Una vez conocidos los resultados de ayer, son muchos los análisis que sugieren. Pero tal vez el primero que ha de hacerse en una democracia que quiere ser tal, debe ser constatar que nuestra ley electoral puede ser legal, pero dista mucho de ser justa. Que el número de votos para que el partido vencedor obtenga un escaño sea de unos 58.000 votos, que para el PNV sea de 50.000, que para UP sea de 460.000, o que DL con 560.000 obtenga 8 escaños, son motivos más que suficientes para afirmar que debe ser urgente, y afrontar su reforma no solo respecto a las circunscripciones sino para incorporar entre otras cuestiones las listas abiertas y la limitación de mandatos.
Pero entrando en los resultados, decir que nuestro rico refranero afirma que “el que no se conforma es porque no quiere”, y a ratificarlo ha contribuido la lluvia de encuestas que hemos soportado. Las encargadas por los medios afines a los partidos han sido las que más han errado al decir lo que estos querían oír, y eso les ha llevado del cielo al infierno, y viceversa. Solo así se explica que un PP y un PSOE hayan pasado de asustados a contentos (su batacazo no ha sido tan enorme como el que les vaticinaban), y que Podemos y Ciudadanos (debiendo estar muy satisfechos por lo que han conseguido), no lo están tanto porque esperaban mucho más.
Es la consecuencia de medir la derrota según la diferencia entre resultado y expectativas, que ha hecho que todos se mostraran ayer triunfantes, pero la realidad es que todos se han quedado a medias en sus objetivos. Pero en cualquier caso, el poder en democracia radica en saber buscar y lograr el consenso, y una vez conocido el reparto de escaños todo es negociable si la aritmética lo permite. Pero lo que rodea a cada uno de los actores de esta tragicomedia nos hace imaginar que será harto difícil.
Pensar que alguno de los otros partidos ose pactar con el PP resulta poco probable, y parece propia de quien no sabe lo que dice, la petición de abstención que Rivera sugiere al PSOE para que gobierne el PP, sabiendo que eso sería el suicidio de los socialistas que arrojaría a sus votantes en los brazos de Podemos. Tampoco la abstención de Ciudadanos sirve para la investidura de Rajoy si votan en contra PSOE y Podemos. Dicen que el tiempo pone a cada cual en su lugar, y que el PP pasase años demonizando al PSOE ha acabado volviéndose contra el PP, lo ha desgastado tanto que su ha provocado el surgimiento de Podemos.
Para el PSOE los resultados de ayer no pueden calificarse como una derrota dulce lo vistamos como queramos. Pero aun siendo su peor resultado histórico, paradójicamente es el único partido que podría formar gobierno a ambos lados del espectro político. Aunque el liderazgo de Sánchez no haya sufrido el deterioro del de Rajoy, también sale tocado de estos comicios. Pero puede que a largo plazo le dañen más las afirmaciones de satisfacción con el resultado, que la asunción de que es un mal resultado, porque es de ciegos no ver que el PSOE ha perdido un tercio de escaños y no ha obtenido ni un tercio de los votos emitidos.
Podemos y Ciudadanos han logrado su irrupción en el Congreso con un importante número de escaños, pero no pueden considerarse tampoco satisfechos porque 69 0 40 diputados respectivamente no son nada para quienes iban a asaltar los cielos o a ocupar la centralidad política. Otra cosa es que a toro pasado lo reconozcan, pero ellos saben que Podemos no ha sido capaz de fagocitar al PSOE, ni Ciudadanos al PP, que eran sus objetivos. Oír a los seguidores de este último, calificar como milagroso pasar de cero a cuarenta diputados, es no querer darse cuenta de que en este escenario no le sirven al PP y sus escaños carecen del valor que suponían iban a tener.
Pero si con alguien has sido cruel este 20 D ha sido con la UP-IU de Garzón, que seguramente no se merecía quedarse solo con dos diputados de los 11 de IU en la legislatura anterior. Pese a su categoría y carisma, no ha logrado evitar que IU fuese un cadáver desde que Podemos la fagocitó. El reverso de la moneda son los independentistas catalanes que si han logrado una presencia relevante, aunque también son perdedores al bajar de los 19 escaños de 2011 hasta los 17 de ahora, nueve de ellos de ERC (que multiplica por tres los anteriores).
Con este reparto, para formar gobierno hay dos posibles coaliciones que representarían una mayoría absoluta: la gran Coalición (PP + PSOE) o la coalición de izquierda (PSOE + Podemos (y confluencias) + UP-IU, ERC y DL). Ambos pactos son muy difíciles para el PSOE, porque ambos lo romperían en su interior, la primera le abriría una nueva escisión por su izquierda, y la segunda significa la presión interna de su ala de nacionalistas españoles. La segunda supone además pactar una reforma territorial profunda, aunque le permitiría presentar un proyecto alternativo al del PP en Cataluña, y podría implementarse con cuestiones de justicia social y de revisión del modelo económico. Todo parece altamente improbable.
Pero como valoración general del resultado final se puede afirmar que, uno a uno, ningún partido ha conseguido ni de lejos sus objetivos, aunque ayer todos se mostraban felices, pero su procesión va por dentro. Lo que hoy todos comentamos es que estamos ante un parlamento posiblemente ingobernable, y si es así, con una perspectiva de vida será corta. La llave para dilucidar hacia donde se pueden encaminar los acontecimientos está en manos del PSOE (que forma parte de todas las posibles combinaciones), para lo que es imprescindible que primero se aclare el PSOE.
En Ferraz toca decidir si quiere seguir como hasta ahora o si de verdad el PSOE quiere ponerse al frente de la izquierda, que sería su garantía de supervivencia a medio plazo. También dependerá de que actitud adoptan Podemos y Ciudadanos, que deberán pasar de adolescentes a adultos a toda velocidad. En cualquier caso, la no consecución de un gobierno de izquierda implica un nuevo aplazamiento de la reforma constitucional, de la Ley Electoral, de la derogación de la reforma laboral del PP, o de la despolitización de la justicia. Y lo peor la sensación de incertidumbre que reina hoy entre una gran mayoría de ciudadanos.
Tenemos muchas papeletas para vernos en unas nuevas elecciones en unos meses, y que los que tanto veían sin salida posible la situación de Cataluña, ahora contemplen la paradoja de que en enero, si la CUP apoya a Mas, Cataluña tenga un gobierno con mayoría absoluta, mientras en España no tengamos ni gobierno.
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