Ya sé que lo más fácil es callar. No acostumbro a hacerlo. Aunque el asunto duela, hay que tener opinión. Y no tiene por qué ser compartida.
País de telenovelas. Mujeres fascinadas por un político famoso, al que se presupone sensible. El atractivo del seductor. Alguien que dice haber vivido un enfrentamiento interno entre su persona y su personaje. Pero eso no le convierte en pecador perdonable, y menos cuando no se ha dignado a pedir perdón, sino que se limita a excusarse.
Errejón ha dado una estocada más, puede que mortal, a su formación política. E indirectamente a un gobierno que, si ya le ha dañado la corrupción de Ábalos, lo del feminista practicante del machismo viene a agravar ese desgaste. Los comentarios en redes hablan de necesidad de autocrítica en Sumar. Cierto, pero todo a su tiempo. Por ahora, creo que lo mejor que puede hacer Sumar es reconocerlo sin paños calientes, por salud e higiene política. Hay quien acusa a la formación de saber y no hacer nada, sin pruebas para afirmarlo. Pero mi reproche es que, si no se sabía, es porque no se han esforzado en saber. Todo es cuestionable, pero lo innegable es que para sus votantes la noticia ha sido una sorpresa traumática.
Claro que no es cuestión de defender al acosador, sino de ponerse del lado de la víctima. Pero esa defensa de la víctima no tiene por qué convertirnos en cómplices del linchamiento en redes que desde ayer podemos comprobar. La derecha se ha lanzado a culpabilizar a Sumar, a Más Madrid, a Podemos y a todo el conjunto de la izquierda. El PP ya está desbocado, cuándo nunca le ha importado el feminismo, y se ha olvidado, por ejemplo (entre otros muchos casos similares), de su pacto en la Comunidad Valenciana con un condenado por violencia machista para alcanzar el gobierno. Todo son hechos a condenar, tomando medidas para tratar de evitar su repetición. Pero hay una diferencia fundamental entre izquierda y derecha, que se hace evidente en la reacción de los correligionarios de esos transgresores, la izquierda se avergüenza y la derecha los tapa. Parte de la autocrítica que debe hacer la izquierda, tiene que ver con cómo en veinticuatro horas ha caído, sin meditarlo mucho, en una dinámica inquisitorial que bordea la no presunción de inocencia que todo ciudadano merece.
Probablemente habría que contar con más información respecto a posibles responsabilidades, o incluso actos de encubrimiento en el caso de Errejón, antes de empezar a cortar cabezas. No basta con ser honrados, sino también hay que parecerlo, además de parecerlo hay que serlo. Por desgracia, ningún partido está libre de individuos de comportamiento intolerable, pero eso no acaba con ese partido, lo hace la forma en la que tratan a estas personas cuando las identifican, porque siempre se debe ser tajantes. Pero esa intolerancia, no está reñida con una tradición ancestral: que en la izquierda nos encanta fustigarnos, y convertir el pecado de alguien de izquierdas en un pecado colectivo.
Quienes aprovechan esto para intentar hundir a Sumar, olvidan su propia autocrítica. Todos hemos restado importancia a cosas que luego fueron importantes. Esto necesita una mirada mucho más amplia que la sempiterna contienda partidista. Actuar es fácil. Pensar, no tanto. Obrar según se piensa es difícil. Somos lo que hacemos y no lo que pensamos. La izquierda se avergüenza de Errejón, la derecha aplaudía a Placido domingo. Así somos.
Las ideas progresistas siguen firmes, pero tantas decepciones oscurecen las esperanzas y deprimen los ánimos.
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