domingo, 13 de diciembre de 2015

13 diciembre.- En campaña A FALTA DE UNA SEMANA


Encuestas y encuestas que más que decirnos cuantos diputados obtendrá cada formación el próximo día 20 vienen a poner de manifiesto la amnesia casi colectiva que al parecer recorre el país. Digo esto, porque después de conocer un nuevo caso de corrupción cada día, parece una broma de mal gusto que cuando llegan las elecciones, el partido con más corruptos, presente sus medidas estrella para luchar contra los corruptos, y aún se les crea que tiene voluntad de arrepentimiento.

Son los mismos que han vuelto a recurrir al discurso del miedo para intentar que ni un solo voto vaya a un partido diferente al suyo. Y para lograrlo han echado mano de la prepotencia de muchos de sus dirigentes, del menosprecio al rival político, y se han permitido sin el menor sonrojo tomarle el pelo a la gente sencilla con mentiras y falsas versiones de los acontecimientos.

Son los que han recurrido a la falsa modestia de presentarse como ciudadanos normales con dificultades para llegar a fin de mes, a causa de sus modestos salarios. Esos que desconocen lo que es la autocrítica y el asumir los errores propios (siempre son de los demás), y se han permitido negar su responsabilidad incluso en casos de corrupción y enchufismo en los que se les ha pillado con las manos en la masa.

Porque ellos tienen lo único que importa en democracia, la mayoría absoluta. Se han valido de ella, confundiéndola con un cheque en blanco que han utilizado de manera partidista e irresponsable, y la han usado como un gran dique con el que han convertido a la corrupción en su forma de hacer política, con el mayor desprecio a las clases trabajadoras a las que al mismo tiempo que muchos de entre sus filas se lo llevaban calentito, la han sometido a todo tipo de recortes.

Si, ese partido es el mismo de los recortes en el gasto en sanidad con la excusa de la crisis, mientras si existían recursos para fomentar las privatizaciones. No les importó que bajase la calidad asistencial ni que subiesen los números de las listas de espera, o que los profesionales sanitarios se mostraran en contra. O de los de educación donde han llegado a recortar 3.000 millones de euros, o en I+D que han obligado a nuestros investigadores a la “movilidad exterior” sin pensar que son profesionales imprescindibles para el futuro de nuestro país.

Son los del incumplimiento de sus promesas electorales sobre empleo con las que llegaron al gobierno, y de las que hoy nos queda la precariedad salarial, la inestabilidad laboral, el mismo número de parados (pero menos y peor protegidos), o el hecho de que quienes hoy son trabajadores no tengan garantizado salir del umbral de la pobreza. Todo eso gracias a su reforma laboral que ha traído solo trabajo precario, y cuyo máximo logro ha sido la fragmentación de los contratos que existían a su llegada al gobierno.

Que ese partido en las encuestas figure como el de mayor intención de voto, debería sonrojarnos colectivamente como país. Eso solo es posible, porque en todos los años de nuestra democracia, nunca hemos tenido mayor amarillismo en la política, y le hemos dado menos valor a las ideas y a las propuestas. Hoy los candidatos, más que convencernos con sus propuestas, les exigimos que sepan bailar, jugar al dominó, o al futbolín, o tocar la guitarra, como si en lugar de estar capacitados para presidir un gobierno, les exijamos que lo estén para sustituir a las verdaderas estrellas de la campaña electoral: Ana Rosa, Bertín la Campos o Motos.

Si tropezamos en la misma piedra, la culpable no es la piedra, es nuestra torpeza.

Buenas noches.

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