La situación de debate interno socialista, sobre si intentar la formación o no de un gobierno progresista, o sobre si se debe celebrar ya o retrasarse el Congreso Federal, tiene fácil respuesta si se recurre a mecanismos de democracia interna, que no por no estar establecidos, deben ser descartados en esta encrucijada. Apelar a ellos supone hacer de los militantes del PSOE su motor, quienes lo movilizan y le acercan a los intereses de los ciudadanos. Pero todo apunta a que no se consultará a los militantes socialistas. En cualquier democracia moderna, la democracia interna en los partidos es el mejor instrumento para dirimir conflictos entre liderazgos o solucionar los enfrentamientos internos. Pero sobre todo tiene como su gran virtud, legitimar ante la opinión pública a la organización política que la aplica. Requiere dotarse de unos procesos de decisión internos que garanticen la transparencia, porque solo con procesos participativos y transparentes un partido puede ganar credibilidad. Esa cualidad que parece estar en horas bajas en estos días postelectorales. La democracia interna requiere de mecanismos de abajo hacia arriba, que deberían establecerse estatutariamente dotándolos de órganos de control interno, que garanticen la participación de todos los militantes y que permitan a estos estar informados de lo que ocurre en el partido, y tener garantías de que hay rendición de cuentas por parte de quienes ejercen un cargo en la organización. Solo si los militantes están facultados para exigirles explicaciones, los mecanismos de control podrán considerarse como tales. Después de muchos intentos, y aun reconociendo los avances logrados, es evidente que el camino hacia la democratización interna completa en el partido socialista está lleno de dificultades, porque es muy difícil que la dirección asuma unas reformas sin estar convencida de su necesidad, y eso hace que a cualquier propuesta de reforma la respuesta fácil sea la indiferencia o la autodefensa. Pero este no es un problema exclusivo del PSOE. El conjunto de los partidos políticos españoles, presentan déficit en sus mecanismos de democracia interna aun mayores que el socialista, y todos ellos sólo admitirán cambios que la refuercen, si perciben que eso puede reportarles beneficios electorales. Se sabe que algunas reglas que habría que establecer no gustan a sus dirigentes, aun sabiendo que son necesarias para mejorar el funcionamiento del partido y del sistema democrático en su conjunto. Pero la excepción que confirma esta regla, la tenemos en los resultados electorales acontecidos el 20 D. En una democracia madura se presupone que los partidos más democráticos internamente, deberían tener un mayor número de votantes y de afiliados, y una mayor legitimidad frente a los electores, y una mayor confianza por parte de los ciudadanos, que se le otorgue el mayor respaldo electoral. El que haya sido el partido más presidencialista y con menor democracia interna de nuestro espectro político el que más respaldo ha obtenido, debe tomarse como eso, la excepción. Una excepción que viene a confirmarnos que a la democracia española le queda mucho camino por hacer, hasta que pueda considerarse una democracia moderna. El partido socialista tiene la oportunidad de dar un paso importante hacia esa modernización informando a sus militantes de la situación que afronta, y consultando su opinión. Los problemas en democracia se solventan con más democracia.
Este blog pretende recoger aquellas ideas que cada noche o cada tarde surgen en mi cabeza ante lo que cada día llega a mis oídos, ojos, nariz, labios o manos. La sanidad, el medio rural, el pueblo, La Mancha, el socialismo o el día a día. Un retrato personal de los ahoras que hay entre el antes y el después.
lunes, 11 de enero de 2016
11 de enero.- DEMOCRACIA INTERNA COMO SOLUCIÓN
La situación de debate interno socialista, sobre si intentar la formación o no de un gobierno progresista, o sobre si se debe celebrar ya o retrasarse el Congreso Federal, tiene fácil respuesta si se recurre a mecanismos de democracia interna, que no por no estar establecidos, deben ser descartados en esta encrucijada. Apelar a ellos supone hacer de los militantes del PSOE su motor, quienes lo movilizan y le acercan a los intereses de los ciudadanos. Pero todo apunta a que no se consultará a los militantes socialistas. En cualquier democracia moderna, la democracia interna en los partidos es el mejor instrumento para dirimir conflictos entre liderazgos o solucionar los enfrentamientos internos. Pero sobre todo tiene como su gran virtud, legitimar ante la opinión pública a la organización política que la aplica. Requiere dotarse de unos procesos de decisión internos que garanticen la transparencia, porque solo con procesos participativos y transparentes un partido puede ganar credibilidad. Esa cualidad que parece estar en horas bajas en estos días postelectorales. La democracia interna requiere de mecanismos de abajo hacia arriba, que deberían establecerse estatutariamente dotándolos de órganos de control interno, que garanticen la participación de todos los militantes y que permitan a estos estar informados de lo que ocurre en el partido, y tener garantías de que hay rendición de cuentas por parte de quienes ejercen un cargo en la organización. Solo si los militantes están facultados para exigirles explicaciones, los mecanismos de control podrán considerarse como tales. Después de muchos intentos, y aun reconociendo los avances logrados, es evidente que el camino hacia la democratización interna completa en el partido socialista está lleno de dificultades, porque es muy difícil que la dirección asuma unas reformas sin estar convencida de su necesidad, y eso hace que a cualquier propuesta de reforma la respuesta fácil sea la indiferencia o la autodefensa. Pero este no es un problema exclusivo del PSOE. El conjunto de los partidos políticos españoles, presentan déficit en sus mecanismos de democracia interna aun mayores que el socialista, y todos ellos sólo admitirán cambios que la refuercen, si perciben que eso puede reportarles beneficios electorales. Se sabe que algunas reglas que habría que establecer no gustan a sus dirigentes, aun sabiendo que son necesarias para mejorar el funcionamiento del partido y del sistema democrático en su conjunto. Pero la excepción que confirma esta regla, la tenemos en los resultados electorales acontecidos el 20 D. En una democracia madura se presupone que los partidos más democráticos internamente, deberían tener un mayor número de votantes y de afiliados, y una mayor legitimidad frente a los electores, y una mayor confianza por parte de los ciudadanos, que se le otorgue el mayor respaldo electoral. El que haya sido el partido más presidencialista y con menor democracia interna de nuestro espectro político el que más respaldo ha obtenido, debe tomarse como eso, la excepción. Una excepción que viene a confirmarnos que a la democracia española le queda mucho camino por hacer, hasta que pueda considerarse una democracia moderna. El partido socialista tiene la oportunidad de dar un paso importante hacia esa modernización informando a sus militantes de la situación que afronta, y consultando su opinión. Los problemas en democracia se solventan con más democracia.
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