martes, 11 de enero de 2022

TAMBIÉN ES RESPONSABILIDAD DE LOS PROFESIONALES

Ayer en este muro, una buena amiga me pedía que pedía que expresara mi opinión no solo sobre el sistema, sino también sobre los profesionales. Escribir tanto sobre lo que nos rodea, a veces nos hace dudar sobre, si al hacerlo, nos convertimos en repetitivos y pesados. Saturar, o saturarse de un tema es fácil, pero dejar a un lado lo que te preocupa, cuesta. A veces, en esta situación que estamos padeciendo los médicos de familia, la percepción personal es que, salvo a tu familia más próxima, a nadie le importa que estés quemado o que tu mayor percepción física y anímica sea la de cansancio. Los años de ejercicio te enseñan que mejor te callas, antes que hablar de tus compañeros de profesión. Aún así, correré el riesgo de ser incomprendido y meter la pata, y hacerlo dispuesto a asumir los errores que en esa exposición pueda cometer.

Empezaré diciendo, que, para poder hablar abiertamente de todo, sobre todo respecto a la salud y sus alrededores, es recomendable no ver la televisión. No es un comentario gratuito, porque la percepción que tenemos de cómo se gestiona o se actúa en esta pandemia, no es la real, sino que nuestra visión está muy condicionada por la información veraz, manipulada, plena o sesgada que podamos recibir. Esas tertulias de tanto experto en tantos temas, son generadoras de inseguridad, miedo, odio, tristeza, estrés, ansiedad…Y sobre todo, intolerancia. Puede que COVID no solo sea una pandemia viral, sino una pandemia de demagogia.

Poner en duda que es imprescindible un análisis crítico, siempre constructivo, de la actuación de la atención primaria en su conjunto (medicina, enfermería, administrativos, direcciones médicas, gerencias, consejerías, ministerio) es no querer aprender nada para no volver a caer en los mismos errores. Puedo opinar con mayor conocimiento de la atención primaria rural, aunque no es descabellado pensar que hay muchas situaciones que son similares con la atención en el medio urbano.

Cuando llegó la pandemia, la AP ya tenía pocos recursos materiales, mucha burocracia, unos cupos desiguales (desde rebosantes a mínimos), plazas escasas conviviendo con plazas sin cubrir, falta de una formación ofertada desde la propia administración, una atención continuada sobrecargada, imposibilidad de sustituciones por falta de sustitutos, el concepto de productividad convertido en solo un discurso, el concepto de conciliación familiar inexistente, etc, etc, etc.
De pronto, la sociedad se enteró de que no teníamos equipos de protección, que faltaban recursos humanos, carencia de medios de comunicación, que había descoordinación entre la administración central y las autonómicas, que la epidemiología llevaba años durmiendo el sueño de los justos, que había más jefes que indios (pero nadie ejercía como jefe), que la estrategia más aplicada era la improvisación que hacía que lo que hoy era blanco mañana fuese rosa y pasado azul, que existían unos comités de expertos de los que los profesionales desconocíamos su existencia, y otro largo etcétera que omito para no aburrir.

Los médicos y los pacientes descubrimos la teleconsulta, algo consistente en una llamada telefónica que nos dijeron era la telemedicina, cuando, sobre todo los rurales, seguíamos teniendo dificultades para que nuestro ordenador se conectará al servidor del servicio de salud regional, y tenemos aún zonas no tiene cobertura el móvil, pero nos hablan de las redes 5G. Sobre este tema, una apreciación personal: la teleconsulta es un complemento de la consulta presencial, y no a la inversa, porque somos sanitarios y no telefonistas. Y hay que reconocer que en este tiempo de pandemia las telecomunicaciones han mejorado, algunas gestiones han pasado a ser telemáticas y han supuesto descarga de burocracia, ha mejorado la receta electrónica, se ha puesto la lupa sobre la atención primaria, que se ha avanzado en estabilidad laboral, y que muchos ciudadanos han valorado la labor de sus profesionales sanitarios más cercanos, aunque creo que nunca se llegará a reconocer lo que se ha hecho en lugares perdidos de nuestra geografía por mantener la salud de lugares de una España vaciada, o dicho claramente, que han vaciado.

Pero todo la anteriormente expuesto ha de enseñarnos que o mejoramos la organización y la planificación de los recursos de la atención primaria, o cualquier situación como la que continuamos viviendo colapsará la asistencia hospitalaria. O se mejora la gestión de los recursos y la gestión de material, o de nada habrán servido las penurias soportadas, y eso pasa por una mayor capacitación de los gestores y directivos de las gerencias. Lo que parece poco cuestionable, es que las cosas pueden hacerse de otra manera más adecuada. No se han utilizado adecuadamente recursos disponibles como oficinas de farmacia, los equipos administrativos y trabajadores sociales de los centros, ni se ha potenciado la comunicación primaria-hospitalaria, no se ha permitido la autogestión en los sitios donde está era posible y estaba avalada por la experiencia profesional de años, etc. Pero, puede que el mayor déficit detectado sea, la ausencia de participación ciudadana en las decisiones, y puede ser la causa de haber pasado del aplauso en los balcones al “mi medico no me coge el teléfono”. Tenemos una oportunidad de mejora, de reformas que se han visto urgente afrontar, de incrementar recursos y plantillas, de incorporar a la sanidad otras profesiones, de mejorar la relación primaria-hospitalaria, de permitir acceso a más pruebas diagnósticas a los profesionales de primaria, de tomarnos en serio la formación interna, de revisar para aprender. Por resumir en una frase: de adelantarnos a próximos acontecimientos.

