domingo, 21 de octubre de 2018

MARCA ESPAÑA


Salvo la petición de archivo por parte de la Fiscalía, del asunto Casado-Máster, parece que el tema de la titulitis hispánica va desapareciendo de primera plana y decae.

Y es que quienes quieren ser algo en nuestro país, y no solo en política, sufren un sindrome de dependencia al hecho de "enmarcar títulos". Cuantos más, mejor. No importa si se aprendieron los contenidos cursados, lo único importante es colgar el título en la pared. 

La cultura del esfuerzo en España está más muerta que nunca. Atrás quedan los tiempos en los que trabajábamos para costearnos los estudios, o hacíamos de friegaplatos o niñeras mientras aprendiamos un idioma. Hoy la referencia para nuestros adolescentes, de lo que significa alcanzar el "triunfo social", son los participantes en el Gran Hermano, o los que llegan a ser "tronista" en Mujeres, Hombres y Viceversa. En resumen, el referente es convertirse en expertos en no hacer nada.

Con este panorama ¿Qué se les puede exigir a nuestros políticos? Pues está claro: ser atractivos, ir al gimnasio, parecer metrosexuales... ¡Ah! Y tener la pared del despacho llena de títulos que acreditan el curso (cursado o no, es igual) pero que en ningún caso les facultan para nada.

Ya lo decía alguien: los políticos son el reflejo de la sociedad que los elige para que les represente.
Buen sábado.

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