viernes, 19 de febrero de 2016

SEGUIMOS: HABRÁ REUNIÓN A CUATRO


Hace un rato se conocía la aceptación por parte de Pedro Sánchez, para asistir a la reunión a cuatro propuesta por Garzón. Concreta en su respuesta, que acepta reunirse para pactar un programa para la investidura. Es un avance, pero la propuesta de una reunión era para ver si es posible conformar un gobierno, y no solo para pactar la investidura. Veremos en que acaban tantas tiras y aflojas, porque la sensación es que mientras unos hablan de política, otros hablan de poder, que son cosas diferentes.

En las propuestas de contenidos programáticos que conocemos de unos y otros, hay coincidencias que de pactarse en un programa común, cambiarían de una manera sustancial nuestro sistema político en pocos años. Pero exigir poder para controlar comunicación e inteligencia desde Podemos, choca con su discurso de priorizar los contenidos de atención a la emergencia social, y eso suena más a que si se alcanza sea un gobierno de desconfianza, y no de coalición entre socios. Aunque no se confiese, las pretensiones de Podemos dan repelús en Ferraz, y en Podemos se mantiene la desconfianza hacia que el PSOE cumpla sus compromisos, porque para bien o para mal, tiene un pasado reciente.

Y mientras discuten, acuerdan o se pelean, me llama mucho la atención, que no recordemos estos días, que no se disputan el poder real, ese poder verdadero que sigue estando en manos de gente que no conocemos y a la que no votamos. Mejor harían en acordar lo urgente, porque por mucho que se crean que la clave es el ejercicio del poder nacional, desde que se implantó la globalización, es el capitalismo residente en las finanzas quien lo ejerce, y lo hace desde fuera de nuestras fronteras y sin obligación de rendir cuentas.

El ejercicio del poder nacional es hoy solo un mito, pero no es un poder real, y quienes estos días se lo disputan, deberían preocuparse más de encontrar soluciones a los problemas de nuestra sanidad, del sistema educativo, de las pensiones, y de poder garantizar a los ciudadanos un trabajo digno, o la abolición de leyes antidemocráticas, que a ver en qué lugar del escalafón consiguen colocar su silla. Si no anteponen a sus deseos el interés de los ciudadanos, la lucha de poder en la que están embarcados puede acabar viéndose por la gente como algo tan nauseabundo, como la corrupción que ha acabado con el PP.

Los negociadores deberían pensar, que si no se alcanza finalmente un pacto, y llegamos a unas nuevas elecciones, puede que el tiempo trascurrido desde el 20 D hasta hoy, sirva para que los ciudadanos reflexionemos, y en lugar de repetir ciegamente nuestro apoyo a una u otra formación, les demos un nuevo acomodo a las fuerzas políticas que permita conformar un gobierno. O que nos abstengamos hastiados.

De repetirlas, lo que ahora estamos viviendo tiene todos los visos de volver a ocurrir. Y lo peor es que el PP mientras seguirá en la Moncloa. Hasta ese momento, o quién sabe si por más tiempo.

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