Sin luz, sin teléfono, sin internet. Y cómo si llegase el fin del mundo, la pregunta
nos la dieron redactada ¿Y ahora qué hacemos? Pero no era esa. Era ¿por qué?
España ha vivido un gran apagón el pasado lunes. Un evento de tal magnitud
que dejó inoperativa a toda la península ibérica en cuestión de segundos. La
desconexión total sorprendió por su rapidez, y la recuperación del suministro fue
inevitablemente lenta, y ha requerido que todos los sistemas volvieran a
acoplarse y sincronizarse con la señal eléctrica, lo cual es un proceso complejo
en una red con muchos sistemas. Algunas zonas, como las cercanas a las
fronteras francesa y marroquí (parte del País Vasco y la provincia de Cádiz),
recuperaron la normalidad antes, aunque incluso dentro de una misma provincia
hubo grandes diferencias en el tiempo de restablecimiento.
La pregunta inmediata fue ¿por qué se produjo? Empecemos por dejar claro que
no tenemos certezas sobre la causa o causas. Que Tellado y Gamarra ya digan
saber la causa, es para que les diera vergüenza solo insinuarlo. El asunto es tan
técnico, que es más que probable que los ciudadanos nunca nos enteremos del
origen real del problema. Eso ha facilitado que el debate público se ha llenado
de especulaciones y, cómo no, de bulos, convirtiéndose hoy en una batalla
ideológica entre renovables y nucleares, y también en otra batalla más entre
izquierda y derecha. Tenemos desde quienes relacionan el apagón con un
exceso de confianza en la energía solar o los supuestos riesgos de las
renovables, hasta quienes directamente lo atribuyen a la progresiva retirada de
las nucleares en nuestro país.
Los denominados "todólogos" (esos que saben de todo: Covid, Volcanes, DANA
y ahora sistemas eléctricos) en las tertulias televisivas, y que siempre son los
mismos y mismas, ya nos hablan de las causas sin ser expertos, y, eso sí, todos
con un sesgo político. No quisiera caer en lo mismo que crítico porque tampoco
yo soy un experto en sistemas de distribución eléctrica. Lo que si he hecho ha
sido, antes de escribir este artículo de opinión, intentar documentarme por varias
vías de lo acontecido. Y la verdad es que son muchas las publicaciones que ya
apuntaban a que este apagón del lunes podría producirse. Sin embargo, los
ciudadanos seguimos guiándonos solo por lo que nos cuentan en la caja tonta,
en lugar de a escuchar a expertos acreditados, que nos pueden aportar algunas
claves para entender lo ocurrido.
Según las fuentes en las que he leído, el apagón no se debió a un ciberataque,
ni tampoco el problema está en las renovables en sí mismas, que son las dos
opiniones preponderantes en redes. Tal vez, posiblemente, la causa principal
pudo haber estado en dos episodios de desconexión de energía solar, pero no
porque el problema fundamental sea esa desconexión en sí, sino por la
inestabilidad de la red eléctrica. Esta inestabilidad es real, y consecuencia directa
de un modelo energético que ha priorizado los intereses de las grandes
empresas por encima de las inversiones necesarias para garantizar la
estabilidad del sistema. El problema fundamental, no son las renovables, sino
que el modelo de integración de las renovables no es el más adecuado para sus
características.
Según algunos expertos, lo ocurrido fue el resultado de acumular una gran
cantidad de electricidad generada por sistemas fotovoltaicos en una red de alta
tensión, sin contar con sistemas de estabilización suficiente. Justo antes de la
caída, el 60% de la energía producida era fotovoltaica. La energía fotovoltaica
es inflexible, produce una corriente continua en función de la luz solar, y eso
dificulta la adaptación instantánea a la demanda. Aunque la situación generada
se podría haber compensado activando centrales de gas de ciclo combinado, no
se hizo, posiblemente porque mantenerlas operativas resulta costoso y el precio
actual de la electricidad es muy bajo.
Según esos expertos, no se pueden integrar las renovables sin dotarlas de
sistemas de estabilización. Las empresas han minimizado al máximo esta
inversión, delegando la estabilización a la Red Eléctrica. Aunque desde 2022 la
normativa obliga a los nuevos sistemas a incluir estabilización propia, el
problema reside en las instalaciones anteriores a esa fecha que no están
obligadas a cumplir estos requisitos. Están en esa situación instalaciones en
todas las CCAA anteriores a esa fecha, también en Castilla La Mancha. Si ese
es el motivo real de lo acontecido, resulta una imprudencia que no se debe
consentir y mucho menos repetir.