Una vez descrito ese escenario en el que los sanitarios actuamos, si me permito opinar sobre algunos comportamientos profesionales, que no sobre profesionales concretos. Y hay que empezar afirmando que la atención que recibe un usuario del servicio público de salud es muy diferente dependiendo de la CA, de la provincia, del entorno rural o urbano, del centro de salud al que se dirija. Pero en ningún caso eso implica que no se actúe por todos y cada uno de los profesionales de manera adecuada. Y en el caso de que lo sea, no olvidemos que la responsabilidad de cómo se gestionan los recursos y cómo se organiza el personal, y que protocolo de actuación se cumple o incumple, es de la Consejería de sanidad respectiva, que en muchos casos parece ignorar problemas concretos y no adopta las medidas concretas para poder solucionarlos.

Nada es generalizable, pero los problemas son mínimos entre la inmensidad de actos asistenciales y de atención administrativa que se realizan cada día. Son noticia los usuarios que se quejan en las redes sociales porque en su centro no se le ha atendido a una llamada telefónica, pero no publicamos en las redes sociales cuando si se nos ha cogido la llamada. Se pueden plantear diferentes situaciones, pero pocos piensan que una misma persona atiende una cola interminable de pacientes, múltiples gestiones y además atiende el teléfono. Pocos llegan a plantearse que eso es así, y en la inmensa mayoría de casos se hace más de lo que se puede. Hablo por propia experiencia y esta ultima semana he atendido (es un decir, porque eso no es asistencia médica) una media de más de ochenta pacientes, y en ocasiones suena un teléfono, suena el móvil simultáneamente, tengo a un paciente delante, y estoy firmando un parte de ILT para que enfermería lo entregué. O se tiene vocación de servicio público o abandonas.

Uno de los colectivos más denostados es el de los administrativos/as de los centros de salud. Si es necesario presentar una reclamación, hágase, pero no generalicemos y metamos a todos en un mismo saco. Los administrativos son el estamento más vulnerable por que son los primeros que dan la cara al paciente o al familiar y los que soportan los gritos, broncas e insultos cuando estos se producen. Son el punto de desahogo de la frustración por no ser atendido. Son los que reciben el trato más ingrato e injusto. A los médicos no nos tratan así.

Luego estamos el estamento asistencial donde incluyo al resto de profesionales (médicos, pediatras, enfermeros, fisios, etc). La inmensa mayoría responsables y cumplidores, pero como en todas las profesiones impera la diversidad. Hasta existen compañeros negacionistas. No se puede ocultar que hay compañeros que han interpretado la pandemia como un motivo para establecerse en un bunker de difícil acceso, pero son un número contado de ellos. Hay profesionales con tanta presión, a los que no les es fácil mantenerse serenos en todos los momentos y circunstancias, y a los que coincidir con pacientes con ese mismo nivel de presión o irritabilidad no les ayuda a permanecer serenos. Lo he afirmado antes: si es necesario presentar una reclamación, hágase, pero no generalicemos y metamos a todos en un mismo saco.

De todas estas situaciones de no atención a los usuarios del servicio, que no pueden darse ni en un mínimo número de casos, la responsabilidad es de la Consejería que debe adoptar las medidas necesarias para que no se produzcan. No se pueden arreglar algunas situaciones solo con buenas palabras, porque requieren medidas más drásticas. Pero tampoco se van a arreglar con la queja en el bar o en las redes sociales, en lugar de presentando una reclamación formal por escrito identificando a quien, en nuestra opinión, no ha cumplido debidamente. Muchas situaciones no se denuncian y se limitan a la queja pública, lo que las hace no investigables e insolubles por desconocidas administrativamente.

Y termino exponiendo una sensación, que me surgió al escuchar a una presidenta autonómica acusar a sus propios trabajadores de no atender las llamadas, o descolgar los teléfonos del centro de salud. Me parece que es una manera de defenderse atacando, porque la falta de personal, la falta de previsión, no es de los sanitarios, sino del político responsable. Puede que todo sea parte de una estrategia de desprestigio de lo público. Si es parte de esa estrategia, eso lo define el diccionario como perversión. Pero olvidándose de quien siempre busca conseguir portadas, mi deseo es que lleguen tiempos mejores, que la población reaccione a tiempo, y sea capaz de evitar que la atención primaria en breve necesite la RCP, o definitivamente fallezca.

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