lunes, 29 de junio de 2020

Diario del coronavirus 180

Domingo 28, vísperas de San Pedro
Van pasando los días, las semanas y los meses. Se puede intentar ya, tener una perspectiva más analítica de lo que ha acontecido con el coronavirus, que nos permita no opinar desde la visceralidad. La OMS reaccionó tarde, quizá porque alguien le ocultó información fundamental para decidir. Todos los gobiernos de todos los países reaccionaron tarde. El español también. Cuando Europa se puso las pilas, el virus ya circulaba sin ningún control entre los ciudadanos europeos.
A nosotros nos fallaron los expertos. No estuvieron a la altura los epidemiólogos, y los sanitarios asistenciales nos vimos sorprendidos y desconociendo si lo que estaba ante nosotros era un cuadro gripal, o algo mucho más peligroso. Era lo segundo y nos dimos cuenta en pocos días. No ayudó a responder que cada Comunidad Autónoma creyese ser el ombligo de la asistencia en su territorio, porque el virus no entiende de fronteras. No disponíamos de pruebas que sirvieran para identificarlo, ni de equipos de protección para evitar nuestros contagios. No funcionó la red de declaración epidemiológica en primaria, relajada en los últimos años y solo centrada en la gripe fundamentalmente. Nos sobra burocracia y nos falta asumir la necesidad de agilizar esa burocracia que se demuestra necesaria en estos casos. No teníamos el mejor sistema sanitario del mundo porqur los recortes sufridos desde el 2008, lo dejaron tocado, falto personal, de camas, de UCI y de equipamientos. Nuestras empresas de producción de mascarillas, test diagnósticos, o equipamientos sanitarios hace tiempo que pasaron a ser de ámbito multinacional y pertenecer a un mercado globalizado, que no atiende a nacionalidades sino al mejor postor.
La clase política, con un gobierno recién llegado, y con una oposición más pendiente de derrocarlo por creerlo ilegitimo (eso siempre ocurre a la derecha española cuando ella no vence en las urnas) que por entender la gravedad del problema. Nadie reconocía sus errores, y los gritos se oían cuando tocaba arrimar el hombro y guardar silencio. El mensaje que percibíamos los ciudadanos era de un enfrentamiento, que ya nos parece lo normal, cuando la situación era de todo menos normal, y estábamos ya en el peor momento de la pandemia. La crítica constructiva ha brillado por su ausencia, instalados los dirigentes en una bronca interminable.
Pero sobre todo, ha sido muy negativo que seamos un país cainita. Nos es más fácil apedrearnos entre nosotros, que reconocer nuestros lados positivos que también los tenemos. Hemos machacado a nuestro ministerio por no disponer de mascarillas, cuando hoy, finales de junio, no las disponen ni en el país más rico del mundo, ejemplo de la alabada economía de mercado, EEUU. Tampoco disponiamos de test, poniendo de gran ejemplo a Alemania, país que disponía de ellos porque los fabricó para venderlos, y no por prevención de la pandemia, como a muchos españoles tratan de hacernos creer, aunque ya muchos desconfiamos de todo.
Hemos criticado al ministro de sanidad por no ser médico, olvidando de auto criticarnos nuestra actuación como ciudadanos. No nos hemos plantearnos que igual era mejor la humildad del que no sabe de un asunto concreto para gestionarlo, que la soberbia de 45 millones de españoles, de la noche a la mañana convertidos en epidemiólogos, expertos en pandemias, en coronavirus, en gestión sanitaria, o lo que fuera necesario. Tal vez la suspensión del fútbol, ha influido en que cambiásemos el papel de entrenadores de la roja por el de virólogos. Somos así.
Hemos tenido menos recursos que otros países para hacer frente a la pandemia, pero hoy los datos demuestran que aquí, los contagios han frenado antes que en otros países con mayores recursos. Puede afirmar cada uno lo que desee, pero la realidad es que el gran acierto ha sido el confinamiento de todo el país, y la desescalada progresiva. Ha existido un mensaje claro de manual de epidemiólogo de a pie, distancia e higiene, que se ha mostrado más efectivo que todos los grandes consejos de los genios en las redes. Todos los hemos respetado, salvo los gilipollas que los ha habido y los sigue habiendo. Pero ni desde la oposición se ha llegado a esa incongruencia. Las caceroládas se acabaron solas, por innecesarias e injustificadas. En conjunto, tanto el gobierno, la oposición y la ciudadanía han cumplido con creces.
De no haber sufrido la pandemia, estaríamos en Fiestas Patronales en mi pueblo. Se suspendieron por prudencia y responsabilidad por parte del Ayuntamiento. Eso no significa no poder juntarse la familia o los amigos, pero no podemos hacerlo sin respetar las medidas de distancia y de higiene, aunque a algunos les parezca innecesario. Esto no ha acabado, aunque algunos, sobre todo los jóvenes, crean que ya ha pasado y que no volverá. Si duro ha sido para todos, tanto para la salud como para la economía lo ya vivido, un rebrote en todo el país, o en una comunidad, o en un pueblo, volverá a ser más duro para los sanitarios y para quienes son población de riesgo. Pero para nuestras economías nacionales, regionales o locales será letal.
Pero esto es España, y solo aquí puede resultar paradójico, que quienes clamaban contra el confinamiento por su daño a la economía, sean hoy quienes más en riesgo nos ponen para que volvamos a vernos confinados. Nuestro país depende mucho del turismo y de los servicios que su atención genera, pero controlar los rebrotes que podemos tener este verano, no va a ser fácil. Las CCAA que tanto criticaban las medidas estrictas del gobierno, hoy se han vuelto más estrictas que antes lo era el Estado. Ahora les toca a ellas frenar esos rebrotes, invertir para reforzar la sanidad de cada comunidad, y cumplir los protocolos. Ya no tienen la excusa de culpar al gobierno.
Aunque no todo debería soportarse por las espaldas de los ciudadanos, nos toca a los ciudadanos evitar esa vuelta atrás. Que algunos lo olviden, no es motivo para que los demás no sigamos respetando las medidas que se han demostrado acertadas.

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