Hoy teníamos un común y grandioso
titular en muchos medios. La noticia que los provocaba era que la Fiscalía
Anticorrupción había finalizado su investigación sobre las tarjetas black de
Bankia, y que le pedían penas de prisión para Blesa y Rato, los amigos del presidente
de honor del PP.
Lo primero que he pensado al
leerlos era que, como en otras ocasiones, cuanto más grandes son los titulares,
en menos acabará la sanción judicial que se imponga al final por el asunto que
los produce. Y eso es lo que pensamos muchos ciudadanos, que de lo que ahora se
les pide, a lo que finalmente el juez les impondrán, habrá un largo trecho.
Nadie debe extrañarse que la
opinión, casi unánime de la calle, sea esa. El motivo es que a eso nos han
acostumbrado las sentencias cuando el acusado es alguien procedente del poder económico
o del poder político. Y eso ocurre con esta pareja, dos señores que llevan años sentados en la
cima de la política y del poder económico. No se les puede calificar como políticos
profesionales, porque nunca transmitieron
tanto entusiasmo por las ideas que decían defender, como por su bolsillo. Pero
en lo que sí han demostrado ser verdaderos profesionales, es en serpentear entre los sillones para perpetuarse en un cargo tras otro.
Hace poco a un ladrón de gallinas
en Andalucía le caían nueve meses de cárcel. Era un robo que justificaba por
tener hambre. Si hacemos las cuentas de lo que le solicitan a Blesa, a este le
caen nueve meses por cada 1.2 millones de euros presuntamente afanados, y a
Rato 0,4 millones de euros por el mismo periodo. La diferencia la
ve cualquiera, el ladrón andaluz robaba gallinas de carne y hueso, y los
presidentes de Bankia robaban gallinas de oro, que para eso siempre hubo clases.
España siempre acaba pareciendo ser
un país de charanga y pandereta, y aquí lo repetimos. Empezamos haciendo la
charanga al rescatar desde la política a los bancos que los profesionales procedentes
de la política habían hundido por su avaricia personal y en algún caso, colectiva.
Hacemos que la justicia parezca una
enfermedad que solo padecen los pobres, porque en España parece más grave tener
hambre, que aprovecharse de ocupar un lugar en las instituciones.
Pero esta noche de viernes, olvidémonos
de esto y durmamos tranquilos, que mientras
un delincuente lleve traje y corbata, y luzca bien repeinado, lo suyo nunca
será un verdadero robo, sino un desajuste contable. Lo que realmente debe
preocuparnos de los ladrones, es si el aspecto que llevan no es del gusto de la
señora Villalobos.
Buenas noches.
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