus mucosas se instala y comienza su conquista. Llega a las vías respiratorias altas, a los senos nasales y allí acampa y empieza a multiplicarse a lo bestia, porque tiene un secreto: sabe por don el bichito cabrón de entrar a las células.
No es por la ventana ni por la chimenea. Su gran secreto es que tiene una llave con la que abre la puerta de las células y en ellas se instala. Empieza a reproducirse haciendo fotocopias de sí mismo, gracias a que la célula no está vigilante y no sabe que alguien extraño ha entrado en sus imprentas. Cuando se han multiplicado mucho, y ya no tienen tinta allí para fotocopiarse, ponen un explosivo en la imprenta, y antes de explosionarla, saltan a la imprenta de la célula del al lado.
Eso una y otra vez, hasta que los guardianes del cuerpo, se dan cuenta de que son muchas explosiones en la misma zona, y empiezan a investigar. Hasta ese momento nadie sabía nada de su presencia, y a ese tiempo le llamamos periodo de incubación. Depende de lo rápidos que sean nuestros guardianes en darse cuenta, la normal son cuatro o cinco días, aunque a veces ese periodo puede durar desde dos hasta catorce días.
Mucha gente ni se entera, porque la policía que tiene es tan fuerte que acaba con el invasor en un momento y acaba el problema rápido. Son los que no tiene síntomas, aunque hayan sido contagiados. Pero en otros casos, al advertir la presencia de un extraño, los guardianes se ponen dan la alarma y diseñan múltiples estrategias para luchar contra el invasor. Son lo que llamamos síntomas y van desde la inflamación, el dolor, la fiebre, la tos, etc.
Nosotros nos creemos que son por culpa del bicho, pero en realidad son los ataques de nuestros guardianes contra el virus invasor. Primero esos síntomas se notan en el sitio donde se ha instalado primero el bicho, en las vías respiratorias altas, pero el invasor se desplaza rápido, sigue replicándose y llega hasta los pulmones donde se atrinchera en los alvéolos, y provoca una neumonía en ambos. Como cada uno somos un individuo único, es diferente nuestra respuesta y respondemos con estrategias diferentes, aunque similares, tras descubrir el invasor lanzamos nuestro ataque: fiebre la inmensa mayoría, tos seca, uno de cada cinco tiene dificultad para respirar, dolor de cabeza, como ha atacado nuestra nariz al defendernos perdemos olfato, otros se sienten que parece que les ha arrollado un coche, otros expulsan mucosidad y a veces ese moco con sangre, tiritonas, ganas de vomitar y hasta a veces diarrea. Una cosa importante es, que con todas estas actuaciones de nuestras defensas, nuestros guardianes siguen expulsando virus incluso cuando ya nos hemos recuperado, por eso podemos seguir siendo nosotros los que contagiamos a otros aunque ya nos encontremos bien.
Los síntomas remiten en una o dos semanas y todo vuelve a ser normal. Y lo más importante es que nos hacemos inmunes al bicho, aunque no sabemos por cuánto tiempo nuestros guardianes tendrán la cara del invasor en sus puertas de acceso y cada vez que quiera volver le impedirán el paso. Solo si la pelea la perdemos, puede llegarnos la muerte, que también se produce porque con tanto ataque de nuestros guardianes, acabamos haciéndonos daño a nosotros mismos y produciendo un fallo de todos nuestros sistemas. Pero sobre todo se muere porque los pulmones no son capaces de expulsar toda la mucosidad que el cuerpo defendiéndose ha generado, y quienes menor fuerza tiene en sus músculos respiratorios son los mayores y eso puede explicar, porque en gran medida, ese desenlace fatal es más frecuente en los mayores (más frágiles), y menos en los jóvenes, mas fuertes y robustos.
De diez que enfermemos, ocho ni nos enteraremos o creemos que ha sido un resfriado, o aun teniendo síntomas cardinales podrán seguir en casa, dos tendremos que ir a un hospital a que nos traten y de esos dos, de cada cuatro de ellos solo uno irá a la UCI, y de cada cien de los que vayan a la UCI. Pero lo más importante es que de todos los que enferman al final el 95% se recupera completamente.
