viernes, 14 de agosto de 2015

14 de agosto.- VIOLENCIA EN CUENCA


La muerte violenta de dos mujeres jóvenes en Cuenca, ha vuelto a poner sobre la mesa esa eterna cuestión que nunca se solventa: cómo podemos prevenir estas situaciones. Como en el caso del niño atropellado, y el semáforo que se coloca después, aquí cada año mueren más de sesenta mujeres y no acabamos de colocar el semáforo. Lo que parece ser evidente es que el sistema actual para  prevenir estas situaciones no funciona.

Fueron muchos los avances logrados durante los gobiernos de Zapatero que ahora parecen haberse frenado, si nos atenemos al repunte estadístico de muertes de estos últimos años. No es de extrañar que nos preguntemos si este es un asunto prioritario para el gobierno, o considera más urgentes otros. Podemos poner sobre la mesa muchas medias que contribuirían a frenar esta violencia, pero para aplicarlas se necesita presupuesto y voluntad política, ambas cuestiones dependientes de quien nos gobierna.

Parece imprescindible para mejorar la situación, que antes identifiquemos las causas de este tipo de violencia, porque sin conocerlas resultará imposible combatirla. Y debemos tener claro que no toda la violencia tiene el mismo origen y necesitamos identificarla en cada caso, lo que da complejidad al problema. Los datos de encuestas sobre la violencia en nuestras universidades, indican que debe ser el sistema educativo el primer eslabón desde el que abordar este problema, sobre todo en lo referente al rol social de hombres y mujeres, porque este es un problema no de un género, sino de la sociedad en su conjunto. Va desde mujeres incapaces de identificar lo que es el maltrato, pasando por familiares y amigos que sabiendo de su existencia miran hacia otro lado, hasta llegar a medios de comunicación en cuyas  informaciones a veces se justifica al agresor o se culpa a las mujeres.

Seguimos sin protocolizar como actuar en cada caso, dejando a la interpretación personal de los profesionales que intervienen en la prevención, la detección y la persecución de estos delitos, que se debe hacer en cada caso. ¿Cuántos errores se han de cometer hasta tener un protocolo consensuado que se aplique de verdad en todo el país? La evaluación del riesgo en cada caso es clave para la protección, y el criterio de evaluarlo no puede estar condicionado por opiniones personales, de médicos, trabajadores sociales, policías, etc.

También son necesarios cambios legales, no solo intentando aplicar condenas enormes al agresor. Puede valer con aceptar que una vez que la autoridad conozca la existencia de un posible delito, aunque se retire la denuncia, lo que suele ocurrir en la mayoría de casos por miedo a las represalias del agresor, el proceso tenga que investigarse de oficio. Eso significa destinar recursos para hacerlo, pero lo que no tiene sentido es que los destinemos cuando la violencia ya se ha producido. Mientras deberían utilizarse al máximo los recursos ya disponibles como por ejemplo el seguimiento con detectores del maltratador, que hoy en ocasiones tampoco se utilizan.

En cualquier caso, en una sociedad moderna, todos sus individuos, y de manera especial las mujeres en estas situaciones, deberían tener garantizado el acceso a la asistencia, a la atención psicológica, a tratamiento o al acompañamiento por servicios públicos especializados, independientemente de que exista denuncia judicial o no. La sociedad no puede seguir como si no pasara nada, y hay que buscar soluciones porque el problema existe y es muy grave. Su origen será cultural, jurídico, criminológico, psicológico, político o social, pero mientras se identifica la etiología no vale cerrar los ojos y esperar que las estadísticas mejoren por la ciencia infusa.

Un médico de familia atiende a todos sus miembros, y en ocasiones resulta llamativo ver a madres que no son conscientes de que su actitud potencia el machismo de sus hijos, o escuchar la eterna historia de mujer contra mujer, porque una ha osado no guiarse por los esquemas tradicionales impuestos  socialmente. Los cambios cuestan, y a las mujeres mucho más.


No es raro encontrarnos a familiares del agresor que fomentan el odio sobre la víctima. En estos crímenes en Cuenca, ha sido al contrario y reconforta el contenido de la nota de condena de la familia del presunto agresor. Con ella abren una puerta a la esperanza de que los seres humanos aún tenemos remedio, pese a que (sabiéndolo en ocasiones y en otras no), entre nosotros habiten alimañas, que merezcan todo el peso de la ley.

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