No es momento de
ambigüedades, dependiendo de qué persona encabezará el proyecto. Debe importar
el proyecto. Sino, preguntaros ¿cuántas veces este partido se equivocó por
fijarnos más en el envoltorio que en el contenido? Varias.
No son tiempos para ser
ambiguos para así evitarnos tener que engañar. Ya se engañó en demasía. Si se
recorre la hemeroteca, la deducción es que han de pasar muchos años para coser
el roto que le han hecho a esta organización las ambiciones e intereses de
algunos.
La política, con mayúsculas,
no es un juego con reglas que se puedan cambiar a medio partido, a expensas de
las cartas que tengamos. No puede ser un juego, en el que ahora dibujo mis
líneas rojas (porque me interesa), y mañana las borro porque también me interesa.
No puede ser un juego, en el que ahora incorporo al gobierno a los que hace
nada demonizaba por los motivos absolutamente contrarios, a con los que ahora
justifico su incorporación. No es un juego en el que hoy miento para que mi
rival se despeñe, y mañana rebozo de lealtad hacia él, si con esa maniobra
consigo la abstención de quienes deberían estar atados al programa que hace
poco se comprometieron a cumplir.
Junto a quienes así actúan,
están los que tomaron las riendas de este partido, que parecen obstinados en no
entender, que mientras estén con poder los mismos, quienes pensaron antes en
ellos que en los militantes, lo utilizarán para otra vez mantener sus
privilegios, los métodos y las maneras clientelares.
No sirve seguir mareando la
perdiz porque ya está cocinada. Un partido que se define de izquierdas, nunca
puede ser ni monárquico ni vaticanistas, y mucho menos serlo contra el sentir
republicano de la mayoría de sus militantes. Un partido que se define de
izquierdas, debe estar siempre preñado de laicismo, y en él está de más, la
hipocresía católica del confesor del "perdonados te son tus pecados"
para con ello pensar que te ha otorgado bula, para que seguidamente te permitas
acuchillar al prójimo (ese al que dices amar), sin la menor vacilación.
No vale ahora la indiferencia
justificada en la ambigüedad, para no definirse por un candidato. No sirve
justificarse en el "es que el candidato tiene un no sé qué, y un qué sé
yo, que yo que sé". Ya basta de sentirse obligado a ser militante en un
partido de medias tintas, ese que nos ha arrastrado hasta aquí. O se es, o no
se es.
Yo no seré ambiguo. Mi apoyo
a José Luís Blanco.
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