jueves, 25 de febrero de 2016

AL RICO REFRANERO DE LA MARCA ESPAÑA


Leídas las sesenta y seis páginas del acuerdo PSOE-Ciudadanos, sin entrar en qué esté bien o mal (hay opiniones para todo), lo que no se puede negar es que está algo alejado de las promesas de Sánchez en la campaña electoral. Creo que se ha cedido en exceso, y se parece más a las propuestas de Ciudadanos, pero esa es una opinión personal, sin conocer las motivaciones para llegar a ese resultado final, que sin duda las habrá y las acabaremos conociendo.

Pero eso era el tema de ayer, porque el de hoy es sin duda que Pedro Sánchez, se la juega con la consulta. Recurrió a la consulta para parar las reticencias a un acuerdo con Podemos dentro del Comité Federal, conociendo la demanda de políticas de izquierdas por las bases. Ahora realiza una consulta pidiéndole a esas bases de izquierdas que le apoyen un acuerdo con la derecha. Y eso, después de haber dicho que no se entendería que él Psoe y Podemos no llegaran a un acuerdo.

Decía Marx, no Carlos sino Groucho, que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Estamos ante la demostración de esta teoría. Si sale un “no” en la consulta, Sanchez quedará desautorizado, pero si sale un “si” lo que se va a desautorizar, es la idea de que las bases socialistas son de izquierda. Plantea una pregunta sobre varios acuerdos, pero solo tiene uno con Ciudadanos, si existiese un segundo acuerdo por la izquierda, estaríamos muy probablemente ante un “si” mayoritario, y muchos pondrían en valor su centrismo frente al frentismo. Consultando sobre el único acuerdo que existe hoy, el resultado no es tan claro, y sea cual sea la respuesta implicará riesgos internos.

Naturalmente, hoy lo fácil es flagelar a Sánchez, dentro y fuera, pero para quienes disfrutan haciéndolo, no estaría de más que se preguntasen esto: ¿Alguno ha pensado, si en la mesa a cuatro, en algún momento alguien jugaba con las cartas boca arriba? La respuesta es que ninguno de los negociadores lo ha hecho, y si alguien había osado enseñar las suyas, ese era el PSOE, con su negociación con Ciudadanos, precisamente lo que le ha cerrado las posibilidades de negociar.

Ahora todos se animan a afirmar que la culpa siempre es del otro, y nadie se acuerda de una buena costumbre en política, hacer autocrítica. Han sido demasiadas tácticas y demasiadas estrategias partidistas, de todos, para que al final saliesen todos con bien de la partida. Tal vez, si se analiza la poca libertad que puede tener el gobierno de un país, con el endeudamiento del nuestro y con la Troika marcándole los pasos para reducir el déficit, alguno habrá pensado que lo mejor es elecciones en lugar de estar en el gobierno.

Si el error del PSOE ha sido iniciar la negociación por Ciudadanos, el de Podemos ha sido su exceso de espectáculo. A Podemos, las críticas hoy se le pueden hacer solo a las formas, pero difícilmente al fondo, puesto que se ha mantenido en su programa, mientras que al PSOE se le hacen al fondo y no a las formas. Sabemos cómo ha actuado Podemos no estando obligado a negociar en busca de apoyos, como ha tenido que hacer Sanchez. Iglesias no se ha visto obligado a hacer ninguna concesión, pero no tengo dudas de que si él hubiese sido el candidato a la investidura, a sus líneas insalvables les habría aplicado kilos de goma de borrar antes de sentarse a negociar.

A posteriori, se puede pensar que Sánchez debería haber cambiado el turno de negociación, y hacerlo primero con la izquierda y luego con Ciudadanos, pero también se debe reconocer que establecer ese orden de reuniones tampoco ha contado con facilidades por parte de Podemos. Y aunque algunos hoy l hacen, tampoco se le puede criticar a Podemos por no alcanzar un pacto en cuya redacción no ha querido intervenir, pero no es menos cierto que aunque quede muy bonito mantenerse “purista” y sin "mancharse", con eso no cambiamos la realidad de la calle.

Creo, y me puedo equivocar, que es un error por parte de Podemos, su posicionamiento en un “conmigo o contra mí”, pero eso no puede ser motivo para dibujarlo como el diablo. Que PP y Podemos acaben votando juntos en la investidura, nunca significará que ambos sean lo mismo como algunos esta mañana señalan, pero bien harían en reflexionar en Podemos, sobre cuantas veces por votar lo mismo PP y PSOE, ellos han repetido la acusación de que PP y PSOE son lo mismo. Nunca digas de esta agua no beberé, que dice el refrán, o que quien esté libre de culpa tire la primera piedra, pero ahora toca recordar aquel de “los unos por los otros, la casa sin barrer”.

Mientras entre los votantes socialistas y los de Podemos nos lanzamos improperios, o dilucidamos si son galgos o podencos, al PP se le llena la boca de saliva pensando que se dará el gusto de votar no a Sánchez, y de esa manera podrá continuar en funciones el tiempo que haga falta. A ellos, los contenidos del acuerdo entre Ciudadanos y PSOE, se la traen al pairo, puesto que lo único que desean es que esto se alargue. Mientras pase el tiempo, ellos mantendrán esperanzas de que en unas nuevas elecciones las circunstancias les cambien, soñando en que para entonces haya amainado la tormenta de sus casos de corrupción que salen a la luz.



Todos sabemos que es necesario que haya gobierno, pero un gobierno no puede formarse a cualquier precio. Como todo hace pensar que el partido va a ser aún largo, la mejor recomendación es que sepamos controlar la ansiedad, convencidos de que no hay mal que cien años dure.

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