Para que te amparen en el PP, has
de ser amiga de Mariano, y Esperanza no lo ha sido, incluso en muchas ocasiones
se convirtió en una piedra en su zapato. Ella que le ha plantado cara a todo el
que se le enfrentaba, exultante de toda la chulería que atesora, ha esperado a
que la basura le llegase al cuello para darse cuenta que le costaba respirar, para
hacer el simulacro de arrojar la toalla.
Pienso que es solo una postura, porque
por sus hechos los conoceréis. En esta ocasión, lo hace al revés que en aquel
otro momento en que se vio asediada. Entonces, dejó el cargo público y siguió al
frente del partido, mientras que ahora deja el cargo del partido pero sigue con
su cargo público. Pero, al igual que ha hecho su
jefe (que no su protector) en la cuestión de la investidura ella tampoco dimite.
Aguirre se limita a quitarse de en medio, a ver si así no le llegan los
tentáculos de los juzgados.
Aguirre ha sido una de las
figuras que siempre estuvieron ahí desde el tamayazo. Antes fue concejala, pero
estaba aprendiendo, y bien que lo hizo porque doña Esperanza nunca apareció en
directo, aunque ya sabemos que en el PP hay cosas que deben hacerse en
diferido. Todo funcionaba a pedir de boca de su partido, porque mientras ella
concentraba los focos mediáticos en su prepotencia, su partido aprovechaba la
crisis para sacar tajada de todo lo que gestionaba por sus manos.
Nadie como ella ha sabido
utilizar la herencia recibida, porque con esa excusa se han permitido dejar el
país como un solar. Ahora es frecuente ver en las redes sociales a los militantes del PP, sacar los
ERE y atribuirle cifras inconmensurables de imputados y millones desaparecidos,
pero que en otro partido existan chorizos, no convierte a los suyos en
chistorra. Lo cierto es que si se suman las mordidas y todo el dinero vinculado
al más de medio centenar de causas que implican al PP o a sus dirigentes, los
recortes que se decían necesarios para afrontar la crisis, no hubieran alcanzado
ni la mitad de la cuantía con la que se hicieron. La única justificación que ya
les queda, es que siete millones de españoles parecen haberse acostumbrado a
eso.
Pero si en la Comunidad
Valenciana resulta difícil entender como se ha tolerado la corrupción, no le va
a la saga la de Madrid. Nadie se explica cómo lo soportaron los valencianos,
pero tampoco es comprensible como los
madrileños han podido, seguir vivos en el barrizal de corruptelas y mentiras en
el que se ha convertido la vida política en esa Comunidad bajo la tutela de
Aguirre. No se puede entender el silencio de miles de funcionarios decentes, de
cientos de jueces justos, o de innumerables trabajadores y de empresarios
honestos. No puede haber ni comprensión ni disculpa para ellos, pero mucho
menos para millones de ciudadanos que podían hablar con su voto. Madrid ha
parecido este tiempo una ciudad en silencio, pero que hoy se ha roto, solo porque
ella lo ha roto.
¿Para cuándo Rita? ¿Para cuándo
Cospedal? ¿Para cuándo Rajoy? ¿Para cuándo la ilegalización de un partido financiado
ilegalmente? ¿Hay que esperar que salgan más cosas? Igual tenemos que esperar a
que se abra el melón en Castilla y León con el asunto de las energías
renovables.
¿Cuánto falta para bingo?
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