lunes, 30 de marzo de 2020

Diario del Coronavirus 22

22 de marzo 2020
Mañana muy nubosa aquí en San Pedro.
Ayer busqué los datos sobre la duración del periodo de incubación del COVID-19, para intentar saber, cuándo veremos el efecto de nuestro confinamiento en casa. Ya se que hay pacientes y no enfermedades. Pero todo tiene una regla general. Encontré un caso con un período de incubación de 27 días en Hubei, otro de 19 días en un estudio de 5 casos publicado el 21 del pasado febrero en JAMA, y otro con 24 días de un estudio realizado también en febrero. Son las excepciones a la regla.

Llamamos período de incubación, al tiempo que transcurre desde la exposición al virus, hasta el desarrollo de los síntomas. Todos coinciden en estimarlo entre 2 y 14 días, y así lo documentan la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Comisión Nacional de Salud (CNH) de China, los CDC de EEUU, y la DXY, que es una comunidad virtual de médicos y profesionales de la salud de China. Estas son las fuentes más fiables de que disponemos.
Eso significa, que si llevamos una semana de reclusión, nos queda otra para ver los resultados de permanecer en casa. Pero también significa, que la semana que hoy empezamos, va a ser la más difícil, mucho más dura que la que acaba. A que los días de encierro empiecen a agriarnos a ratos el carácter, se le sumará el palo de que asistiremos a un crecimiento del número de casos diagnosticados, del de curados, del número de pacientes que precisaran ser hospitalizados, de los que requerirán serlo en las UCIs, y del número de fallecimientos. La sensación Pie de ser que esto es imparable, cuando lo cierto es que no es así.
La curva de casos apunta a que hoy superaremos los 30000, el lunes los 35000, el martes los 42000 y el miércoles los 50000. Es la tendencia pero puede no ser así. Aún siendo eso importante, lo realmente importante por su impacto es el numero de los fallecimientos, pero para saber hacia dónde vamos o que nos espera, son el número de los que precisen hospitalización, porque esta semana pueden poner en jaque nuestra capacidad asistencial. Deseo equivocarme, pero puede que eso ocurra no solo la de la Comunidad de Madrid.
Madrid. La capital se ha convertido en un símbolo, en nuestra zona cero. Pero para nuestra desgracia, también en el ring de la pelea política, porque allí apuntan los focos mediáticos. Su presidenta debe olvidar la pelea en estos momentos, porque algunos reproches en su boca ahora, no terminan de entenderse. Todos tienen motivos para callarse. Por ejemplo, que sea necesario montar un hospital en IFEMA o medicalizar dos hoteles, todo ello aderezado con culpabilizar al gobierno del Estado de las siete plagas de Egipto ¿ a qué viene? ¿ es qué no sabe que hace mejor entonando un “mea culpa” por otras cosas? Si, ha habido falta de previsión en los suministros de material, pero la Comunidad debería explicar, el motivo de mantener cerrados a cal y canto, las ampliaciones de módulos que se realizaron en siete hospitales (en época de Aguirre), completamente inutilizados, que ni Cifuentes ni Díaz Ayuso han puesto en marcha, que deberían llevar funcionando tres años, y que supondrían hoy 500 camas más. No lo digo yo, lo publica el Confidencial ayer sábado.
Habrá tiempo de pedir a ella, tantas explicaciones como ella exige a los demás. Pero ahora a los madrileños lo que les importa es atender como se merecen todos los ciudadanos de una comunidad, con una gran red asistencial, que pese a sumar lo público y lo privado, da muestras de será insuficiente para asumir la avalancha de pacientes producida por esta pandemia. Pero la situación que ya se ve en Madrid, por desgracia puede no ser la única, y podemos asistir a algo parecido en otras CCAA, si no se refuerzan desde ya los dispositivos asistenciales, antes de que se llegue a la misma situación que la capital.
En casi todas las CCAA, y es en varias, el avance geométrico de casos va a requerir medidas que permitan hacerle frente, y hacerlo con las mayores garantías asistenciales, y respondiendo a todas las necesidades que se puedan provocar. Eso hace necesario plantear una reorganización acelerada de sus actuales servicios sanitarios, mejorar su eficiencia y poder dar una respuesta eficaz a toda demanda. No solo a base de hospitales de campaña o hoteles reconvertidos, sino que en esa respuesta debe jugar un papel básico la atención primaria. En este escenario, ese es el único escalón (aparte de las nuevas contrataciones de personal para la hospitalaria), desde donde se puede contribuir a minorar la sobrecarga asistencial que ya están soportando los servicios de urgencias, porque Primaria puede aportarle profesionales que por muchos que haya no van a sobrar.
Todo apunta a que esa presión asistencial hospitalaria se va a ver incrementada de manera exponencial en unos días. Y en la respuesta, habrá de tenerse en cuenta, que los profesionales actuales nos iremos agitando físicamente, y que también podemos enfermar, y se debe tener previsto un plan de contingencias ante esas eventualidades, que permita la movilización de todo el personal disponible por necesidades del servicio.
Los CCAA vecinas de la C. de Madrid, y los menos vecinas, deben tomar ya nota: cuando las barbas del vecino veas…Pues eso.