La falta de sistemas de control y estabilización ha podido provocar una
sobrecarga que, en lugar de que las subredes se desconectaran para protegerse,
fue pasando el problema a otras subredes, generando un efecto dominó, una
caída en cascada, y eso hizo que todo se cayera muy deprisa para evitar
quemarse. Para resolver ese problema, se debe invertir en los mencionados
sistemas de estabilización. Los expertos señalan que la mejor manera de
estabilizar las energías renovables, especialmente la fotovoltaica y la eléctrica,
es a partir de baterías. Es una idea simple: cuando hay desacoplamiento con la
demanda, si aumenta, sacas energía de la batería; si disminuye, metes el exceso
en ella. Esto, garantizaría la estabilidad y continuidad del servicio.
Lo que parece claro es que, si esa es la causa del apagón, la situación exige la
aprobación de leyes que antepongan la electricidad como servicio vital antes que
los intereses de las empresas. La importancia de exigir desde las instituciones
unas especificaciones estrictas y obligatorias de estabilización, aunque las
compañías pongan el grito en el cielo, porque hacerlo implica hacer un montón
de inversión, pero es necesario anteponer la seguridad de los españoles y del
Estado. Este acontecimiento que hemos vivido viene a poner en evidencia que
un elemento vital hoy cómo lo es la electricidad no puede estar sometido su
funcionamiento a las leyes de mercado ni a los intereses de las empresas
privadas, sino que se debe plantear que la generación de la electricidad sea un
servicio público.
Cómo en la sanidad, en la educación y en lo que conocemos cómo servicios
básicos, también aquí un modelo de empresa privada siempre va a priorizar el
beneficio frente a la calidad del servicio. Desmantelar lo público tiene muchas
consecuencias, una puede ser lo acontecido este pasado lunes, otra que sean
muchos los expolíticos españoles que han estado o están hoy sentados en los
consejos de administración de esas empresas. No es una cuestión ideológica,
sino de toda lógica, plantear que es una anomalía que un servicio público cómo
la electricidad de máxima necesidad, cómo hemos comprobado en nuestras
propias carnes, esté en manos privadas, y que hacen un gran negocio con
nuestra necesidad total de esta energía. El apagón también ha puesto de
manifiesto la vulnerabilidad en la que nos sitúa la falta de planificación respecto
a este sistema de renovables y es aplicable a otros muchos servicios de primera
necesidad.
Más allá de los aspectos técnicos, el incidente también nos ha mostrado los
contrastes de nuestra sociedad del siglo XXI. Mientras unos reaccionaban hace
unos días comprando kits de emergencia y abogando por el incremento del gasto
militar ante un supuesto ciberataque, no se dan cuenta de que solo cortar la luz
una semana, nos deja una España rendida. La falta de información y la escasa
transparencia de las administraciones además nutre la creación de bulos
interesados que hacen de la incertidumbre ciudadana un vivero de votos. Ojalá
que el apagón, al menos, sirva para que nos demos cuenta de nuestra falta de
empatía con ciudadanos españoles o de fuera que sufren carencias mucho más
graves desde hace años (falta de luz, agua, alimentos, medicamentos) cómo
ocurre en Gaza o en la Cañada Real.
Políticamente, el evento ha dejado clara la apuesta de la derecha por las
nucleares frente a las energías limpias, y también nos permite percibir que
algunos usan cualquier situación para intentar obtener rédito político. A quienes
queráis documentaros con evidencia en el tema, os recomiendo la lectura de
diferentes publicaciones de Antonio Turiel Martínez, científico y divulgador,
licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica por la Universidad
Autónoma de Madrid. Actualmente trabaja como Investigador Científico en el
Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en Barcelona. Él ya había advertido de
este escenario, señalando que la red lleva mucho tiempo "en el alambre" y que
ya ha habido ocasiones en las que se ha estado muy justo para garantizar el
suministro. De hecho, el año pasado se tuvieron que poner en marcha cinco
veces los sistemas de respuesta activa de la demanda, lo que básicamente
significa apagar toda la industria del país.
La transición del modelo heredado a un modelo renovable no es por un capricho
ideológico, sino consecuencia de la necesidad de luchar contra el cambio
climático. Y que no te engañen, es mejor un apagón temporal que las
consecuencias del cambio climático global, y mejor las renovables con sus
problemas solventables, que los costes económicos, ecológicos y de seguridad
de las nucleares. Sin embargo, el apagón nos expone que esta transición debe
hacerse de forma planificada y segura, con la inversión necesaria en
infraestructura de estabilización y, posiblemente, replanteando el modelo de
gestión de un servicio tan vital como la electricidad.
Lo que sí parece claro es que, al margen de las causas, el problema terminará
afectando al bolsillo de los ciudadanos.