Acabo de ver el partido de fútbol de la selección. Los silbidos y gritos contra Piqué no pueden
representar a todos los ciudadanos españoles, porque solo representan a quienes
gritan. Son gritos que recuerdan a otros que nos daban en el oscuro pasado que
parece que hemos olvidado, y que no hace tanto que tuvimos. Ese anti
catalanismo, es otra manifestación más del sentimiento de xenofobia contra el
diferente que nos está inundando a Europa, como si ya le concediésemos a los
catalanes la calidad de extranjeros, de inmigrantes, a los que solo se les
tiene en cuenta si te suplican.
Antes, lei la noticia de que
el banco Sabadell y Caixabank han decidido marcharse de su tierra de origen,
demostrando que el dinero catalán (que no es diferente al resto de los dineros)
era ya independiente mucho antes que los ciudadanos de esa Catalunya, que
decimos que no puede irse porque siempre fue nuestra. Rajoy y sus huestes han
decidido obsequiar a las empresas que allí tienen su sede social, con un
decreto exprés para que puedan cambiarla según sus deseos. Parece una jugada
maestra contra el independentismo, pero es propia de un gobierno de estrategas
de pacotilla.
Reitero, gobierno de
estrategas de pacotilla, convencidos aún de los tópicos de tiempos franquistas:
el andaluz es vago y el catalán un pesetero. Es una estrategia con la que se
dice presionar desde las empresas, sin tener en cuenta que a la vez es una
forma de provocar el hundimiento de ese trozo del país que dices que es tuyo y
que no quieres que se marche. La culminación de la gran frase del genio
"Los catalanes, hacen cosas". Ahora le toca a él hacer.
Y lo que me parece más
triste. Hoy paseé por esta ciudad, y me he sorprendido con las muchas banderas
que lucían en los balcones. Esas banderas con las que simbolizan que queremos a
España. Las mismas que nunca se mostraron cuando nos aplicaron una reforma
laboral injusta, nos recortaron la sanidad, hacinaron a nuestros hijos en las
clases de los colegios, o decidieron que las pensiones fuesen de miseria para
la inmensa mayoría de nuestros mayores. Banderas de las que nunca nadie se
acordó que las tenía guardadas, cuando rescataron a la banca con lo que sacaron
de nuestros bolsillos, esos mismos bolsillos que ya estaban casi vacíos, porque
en ellos antes ya metió la mano la corrupción. Entonces no debíamos querer a
España tanto como hoy.
Son las banderas de gente,
mucha de ella de buena fe, que piensa que con eso demuestra que quiere a este
país, que piensa que así lucha contra la ruptura de esta España nuestra. Pero
que harían bien en pensar, que igual se equivocan, y que sin saberlo, lo que
hacen es acelerar que se rompa. Un país no se defiende con símbolos, sino con
cultura, libertad y solidaridad.
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