Y todo esto nos pasa en el siglo XXI, y siendo miembros de la UE, desde la que no se ha dado a todos sus miembros, una respuesta ambiciosa y coordinada a todo lo que está ocurriendo en todos ellos. En todos, porque se equivoca quien quiere hacernos creer que todo se hace mal solo en España, o que todo el problema se limita a Italia, España o ahora algo en Alemania. En números absolutos sí puede decirse eso por ahora, pero en datos relativos de casos por millón de habitantes, no lo es. Tenemos por delante de nosotros a Islandia, Italia, Alemania, Austria, Bélgica, y al ex UE Reino Unido, mientras que Francia nos viene pisando los talones.
Quedarnos en justificar lo nuestro en lo que tienen encima los demás, es aquello de mal de muchos… porque el problema sigue ahí, y nos toca a cada uno de nosotros afrontarlo. Y no será fácil para muchos mantener la calma estos días, ni no llegar a pensar que el mundo se hunde como algunos anuncian, sin dejar pasar la ocasión de arrogarse la calidad de salvadores de la patria (frente a la incapacidad de los demás), proclamándose poseedores de una barita mágica pagada que no usaron cuando pudieron hacerlo.
Dejémonos de las quejas que solo sirven para crispar. Se han comprados los test; aunque más lento de lo debería, va llegando el material; quedan días de situaciones críticas e insoportables para muchos familiares de enfermos y para muchos profesionales, pero hay que aguantar; y siempre desearíamos que todo fuese más al ritmo que los acontecimientos demandan, y no al ritmo que el mercado y la industria sanitaria mundial nos impone. Esa es una de las servidumbres del hecho de que el problema no sea únicamente nuestro, sino que se trate de una catástrofe global, y haya que competir comercialmente hasta por unas mascarillas, y no digamos por la adquisición de fármacos. Somos un actor secundario, imprescindible para representar el drama, pero secundario en la escena mundial de los países ricos, aunque nos duela.
Es la hora de tomar más protagonismo ciudadano. Aunque oyendo algunas noticias, uno llega a la conclusión, de que los seres humanos somos increíbles, pero si además de humanos, somos españoles, la incredulidad puede alcanzar sus más altas cotas. Y eso lo digo, porque cuando en un estado de alarma, con nuestros hospitales con camas por todos los rincones, con nuestra gente recluida en sus casas, con muestras masivas de actos de solidaridad tanto de los grandes (Huawei, Zara, Club deportivos, etc.), como de los pequeños (asociaciones que fabrican batas o mascarillas para nuestros sanitarios y las residencias de mayores, o quien lleva la compra al vecino mayor, o el policía que anima y divierte a los niños por ejemplo), también asistimos al egoísmo de unos pocos, a su falta de civismo, a muestras de una irresponsabilidad enfermiza.
Solo así se puede explicarse, que haya quien adopta un perro como justificación para poder salir a la calle; o ver esas eternas colas de arrasasupermercados; o las caravanas de domingueros de excursión playera. Todos con la misma excusa; no saber la situación que vivimos. Es mejor olvidarse de ellos, no de esos pobres perros, que tras el coronavirus veremos por las calles buscando comida junto a los contenedores. Pueden que ese in-civismo sea el aviso de que tal vez se necesiten medidas más duras, como la que ayer adoptó Italia, cerrando en todo su territorio todas las actividades productivas no imprescindibles, y manteniendo solo las indispensables para garantizar los servicios esenciales. Manteniendo abiertos solo supermercados, y negocios alimentarios de primera necesidad. Igual nos toca hacerlo aquí según evolucionen las cosas, porque no sirve de nada producir bienes que no se consumirán de inmediato, y arriesgar a los trabajadores a que puedan enfermar, y continúen aumentando los contagios. Y así de paso, no seguimos viendo por las calles a tanto gilipollas sin neuronas.
Termino. Unos pocos no pueden eclipsar la bonhomía del conjunto de gente que habitamos este país. A los que aunque cada día nos cuesta un poco más, pero seguimos quedándonos en casa. A los que desean que se recupere pronto el Dr. F. Simón. A los que no le tenemos miedo a los números que conoceremos hoy, aunque no serán precisamente tranquilizadores.
Esto no podrá con nosotros. Buen domingo.

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