Por investigación periodística hemos conocido
la noticia de que un par de colegas de
partido, uno ministro del Interior y otro un ex ministro poli imputado, han
tenido a bien reunirse. Nada de juntarse en casa de uno de ellos, ni
tampoco en el bar de la esquina. Han pensado, que como lo que opinen los
ciudadanos se la trae al pairo, el
mejor sitio para hacerlo serían las dependencias del ministerio del Interior.
Aunque no le importe lo que opinemos los españoles
de a pie, qué Fernández Díaz reciba en secreto
en su despacho a un presunto delincuente como Rato, y que además lo haga en los
días en que está declarando ante el juez, resulta sencillamente indignante.
Lo es especialmente, para muchas familias que confiaron en su gestión y vieron
como sus ahorros se convertían en el agujero de su vida. Pero indigna al
conjunto de los ciudadanos, porque todos nos hemos visto obligados a afrontar con
fondos públicos, el coste del rescate de Bankia por su gestión.
Si la
Guardia Civil se cabrea, lo hace con razón, al ver que mientras ellos investigan, su jefe se reúne con él presunto delincuente
investigado. Independientemente del motivo de la reunión, en si misma supone
el menosprecio del ministro al trabajo realizado
por la Guardia Civil, en este y otros casos.
No sirven como razones de esa reunión la amistad o el fervor
religioso que une a ambos. El pro marianista Marhuenda decía anoche en una televisión, que se trataba de dos
amigotes que se reúnen para hablar de sus cosas. Habrá que pensar que solo se trata de una desafortunada coincidencia,
el hecho de que el magistrado de la Audiencia Nacional, cite sobre el PP en su auto de procesamiento, los delitos de “organización criminal, asociación ilícita,
falsedad contable, tráfico de influencias, blanqueo de capitales, delito
electoral y delitos contra la Hacienda Pública”, y que curiosamente Rodrigo
Rato este presuntamente implicado en “blanqueo
de capitales, falsedad contable, tráfico de influencias y contra la Hacienda
Pública”.
Hoy escuchamos a los partidos políticos exigiendo explicaciones y la comparecencia del
ministro para que justifique la reunión, y a la Asociación unificada de la Guardia Civil, pidiendo su dimisión. Sin
embargo, en una democracia occidental, deberían
ser los ciudadanos demócratas en pleno quienes saliesen a la calle para
exigirla. No lo haremos porque en este país ya sabemos aquello de "Dios
los cría y ellos se juntan", y menos en estos tiempos en que seguro
utilizarían la ley mordaza para callarnos la voz.
No lo cesaran, y aunque no dimita, lo de este ministro por la gracia
mariana, va camino de entrar en la
historia de la infamia. Este Estado, que cada día se parece más a una monarquía
bananera, se ha convertido en un chiringuito al capricho de sus gobernantes, y
sus instituciones han perdido el respeto que merecen por culpa de quienes están
a su frente.
Al más inmutable de los ciudadanos le causaría perplejidad contemplar el grado de
impunidad con el que se mueve este gobierno entre las tramas de corrupción.
Pero ya no hay duda, con esta actuación queda
constatado que existe una connivencia del gobierno con la trama Rato.
¿Qué hará el juez ahora?
No hay comentarios:
Publicar un comentario