jueves, 14 de febrero de 2013

¿Hasta cuándo podemos seguir dando una imagen de país corrupto?


De un tiempo a esta parte, cada vez resulta más difícil acceder a un medio de comunicación (escrito, radiofónico o televisivo), sin que la corrupción en España este en sus cabeceras o titulares. La imagen que perciben de nuestro país fuera, según algunos amigos europeos y latinoamericanos me comentan, es de un país podrido y cayéndose a trozos. Y no es de extrañar esta percepción porque empezando por  el Casa Real, continuando por el gobierno, siguiendo por el partido que sustenta al gobierno, pasando por el partido de la oposición aunque en menor medida, y finalizando por el conjunto de la política en general, todo se encuentra manchado por la corrupción.

A este fenómeno no escapa ni el poder judicial al que desde fuera ven corrupto, como causa para la expulsión de Garzón según ellos comentan. Tampoco les sorprende que los empresarios también estén “pringados” en donaciones ilegales, porque en sus países conocen esas prácticas, y tampoco se sorprenden de que a los sindicatos se les acuse de vivir de las ayudas oficiales sin reparos. En resumen, perciben un panorama desalentador de país.

Trato de transmitirles que admitiendo que hay corrupción, la realidad dista bastante de ser esta que ellos están recibiendo a través de los medios. Tristemente estamos empezando a sufrir el efecto del “y tú más”, y entre unos y otros, están haciendo que la imagen de este país este por los suelos. Y lo que es más grave, que la confianza de sus ciudadanos en que esto pueda tener solución cada vez se acerca más a rozar también el suelo.

Por eso, cuando el Marianico dice aquello de "A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión y eso es también una decisión", a mí se  me ponen los pelos como escarpias. Si algo me ha enseñado la experiencia en política es  que la peor decisión es la que no se adopta, aunque efectivamente sea una decisión, siempre será la peor. Y es que estando presididos por alguien que piensa como piensa, solo se puede decir que así nos va.

No podemos continuar esta imagen de nuestro país fuera. Ha llegado el momento en que no podemos permitirnos el lujo de dejar para mañana el adoptar medidas que recuperen la dignidad y la confianza en nuestra democracia. ¿Para cuándo se tienen prevista la tan cacareada ley de transparencia? Sigue en el sueño de los justos.

Y es que ya no nos basta con hacer alardes de transparencia enseñando declaraciones de hacienda o exigiendo a los demás que también presenten las suyas, porque el ciudadano no es tonto, y sabe que en esas declaraciones  solo aparece lo inocultable, pero nunca los chanchullos. Estamos en el momento de la historia, en que este país necesita hacer de cristal sus administraciones públicas (incluida la Casa Real), los partidos políticos, las confederaciones empresariales, los sindicatos, y hasta todas las organizaciones sociales, y sobre todo sus órganos de control, esos que cuando emiten sus informes el delito ya ha prescrito. No solo es necesario el street tips de Rajoy y Rubalcaba. O hace esa práctica la sociedad al completo, o no se recuperará el crédito perdido como país con quienes nos observan desde el exterior.

Además el retraso en promulgarla es absurdo. No hace falta inventar formulas magistrales, porque hay países en los que mirarse para elaborar una legislación específica, y tampoco es necesario buscar en otros continentes, porque tenemos experiencias en muchos de nuestros socios de la UE.

Pero también tenemos que saber que solo con una ley no se solventa el problema. La ley servirá para dificultar las prácticas corruptas y comportamientos impropios de la vida pública, pero es en nuestro modus vivendi en el que habrá que introducir la autocritica que permita podernos quejar del corrupto, sabiendo que nosotros no lo somos. La más mínima duda personal sobre nuestra propia integridad  como ciudadano, es la que puede estar detrás de que seamos tolerantes con la corrupción.

No solo es cuestión de exigir, también de comprometernos en nuestra actitud personal. Pero eso sí, hasta que entre en vigor esa ley, el que la haya hecho que la pague. En eso es en lo único que estoy de acuerdo con la Mari Loli.

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