Y cumplido lo prometido (vaya ripio me ha salido), voy a comentar los números de la pandemia.
Lo primero a decir es que ni siquiera para los expertos, los datos que disponemos son interpretables con certeza. Demasiadas variables en las mediciones como si solo son los confirmados con prueba, solo de diagnostico clínico, los que llegan a los hospitales, y otras muchas variables que no permiten una interpretación de la que podamos decir que esto va hacia aquí o hacia allí. Lo que parece poco cuestionable es que más pronto o más tarde todo el sistema sanitario acabará notando una presión asistencial desbordante como ocurre en la Comunidad de Madrid fundamentalmente, y puede que en otras que aún se resisten a admitirlo. Tal vez la paciencia de muchos pacientes esperando cama en un pasillo 24 horas, impide que esa presión sea tan manifiesta en la calle, pero dentro existe. En honor a la verdad, hay que afirmar que no es igual la situación de presión en unas comunidades como en otras, pero todo señala, que al final en todas ellas acabará pasando en buena medida algo parecido.
Casi mejor no informarse o de hacerlo, sumando lo que todos los medios dicen y haciendo una media de esa suma. Utilizar los fallecimientos como arma arrojadiza contra el rival político es lo peor lo más vomitivo. Pero defenderse con en mi cortijo se mueren menos, es igual de nauseabundo. Lo importante parece carecer de importancia, y para mí, eso es que es que las infecciones crecen a un ritmo similar en todas las comunidades, y al que hoy dice “yo lo hago mejor que tú”, el bichito cabrón le hará tragarse sus palabras. Sino, al tiempo.
Siempre hablamos de los casos confirmados, lo que nos dice al comparar cada día con el siguiente, con eso sabemos cómo crece el número de infectados en cada comunidad o país, pero no depende solo de la capacidad de contagio del bicho, sino también de la capacidad de cada sistema sanitario de detectar los nuevos casos. Un ejemplo de esto es en España, que hemos visto como ha aumentado el número de casos declarados desde finales de enero, que es cuando se comenzaron a hacer las pruebas a los que tenían una neumonía y no se sabía su causa. Antes puede que haya fallecidos por neumonía por esta causa y que se atribuían a un origen desconocido.
Como los números están para interpretarlos, se puede ser todo lo optimista o pesimista que se quiera sobre ellos. Si se mira el número de fallecimientos vemos como crece día a día. Ese número sí que no depende de si se ha contado mejor, por un método o por otro. Los fallecidos son la triste realidad y el dato más fiable de toda esta pandemia. Si se mira desde que se declaró el estado de alarma, vemos como ese número crece y en estos últimos días ha seguido creciendo más cada día: 107, al siguiente 169 más, 235 más, 324 más, 394 más, 462 más, y los 514 fallecidos más que ayer. Es la mirada pesimista. Sin embargo, si vemos cuantos son los que han fallecidos más que el día anterior, entonces las cosas se pueden ver diferentes, porque veríamos que son 62, 66, 89, 70, 68, 52 lo que significa que desde hace cinco días no solo no aumentan sino que han descendido.
Prefiero fijarme en eso y pensar que cuando se llegue a los quince días desde la declaración del Estado de alarma, eso sea una tendencia de frenada y marcha atrás. Mientras, toca aguantar las barbaridades que se escuchan en base a no se sabe que ciencia infusa que algunos poseen. Y todo apunta a que si se siguen haciendo más pruebas como ya ocurre, mañana estaremos cerca de los 50.000 contagiados y pasado estaríamos llegando a los 60.000 casos, lo que no significa nada más que de todos los que hay, ya se han identificado esos, pero nada más. Si de cada 100 contagiados fallece uno, y han fallecido tres mil, saber cuántos hay contagiados, se hace con la cuenta de la vieja, pero no deja de ser eso, solo una cuenta.
Y todo lo anterior es solo una opinión personal. Espero no haberlo hecho muy pesado. Buenas noches,

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